La Amante Adorada Del Príncipe

Capítulo 9

La noche había llegado totalmente oscura sin luna. Gerard desde que dijo que iría con Martín a un lugar, no volvía y tenía preocupada a Nahiara que lo esperaba en la sala.

Llevaba rato mirando el velón que faltaba poco para que se apagara. Si este hombre no llegaba en una hora, en serio iba a tener que molestar a Stel.

¿No sería que había recordado sobre su vida y ahora no volvería? Era angustiante pensar en eso. Y no era como si le tuviera que angustiar, pero ese hombre le había dicho que gustaba de ella.

Así que Nahiara podía entender que él quisiera marcharse después de recordar su vida. Pero por lo menos que se despidiera como buen caballero.

Tocaron la puerta y Nahiara corrió hasta abrirla. No pudo ocultar la decepción al ver que no era su esposo de mentira.

—Ya que estás aquí debo imaginar que tu esposo tampoco ha llegado.

La joven mujer negó.

—Solo sé que se fue temprano con el tuyo, pero mira la hora y no llegan. Me siento preocupada...

—Por favor, adelante —Stel agradeció que la dejara pasar—. Yo también me encuentro preocupada. No sé que puedan estar haciendo a estas horas.

La joven embarazada tomó asiento en el pequeño mueble y con temor, respondió:

—¿Te imaginas que estén con otras mujeres? No lo podría soportar...

La idea vino a la mente de Nahiara. Ella había rechazado los sentimientos de Gerard, ¿sería que por eso había tomado otro camino? El solo pensamiento de que otra lo estaba tocando revolvió su estómago. Pero tuvo que contenerse porque ella no era nada de él. Y tan solo hace un pequeño tiempo se conocían. No te podías enamorar de un hombre en tan poco, ni porque fuera muy caballero y hermoso... también con una personalidad única e inteligente a la hora de actuar. ¡No, claro que no! Ese hombre no tenía cabida en su vida.

Nahiara se cruzó de brazos y dijo:

—Lo dudo. Seguro en algún trabajo andaban y bueno les tocó hasta por la noche.

Stel acariciaba su enorme panza con impaciencia...

—Seguro, sí. Falta poco para que nazca al bebé y necesitamos todo el dinero posible.

—¿Ves? Casi resuelto, seguro llegan por la mañana.

Eso quiso creer Nahiara. Gracias al cielo, fue antes, cuando la puerta se abrió y observaron un Gerard agotado y hediondo a alcohol.

Stel se despidió de Nahiara e ignoró al hombre porque no se encontraba en condiciones.

Gerard seguía cerca del marco de la puerta de entrada observando a una Nahiara de brazos cruzados con mirada de pocos amigos.

—Yo... he salido con Martin y hemos compartidos unas copas. —Bajó la mirada como perro regalado y ni siquiera Nahiara había dicho una palabra.

Estaba enojada y de eso no cabía duda, pero ese pequeño gesto de su parte hizo que su corazón se encogiera. Los hombres, siempre tan rústicos y sensibles.

Nadie podía cambiar la naturaleza de un hombre por más que quisiera, ellos simplemente eran criaturas que pagaban el estrés con aguardiente.

—No te preocupes... Solo que Stel estaba preocupada por su esposo, y...

—¿Tú estabas preocupada por mí?

"Sí lo estaba y mucho", pensó en responder, pero se contuvo. Él continuaba siendo un desconocido, no podía darle una señal de que se estaba acostumbrando a su compañía. No era bueno para nadie.

Nahiara se abrazó así misma como si estuviera conteniendo el frío que se colaba en la sala.

—Me alegro de que hayas vuelto a salvo —admitió esto. Más no le dio, lo que él esperaba—. Si me disculpas, iré a dormir. Florián debe ir mañana a una excursión a Stardland y lo acompañaré.

Gerard dejó un suspiro vagar en el aire a la vez que cerraba los ojos y asentía a la decepcionante respuesta de Nahiara. No entendía por qué debía ser tan terca, ¿qué le costaba abrirse a él siquiera un poco? Si tan solo le diera una mínima señal de que estaba interesada, pero... nada. Ella simplemente estaba cerrada para los hombres.

Sintió Gerard una profunda molestia. Pero tensando los músculos de sus facciones, respondió:

—Bien. Por cierto, ¿Stardland es la ciudad capital? Siento que es así.

Nahiara asintió y comprendió que su mente estaba volviendo en sí. Lo que significaba que pronto recordaría y se iría para siempre.

Ahora eran dos los que se irían decepcionados a dormir.

—Así es. Iremos a un museo mitológico. Florián se encuentra emocionado.

—Espero disfruten el viaje. —Dijo condescendiente—. Ahora sí puedes ir a dormir Nahiara. Hermosa noche para ti.

Ella le dedicó una media sonrisa.

—Igualmente, Gerard.

Nahiara le dio la espalda y justo antes de entrar a la habitación, se detuvo con su mano en la manija de la puerta.

Y dijo, divisando un poco la silueta de Gerard detrás de su espalda:

—Yo también estaba preocupada...

Y cerró luego de entrar sin dejar que él le diera una respuesta.

Gerard con una sonrisa en el rostro y un poco mareado por la borrachera, se recostó en el mueble donde dormía y cayó en un sueño instantáneo.

Se encontraba mirando una inmensa fortaleza con grandes muros. Era un sueño lúcido, no entendía en dónde se encontraba. Dio la vuelta y ya no se encontraba en el mismo lugar, sino que ahora estaba dentro de la fortaleza en el balcón de esta. Mirando desde allí observó la ciudad capital de Kvenland.

Se vio asimismo uniformado con traje militar de color blanco con bordados dorados. Sin comprender dio un paso adelante y todo volvió a cambiar, ahora se encontraba en una habitación grande con ventanales gigantes. En él estaba una mujer con bata observando la naturaleza.

Gerard se vio acercase y abrazarla. En ese momento sintió que su pecho dolía por alguna razón, y después todo se volvió oscuro.

La mañana siguiente despertó sin recordar gran parte del sueño, a excepción de esa mujer mirando la naturaleza desde el balcón en una habitación grande.

Y aunque le interesaba saber de quién se trataba le era imposible conectar con sus recuerdos.




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