La apuesta de un vizconde.

Capítulo 3:

Más tarde, por la noche, en el baile que organizaba lady Williams, se encontraba en un rincón del salón y de pie, sin nadie a su alrededor, Maggie, esperando pacientemente a que un hombre se dignara en acercarse a ella, para sacarla a bailar, como los demás caballeros lo hacían con el resto de las jóvenes mujeres que estaban presentes en el baile. Pero desde que había llegado, nadie, absolutamente nadie, la había sacado a bailar, ni siquiera, lo habían intentado o pensado, nadie le había dirigido la mirada, como si no existiera. 

Maggie, por su parte, observaba desde la esquina, a las parejas bailar con melosidad y agrado. Los miraba con una sonrisa anhelante por el deseo de querer realizar lo mismo, pero en su carnet de baile nadie había escrito su nombre, y eso había bajado su estímulo y autoestima; realmente no creía que fuera mal acompañante. Solamente le quedó estar allí de pie, en un rincón sin llegar a molestar a nadie de la velada. 

Tuvo que ir por un vaso de limonada, para poder disimular que disfrutaba de su soledad en aquel solitario rincón, mientras observaba a las parejas de esa temporada. Tal parecía que a las jóvenes debutantes les iba tan bien en su búsqueda de maridos, ya que muchas, habían logrado captar la atención de algunos caballeros importantes entre la sociedad. 

Maggie tuvo que resoplar angustiada a sus adentros. Estaba convencida de que esta misma temporada, alguien vendría por ella, pero, su nombre ya era bastante conocido y desalentador entre los caballeros, y para ser sinceros, quién quisiera bailar con una solterona de primera. 

Maggie bebió un sorbo de su limonada, mientras seguía observando a las parejas bailar, que no se había percatado que alguien se había arrimado a su lugar seguro, en aquel inmenso salón. 

Se trataba de lady Priscilla, la hija de un honorable barón. 

Debía reconocerlo, ella no le caía para nada bien a Maggie, y a Priscilla, suponía, que tampoco le llegaba a caer bien Maggie, ya que era bastante evidente por su actitud arrogante hacia ella. Siempre que se hacía presente en donde acudiera Maggie, nunca mostraba una buena actitud con ella, hasta el punto de llegar a ser detestable e intolerable. 

Ya la había conocido el año anterior, cuando su madre la llevaba a cenas, o fiestas campestres, preparándola así, para debutar en sociedad. Pero, aunque Maggie había querido comenzar con el pie derecho con ella, era evidente que Priscilla no tenía esas mismas intenciones. Sus intenciones iban siempre acompañadas de veneno, y veneno del malo. La detestaba. 

—Pero miren que tenemos por aquí —dijo, y Maggie al reconocer su voz, suspiró para ella misma, y deslizó su mirada lejos de la joven. Por supuesto, lady Priscilla solamente venía con la intención de hacerle recordar lo patética y tonta que se veía allí de pie sola en aquel salón de baile—, si es nuestra fabulosa… —continuó con tono irónico— ¿Cómo es que te ha nombrado aquel periódico? ¡Ah, sí! La solterona de primera. ¿Qué se siente ser el florero que adorna todos los años los salones de bailes? A de ser terrible para tu reputación aquel apodo puesto por un periódico de tercera, ¿me equivoco? 

Maggie tragó saliva y prefirió fingir dulzura en su mirada. Ella no se rebajaría al mismo nivel que la tonta y cabeza hueca de Priscilla. Maggie también podía fingir amabilidad. 

Volteó a mirarla con una sonrisa que solamente reflejaba cordialidad. 

—Priscilla, no te había visto en toda la noche, pensé que ya estarías bailando y platicando con los caballeros de esta noche, o, ¿es que acaso aún nadie se dignó en sacarte a bailar? 

Ella se echó a reír con escarnio. Parecía disfrutar de la mala suerte de Maggie. 

—Querida, para mi suerte, mi carnet está repleto de nombres de caballeros importantes entre la sociedad. A diferencia del tuyo que seguramente está… —Deslizó su mirada en el carnet de Maggie, que estaba sujeto a su muñeca. Maggie intentó ocultarlo, pero Priscilla de igual manera lo consiguió ver, y sonrió con malicia al notarlo—, vacío —concluyó. 

Maggie le respondió con una sonrisa, fingiendo que no le afectaba en nada aquellas palabras. 

—Supongo que un caballero ya aparecerá, no tiene de qué preocuparse por mí, ya que, pareciera ser que usted está bastante pendiente de lo que suceda conmigo. ¿A qué viene esta obsesión, Priscilla? 

Priscilla se volvió a reír con ironía. Secó sus lágrimas provocadas por la risa que soltó, con el largo de su dedo, cubierto por un guante de seda. 

—Ay, querida Maggie, a veces pienso que tanta soledad en los bailes, hace daño a tu cerebro. Jamás podría obsesionarme con alguien como tú, que no tiene la suficiente capacidad de atraer la atención de los hombres como lo haría una mujer espléndida como yo. Solamente vengo a reconocer que la "McLaren" con la que todos últimamente están obsesionados, a causa de aquel periódico que pareciera ser el único atractivo de toda Londres, no es más que una buena para nada al momento de encontrar un marido, y así, finalmente casarse. ¿Cuántas temporadas ya van?, acaso son, ¿tres o cuatro…? 

—Seis. 

Priscilla llevó su mano a la comisura de sus labios, fingiendo sorpresa. 

—Cielo santo, ¿y aun así sigues insistiendo? Sí yo fuera tú, y gracias al cielo que no soy tú, me retiraría y terminaría con este sufrimiento hoy mismo. 

—Supongo, que la perseverancia es una virtud. 

—Espero que tu perseverancia no te haga llegar hasta convertirte en una anciana, porque creo que nadie más te propondría matrimonio a esas alturas. 

Maggie se cruzó de brazos, y enarcó una ceja con intriga. 

—Hablas como si te afectará el hecho de que aquel periódico, se la pase hablando sobre mí. ¿Qué ocurre contigo?, ¿acaso no eres lo bastante interesante para ser nombrada también en un periódico? Al menos, un pequeño segmento. No, en realidad no, ¿quién quisiera escribir sobre la hija de un barón que se la pasa pendiente de una solterona, antes de mirarse a sí misma? Oh, dime, ¿a qué caballeros has conquistado tú hasta ahora? No me digas que al señor Izzardo, o tal vez, al señor Laurie, he escuchado que ese hombre tiene una deuda de más de cien mil libras en las casas de apuestas. 




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