Dos semanas atrás
—Ashanty, no puedo creer que no hayas logrado quedarte en ninguno de esos puestos a los que aplicaste, eres realmente brillante amiga.
—Ay Sara, en verdad estoy desesperada, tenía la esperanza que me contrataran. Mi madre necesita sus medicamentos y yo, tengo que conseguir ese dinero cuanto antes — dijo la chica, casi al borde del llanto.
—Vamos nena, no desesperes algo saldra — dijo su amiga a manera de consuelo.
—Eso espero, ya mis ahorros se acabaron y los medicamentos de mi mamá, no pueden faltar.
—¿Qué tal si vamos por allí a dar una vuelta?, sirve que te distraes y me acompañas, para no ir sola con el chico que me invitó — agregó Sara, en tono amable.
—No soy una buena compañía, en estos momentos — dijo, seria.
—Hazlo por mi amiga, por favor.
Cinco minutos después su amiga, que se caracterizaba por ser insistente, ya la había convencido.
—Está bien iré, pero no te molestes conmigo si quiero regresar temprano, lo hago por tí, pero en verdad no estoy de ánimos — respondió la rubia de ojos grises, a su amiga Sara.
—Verás que cuando estemos en el antro, te vas a animar — agregó Sara.
Un amago de sonrisa, se dibujó en sus labios. Aunque agradeció que su amiga, intentó animarla, sabe que Sara, no entiende la magnitud del problema. Es una chica despreocupada y en ocasiones hasta algo superficial, pero en el fondo es buena amiga.
Intentó animarse, arreglándose para salir. Quería saber si era cierto eso, de que verse bien, te hacia sentir mejor.
Su frustración era justificada, porque desde siempre se esmeró en ser la mejor de su clase, obtuvo los grados más altos de su promoción, como sigma Lambda se graduó, además era políglota, tanto esfuerzo y sacrificio para que ahora al presentar su hoja de vida, le dijeran que necesitaba experiencia. ¿Cómo demonios, obtendría esa experiencia, si nadie le daba trabajo?
—¿Estás lista? — preguntó Sara desde el pasillo.
—Sí, ya lo estoy — respondió Ashanty, desde su habitación.
Se veía realmente bien, sexy sin ser vulgar, elegante y sofisticada.
Salió rumbo a la sala, donde la ya la esperaban su amiga y su nuevo novio, el cuarto en el último mes.
La mirada del tipo, un tanto mayor que Sara, la recorrió de pies a cabeza, cosa que a Ashanty no le agradó.
—Él es Julián, mi novio — dijo Sara, un tanto incómoda, al notar la reacción del hombre frente a su amiga.
—¡Mucho gusto! — respondió la rubia.
—Lo mismo digo — respondió el hombre, con una sonrisa ladina, que no pasó desapercibida para Ashanty.
Los tres salieron rumbo al exclusivo club, al cuál el tal Julián, las había invitado.
El sitio era realmente elegante y exclusivo, estaba a reventar por lo que al llegar, debieron ubicarse en una de las mesas de las esquina, ya que el resto estaban ocupadas.
Pidieron algo de tomar y los tres conversaron un rato.
Luego Sara y Julián, se dirigieron a la pista a bailar. Nuevamente Ashanty, se vio sumergida en sus pensamientos, dándole vuelta a sus problemas.
Media hora después su amiga y el flamante y descarado novio, que no dejaba de mirarla, regresaron de la pista.
—Luces preocupada — le preguntó, Julián.
—Mi amiga necesita conseguir trabajo— contestó Sara, casi de inmediato.
—¡Sara por favor! — respondió, Ashanty con algo de molestia.
—Ah sí y eso ¿Por qué?— preguntó el hombre, con algo de curiosidad.
—Su madre está algo enferma y necesita muchos medicamentos — respondió Sara.
Ashanty la miró con algo de molestia, no le parecía que su amiga estuviera ventilando sus problemas personales con ese sujeto, que para ella era un completo extraño.
—Tal vez esto pueda ayudarte — respondió Julián, con coquetería.
El hombre metió su mano en el bolsillo de su chaqueta, sacó una tarjeta negra de letras plateadas y se la entregó a la rubia.
—Llama mañana a ese número estoy seguro que tendrán algo bueno para tí — Respondió el hombre de mirada enigmática, sin dejar de observar a la rubia.
La rubia guardó la tarjeta en su pequeño bolso, sin siquiera revisar, por alguna razón el novio de su amiga no le transmitía confianza, así que todo lo que viniera de él, era de dudosa procedencia.
El resto de la noche, intentó relajarse, bailó un par de piezas con uno que otro caballero, pero como bien se lo había vaticinado a su amiga, quería irse temprano a casa, por lo que terminó arruinandoles la noche, al pedirles que se fueran temprano a casa.
Entró a su habitación, pero hasta allá se escuchaba la discusión de los novios, por un lado se sentía culpable de haberlo provocado, pero por otro lado, ya se lo había advertido a Sara.
Afortunadamente, la discusión cesó, por lo que concluyó que su amiga y su novio habían decidido solucionar las diferencias en una lucha horizontal, cuerpo a cuerpo.
Se recostó en su mano, meditando nuevamente en aquello que le robaba la paz, su necesidad de trabajo y la falta de dinero, recordó la tarjeta que el tal Julián, le había entregado. La sacó del bolso y la leyó con atención.
"Las damas de Madame Anya"
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La tarjeta se veía fina y las letras elegantes. ¿De qué se trataba ese lugar? ¿Habría trabajo allí, para ella?. Desechó la idea y se puso de pie, caminó hasta el baño, levantó la tapa del inodoro y estaba decidida a desechar en el mismo la dichosa tarjeta. Sin embargo, algo la detuvo, así que decidió guardarla nuevamente, en el cajón de su mesita de noche, estaba segura que no la usaría, o al menos eso pensaba ella en ese momento.
A veces se sentía atrapada, como si todas las puertas y ventanas se cerraran a su alrededor y redujeran el espacio, donde ella estaba, haciéndola sentir como si todo se le viniera encima.
Si no fuera por Sara, se sentiría completamente sola en este lugar, que aún no lograba llamar hogar, a pesar del tiempo que llevaba viviendo aquí, su hermano y su madre le hacían demasiada falta.