La Aprendiz

Ocho.

Owen.

 

Estaba en la estación de policía haciendo algunos papeleos.

Algo me daba muy mala espina, era importante visitar a mi hermana. Investigó a donde quedaba la casa Hollows encontrando unas fotos en Internet sobre una residencia bastante abandonada. Mi hermana me había mentido, no se trababa de un instituto, sino de una casa. Me levanté de la silla para salir a ir a buscarla. Tendría que dar una buena explicación de sus hechos.

Al llegar al lugar estaba espantado, era de noche y la carretera era oscura. Me estacioné cerca de la entrada tomando mi arma y mi linterna. No me había cambiado y aun tenía el uniforme puesto. La reja oxidada de la entrada estaba abierta, empujándola para encaminarme en la residencia. No tenía permiso de la corte para entrar pero no me importaba, era la vida de mi hermana la que estaba en juego — si es que estaba ahí.

La casa parecía desabitada. Toqué a la puerta varias veces aun con el arma en mi mano. La puerta se abrió con suavidad sola, provocándome escalofríos. Entré cuidadosamente y alerta, sin creer que la parte interior de la casa estuviera intacta e incluso hasta limpia y ordenada. Al fondo había una chimenea expendida y algunas velas, carente de poca electricidad.

—Bienvenido Owen — dijo una voz femenina parada en las escaleras.

—¿Quién eres tu? ¿Dónde esta mi hermana? — pregunté sin bajar el arma a la mujer.

— Ella está bien, tranquilo — me dijo con voz suave bajando las escaleras sin ningún temor a mi.

— No te creo — ladré sin dejar de apuntarle.

— Esa arma es totalmente inútil en este lugar — me explicó ella con tranquilidad.

— Mentiras — dije.

— Dispare entonces y vera — sugirió subiendo sus hombros la despeinada.

Desvié el arma para disparar hacia otro lugar y probarle que estaba cargada, pero la bala no salió. Jalé del gatillo de nuevo, pero no pasó nada, sacando el cartucho para ver si tenía balas. Todas estaban en su lugar, incluso la había cargado antes de entrar. El arma se desmostó completamente de mi mano como si estuviera defectuosa, cayendo todas las balas al suelo. Imposible… la tenía desde que me había unido a la fuerza policíaca.

— Se lo dije — me dijo la mujer admirando mi perplejidad.

—¿Qué… que es este lugar? — pregunté con espanto.

— Le recomiendo que descanse por esta noche. Las explicaciones difíciles y mágicas a una mente cerrada suelen causar insomnio o dolor de cabeza y hasta enfermedades. Pero permítame presentarme: mi nombre es Astrid Hollows, bienvenido a mi casa — dijo tendiendo su mano para saludarme.

—Owen Gate — la saludé intentando relajarme.

—¡Es un placer! Su hermana duerme tranquilamente en su habitación. Le dará mucho gusto saber que está aquí. Puede dormir en el sofá cerca de la chimenea, mañana podrán hablar con gusto — dijo Astrid dirigiéndome una sonrisa para dejarme solo en la sala.

Me senté frente de la chimenea tratando de armar mi pistola nuevamente. Todo lo que ocurrido tenía que tener una explicación coherente — pensé quitando mis botas y mi uniforme para quedarse solo con el pantalón y una camisa blanca. A pesar de que el lugar era “siniestro” y raro, se sentía una paz ―en el que en todo mi tiempo de vida― no había sentido. Quedándome dormido ante la lluvia que cayó de momento provocando un ruido completamente placentero.



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En el texto hay: romance, conocimiento

Editado: 01.09.2019

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