El Domingo llegó más rápido de lo que esperaba y con él trajo los nervios que revolvían mi estómago como cuando era una niña y esperaba ansiosa la llegada de papá Noel y sus regalos. Ayer por la noche había pensado en confrontar a mi madre por lo que le había dicho a Andrew a mis espaldas, pero decidí dejarlo pasar por el momento.
Aproveché el fresco de la mañana y abrí las ventanas de mi habitación para que el aire entrara y renovara el del cuarto mientras hacía los ejercicios que la profesora de ballet me había indicado realizar. La verdad es que debía aprovechar cada rato libre y de no tener vigilancia para poder practicar ya que en realidad asistía a clases de ballet sin que mis padres supieran. Ellos querían que estudiara administración de empresas, contabilidad o algo de eso que me fuera útil para tomar las riendas del negocio familiar. A pesar de mis constantes reclamos, ellos no aceptaron mis deseos y me inscribieron en administración de empresas; por ese motivo solía faltar a mis clases, pero aún mantenía buenas calificaciones ya que para mí fortuna contaba con una buena inteligencia. Los días que me saltaba las clases era para asistir a las que sí eran de mi agrado y así, hacia lo que yo amaba y lo que mis padres deseaban que fuera.
Para cuándo se hicieron las doce del día ya estaba bañada y lista para ir a ver a Davis Dank correr. Y como si de un reloj Cucú se tratara, mi madre entró sin golpear a mi habitación.
-Espero que ya estés lista Isabella.
Antes de que pudiera responder a su pregunta ella ya estaba examinando con su vista biónica y por la expresión de su rostro no aprobaba mi atuendo lo cual yo ya había anticipado.
-Pero… ¿Qué se supone que llevas puesto Isabella?
-Pues mamá, si vamos a ir a ver una carrera de motocicletas no puedo presentarme vestida con vestidos de diseñador.
-¿Y por eso vas como una indigente?
-No voy de indigente mamá. Lo que llevo puesto es un pantalón cargo verde mate y una camiseta negra con escote V no es nada de lo que avergonzarme y es muy cómodo.
-Jovencita…
En ese momento el timbre sonó y mis pulmones soltaron el aire que habían estado conteniendo hasta ese momento.
-Te salvó el timbre.
-Lo sé, soy consiente de eso.
Me lanzó una de esas miradas fulminantes que seguramente todas las madres poseían, sin importar su estatus social ya que por lo que sabía todas estudiaban del mismo manual de como educar a tus hijos y de como hacerles saber cuándo ya no podían ni decir pío.
Cuando bajé las escaleras, en la puerta estaba parado un Andrew vestido con un jean negro, camiseta blanca y una campera de cuero negra. Una elección de vestimenta no solo sexy sino que hacía que el color de sus ojos resaltarán. Al ver que lo estudiaba con tanto detenimiento él me sonrió, fue una de esas típicas sonrisas rompe corazones que de seguro le funcionaba bien con las demás, pero le haría saber que eso no sucedía conmigo.
<<Aunque el ritmo acelerado de mi corazón y las hormonas quisieran demostrarme lo contrario.>>
BMe acerqué a él sin mostrar signos de necesitar un babero y le hable con el semblante más indiferente que podía utilizar.
-Al menos se que llegas en hora Andrew. Ahora espero que logres que no muera de aburrimiento.
Él se limito a fruncir su ceño pero entonces río por lo bajo y cuando respondió su voz era un tanto ronca.
-Espero que eso no sea un desafío Srta. Anderson.
-Por supuesto que no. Solo es una petición.
-Muy bien haré lo posible entonces. Sra. Anderson la veré luego.
-Oh, si querido. Solo cuídense.
-Por supuesto.
Cuando estuvimos fuera de la casa él sujeto un objeto que había colocado en el muro bajo y me lo extendió. Era un casco.
-Estas de broma ¿Verdad?
-Yo nunca bromeó con eso Brownie. Ahora vamos o llegaremos tarde.
-Maldición.
Eso decía por fuera, pero por dentro saltaba de alegría por volver a viajar en su motocicleta, abrazándolo.
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Editado: 20.09.2024