La Amante Adorada Del Príncipe

Capítulo 3

La comida estaba servida en la pequeña mesa de dos personas que ahora se había convertido en para tres. En ella se encontraba sentado un niño que miraba al desconocido Gerard con el ceño fruncido.

—Entonces, eres Florián... —dijo Gerard amablemente—. ¿Vas avanzado en la escuela?

El niño sin dejar de mirarlo, desconfiando, asintió.

—El mejor de la clase del señor, Gregor.

—De seguro serás alguien en la vida.

El niño, bufó:

—No me sirve de nada ser el mejor de la clase, si después de graduarme posiblemente vaya a la milicia.

Florián se encontró decepcionado. A Gerard le causó lastima que un niño tuviera esos pensamientos a temprana edad.

—¿No puedes hacer lo que te gusta? Cuéntame.

Nahiara escuchaba en silencio. Era la primera vez que su hijo tenía una conversación, que no era sobre qué comerían para la cena.

—Si hago lo que me gusta eso significa pasar hambre. Mamá necesita a alguien que le ayude en casa no un soñador pobre.

—Te he dicho que puedes hacer lo que desees...

Florián negó.

—Lo dices para no sentirte mal.

—¿Qué es lo que deseas ser de grande que no puedes serlo?

Los ojos del niño brillaron en la añoranza de sus deseos.

—Me gustaría ser médico como mamá. Pero uno estudiado para que nadie pueda decirme que no sé lo que estoy haciendo.

Gerard sonrió hacia Nahiara, y esta le devolvió la sonrisa.

—Yo creo que serás el mejor médico de Kvenland.

—Soñar es fácil.

Ambos adultos terminaron el caldo de pollo y fueron hasta la cocina. Nahiara tomó el plato de arcilla de Gerard y lo metió al fregadero para después lavarlo. Antes, debía hablar con él.

Gerard se encontraba parado en el marco de la pequeña puerta de la cocina. Los alimentos se hacían en un fogón donde también había una chimenea que llevaba el humo hasta afuera.

De pronto, sintió mucho frío.

—Gerard. ¿Cómo te sientes? Ya crees que puedes...

—¿Irme? —inquirió divertido—. Ya puedo, digamos que sí. El problema es que no sé adónde.

Nahiara asintió comprendiendo la situación. Pero no era como si pudiera dejar que este hombre se quedara en su casa. No solo ella se iba a ver afectada con los prejuicios de la gente, sino su hijo que ya de por sí sufría señalamientos.

—No quiero que te vayas en este estado, pero verás que las personas piensan que soy una ramera por tener un hijo sin padre. También porque han visto hombres en esta casa que no son nada mío.

Esa revelación hizo que Gerard comprendiera sus razones para echarlo. Pero, tenía una duda:

—¿Te han llamando ramera por tener un hijo sin padre? ¿Acaso...?

—Eso no lo niego; acepto que tuve un hijo con un hombre que me engañó con palabras hermosas, pero nunca más he vuelto a tocar a alguien. Soy sanadora como bien sabes. Mi trabajo es hacer jarabes y venderlos a mercaderes que lo llevan a otras partes de la nación. La gente dice que son mis amantes.

—Debo creerte, Nahiara. Eres una mujer noble, respeto eso. Pero no debes dejarte amedrentar por las personas y sus prejuicios.

—No es tan fácil al ser una extranjera que vive de jarabes y tiene apariencia distinta al resto.

Gerard se acercó a ella, y observó lo diferente que era a las demás. Una mujer deseable ante los ojos de cualquier hombre.

—Me iré para que estés bien con tu hijo. Muchas gracias por no haberme dejado tirado en el bosque. Siempre estarás en mis pensamientos y oraciones.

Ella asintió. Delante tenía un hermoso hombre como ningún otro, a simple vista notabas que no era cualquiera aunque llevara ropa de campesino. Eran simplemente sus expresiones al hablar que delataban a un noble.

Pero ¿quién exactamente era él?

—Sé que pronto encontrarás a tu familia y estarás bien. Mi intuición nunca falla.

Él volvió a sonreír y asentir a sus palabras.

Pero antes que pudieran decir algo más la puerta de enfrente sonó. Detrás había alguien llamando a Nahiara. No dio tiempo de que siquiera el hombre se escondiera porque el niño que se había quedado en la mesa le abrió a su querida Edme.

De todos los días que Edme decidía venir tenía que ser exactamente este que era el menos indicado.

—¿Qué debo hacer? —inquirió Gerard asustado.

Nahiara bajó la mirada derrotada y negó con la cabeza. Ya era tarde para esconderse, Edme llegaba a la cocina y observaba la figura masculino que se encontraba al lado de Nahiara.

La sanadora estaba roja avergonzada como nunca antes.

Edme estuvo en silencio un momento, al sentir que había interrumpido algo:

—Lo siento Nahiara. Si he sabido que tenías visita hubiera declinando venir a traerte una ayuda para tu hijo...

Nahiara fingió una sonrisa y fue hasta la mujer que apenada le entregó una cesta con frutas.

—No interrumpes nada. Él es Gerard y es...

—Su esposo —terminó el hombre por ella. Tanto Edme como Nahiara estaban sorprendidas con la boca abierta.

Nahiara miró a Gerard a los ojos y supo que en verdad esa era su única salida a esto. Aunque fuera falso, era la forma de que Edme no fuera con el cuento a los campesinos de que había encontrado a un hombre en su casa.

Gerard le sonrió, pero más allá de eso era un: "confía en mí". Y ella dijo, con fingido orgullo:

—El padre de Florián ha vuelto de la guerra que se vive en las fronteras...

Toda la escena estaba hecha a la perfección. Gerard un hombre tan guapo como Nahiara y además manchando con sangre y su cabeza vendada en la herida.

Y el niño que había escuchando todo porque la casa era muy pequeña como para tener una conversación privada, fue hasta la cocina y le dijo a Gerard:

—Padre. ¿Me acompañas al patio a ver los pollos?

Edme no podía dudar de que este hombre era el padre de Florián. Se encontraba tan sorprendida que no habían palabras en su boca.

Este era el principio de una mentira bien ejecutada.

 




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