Narra Alice...
Los ojos me dolían, una orquesta de gritos, ordenes en Znoling antiguo y espadas chocando me hizo abrirlos de golpe.
Ya no estaba en las tierras lejanas, ni mucho menos era de noche, ¿has estado en un lugar muy oscuro, y de pronto sales a la luz y tus ojos hierven? Exacto, esa era la sensación.
Logré enfocar la imagen, estaba en el valle, miles de Znolings y Ervons chocaban sus espadas con espectros de ojos negros, delgados brazos, largas y delgadas piernas y un aura de oscuridad en ellos.
Intenté sacar mis espada, pero no estaba colgada a mi cinturón, aparte, llevaba ropa muy diferente, llevaba ropa para combate; pantalones de tela, sandalias de cuero y una camisa de seda. A diferencias de ustedes los humanos, los Znolings nunca vestimos ningún tipo de armadura, y esto nos permitió desarrollar mejor nuestro combate, con ágiles movimientos y el uso de nuestros poderes.
El silbido de una flecha sonó detrás de mi cabeza, dí una voltereta y caí a un lado, la flecha atravesó a uno de los espectros de la oscuridad. Del otro lado del campo, Martin Foley comandaba un ejercito conformado por lobos, venados y ātmayas, bestias del tamaño de un muro, pero que en su forma normal, eran simplemente hombres y mujeres con no más de veinte años.
Dos metros a la derecha, un joven con el cabello dorado blandía una espada de acero contra varios espectros, cortaba cabezas y daba puñaladas a una velocidad de vertigo y en pocos segundos, no quedaba nada a su alrededor. El chico dió un giro hacia mí, y entonces le reconocí, su nombre era Alex.
Para mi desgracia no fui tan rápida como él. Un espectro enorme de ojos negros y colmillos gigantes se acercaba a mi a gran velocidad, sus enormes garras escurrian un liquido espeso de color gris oscuro. Estaba desarmada, no tenía espada, ni arco, ni mucho menos un hacha, había escuchado en antiguas leyendas, de que si morías en un sueño, morías en la vida real.
Toqué desesperadamente mi espalda, y sentí un bulto familiar, desenfundé mi daga y me preparé para el combate, me abalancé sobre él, pero mi figura atravesó su cuerpo sin ninguna dificultad.
Mi cara dió contra el suelo y más Znolings y Ervons pasaban sobre mí, me levante sin ningún problema, desconcertada por lo que estaba pasando, fue entonces que vi cuerpo; mis brazos y piernas eran complentamente transparentes, y la hoja de mi daga era de humo.
Empecé a mirar el entorno, y me di cuenta de donde estaba. Ese no era un sueño cualquiera, estaba nuevamente en la Defensa del Valle, una batalla que duró más de cuatro días en la cual Znolings y Ervons se unieron en contra del ejercito de la Oscuridad en defensa de nuestra aldea.
Una voz femenina me sacó de mis pensamientos.
-¡Retirada, los árboles pelean de nuestro lado, los venceremos en el bosque!-. Gritó, la busqué con la mirada, y entonces la ví, esa mujer era Yara Chapman, más bella y más fornida de como la recordaba, con una trenza castaña y sus ojos café irradiantes de furia.
Un hombre musculoso y robusto se acercó a ella con una pequeña en brazos.
-Enviaré a Martin con ella-. Dijo él.- Me quedaré y cubriré la retirada
-Aaron, no sobreviviré hoy.- Respondió ella.- Vete de aquí, pon a salvo a nuestra pequeña, entrenala, conviertela en una gran mujer.
El semblante de pa... Aaron cambió completamente.
- No te dejaré aquí, moriré contigo si es necesario.- Desenvainó una espada de hierro
- Si te quedas, Alice morirá también, vete en este instante.- Gruño ella
-Yara...
- ¡Soy la comandante de este ejercito, y te ordeno que abandones el campo de batalla! -. Exclamó con amargura.- No voy a arriesgar la vida de un guerrero si puedo salvarla.
Se agachó para poder llegar a mi rostro
- Nos reencontraremos algún día, mi pequeño amanecer, vuelvete una gran guerrera, no dejes que nada te derribe.
Mis ojos estallaron en lágrimas, la impotencia llenó mi cuerpo, quería correr, gritar, hacer cualquier cosa para evitar la muerte de mamá, para tener una futuro con la persona que más me amó, pero todo era inútil, la tinta del pasado había secado hace mucho.
Aaron y mamá se fundieron en un último beso, y él corrió en dirección contraria, hacia el campamento improvisado que habían construido en el valle, salió un minuto más tarde con un canasto a la espalda, en el cual estaba su hija, con los ojos cerrados y las mejillas rojas.
Quería correr detrás de él, pero estaba paralizada, casí pegada al suelo, de pronto la imagen empezó a parpadear, y lo último que ví fue a Yara Chapman arremetiendo con un puño gigante hecho de rocas y una espada de titanio contra el gigante en el centro del valle.
Desperté nuevamente, y esta vez, si estaba en mi realidad.
Nos habían llevado a una especie de aldea bastante más grande que la nuestra, cabañas se erguían por encima de las pequeñas montañas, estabamos atados a seis árboles enormes, a mi derecha estaba Jennifer y a mi izquierda, un destrozado Chris, con un charco de sangre debajo de sus piernas.