La Aprendiz

Seis.

 

Astrid

Tenía que tener paciencia con Helen, no estaba acostumbrada a la impaciencia joven. Si deseaba seguir el camino de los sabios tenía que mostrar paciencia, así como yo trataba de mostrarla, y aprender lo básico. Dedicarse a la brujería no era un chiste y sabía que muchos jóvenes se acercaban por simple juego. Siempre deseando correr antes de gatear o caminar. Pasando los días enceradas en la biblioteca de la casa.

Para poder avanzar como ella deseaba y controlar sus visiones, había que aprender lo básico. Sacando mis apuntes y mis libros de magia. No deseaba que aprendiera de los escritores famosos, sino de alguien que la haya vivido y experimentado. Que tuviera la experiencia de haberla besado en sus labios y volver la magia su amante, pues de ahora en adelante su vida no sería la misma. O al menos la perspectiva de la vida.

Helen ponía interés cuando le explicaba los principios básicos en el jardín. Aun que en ciertas ocasiones divagaba en el viento o pájaros que pasaban. Las dos sentadas en la grama cerca del bosque en un día completamente soleado.

—Como ya sabes la teoría, comencemos con la practica — dije soltando el libro. Buscando algunos materiales que tenía conmigo.

— ¡Al fin! — dijo Helen soltando un suspiro.

Llené una cuenca de metal con agua… tomando un poco de helecho triturado.

— ¿Para que sirve el helecho? — pregunté sonriendo.

— Todo tipo de usos — contestó Helen sabiendo que la pondría a prueba.

— Bien, de hecho es mi planta favorita. Al igual que la canela y la rosa sirve para todo tipo de hechizos — expliqué moviendo el agua con mi dedo.

— ¿Por qué no usamos varita? — preguntó la joven mirando como movía el agua.

— ¿Quieres que usemos una? — le preguntó burlonamente.

— Sería más interesante así — dijo Helen moviendo sus manos sentándose mas derecha en el suelo.

—Una verdadera bruja no necesita de varitas o athames, sino sus manos dedos y palabras. Aun que esas herramienta sean extensiones de tu cuerpo— dije poniendo el embase de metal al frente de ella —. Si deseas puedes usar una — añadí.

— Mejor no. No quiero ser como los demás — contestó negando.

— Esta bien — proseguí sacando una vela. Tocándola la mecha para prenderla con mis dedos.

Al ver el acto se quedó con la boca abierta. Era la primera vez que hacía magia al frente de ella.

— Yo quiero hacer eso.

— A su momento — contesté dándole la vela encendida en sus manos —. Ahora, riega la cera sobre el agua con el helecho, antes de eso piensa en una duda y busca la contestación en la cera derramada.

Era de esperarse que al principio no lo sacara. Pero luego todo fluyo, viendo cosas de su familia y su pasado en la vela. Entrando mas el interés en ella hasta que yo solo me quedé como espectadora.

Al terminar las lecciones nos encaminamos a la casa. Preparando una taza de té para admirar la belleza de mi tierra. Jurando que jamás me separaría de esa casa. Escuchando los pasos de Helen, sentándose a mi lado con una sonrisa en sus labios.

— Astrid ¿Quién te enseño a ti? — pregunto tomando un poco de té.

Suspire, sonriendo un poco.

— Todo — conteste en acertijo. Quedándome en silencio junto a ella.

 



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En el texto hay: romance, conocimiento

Editado: 01.09.2019

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