Mis pasos hacían eco por el desierto pasillo y en cierto modo lo agradecí ese silencio acompañado de su amiga la soledad. Estar así, significaba que todos estaban dormidos, afortunadamente los gritos de mi padre no habían logrado despertar a nadie por lo que podría fisgonear tranquila y averiguar de una vez que estaba sucediendo. Las bisagras de la puerta en la oficina rechinaron rompiendo el silencio del anochecer. Escuché atentamente para verificar que el ruido no hubiera llamado la atención y una vez estuve segura de que todo seguía igual, me adentré apresuradamente a la habitación cerrando la puerta tras de mí. Pocas veces había estado allí dentro y generalmente era en busca de un libro para distraerme, pero en está ocasión iba tras la verdad de aquello que afligía tanto a mi madre y causaba ese odio hacia mi persona.
-No debería ser muy difícil encontrar lo que busco.
Camine de puntillas hacia el escritorio y tanteando los muebles a mi paso; no quise encender la luz para no llamar la atención, ya encendería la del escritorio una vez estuviera sentada. Me faltaban unos metros para alcanzar mi objetivo cuando mi pie chocó contra la pata de una mesa metálica que había olvidado estaba allí. Mordí mi labio tratando de contener el grito y mientras sujetaba mis dedos doloridos, lágrimas de dolor brotaron por mis ojos.
-¡Mierda!
Fue a penas un susurro, pero este rebotó por las paredes haciéndolo más grande de lo que era en realidad. Del pasillo me llegó el susurro de pies arrastrándose por el pasillo y el pánico se apoderó de mi mente. Inmediatamente me agaché y gatee tratando de alcanzar el gran escritorio y así ocultarme allí. Los pasos se hicieron más fuertes y se acercaban peligrosamente a la puerta de la oficina, gatee más rápido y cuando al fin alcancé mi lugar seguro, respiré con alivio, pero me tape la boca para que mi respiración pasara desapercibida. Escuché cuando alguien giraba el picaporte y luego la luz se encendió; las perlas de sudor rodaban desde el nacimiento de mi pelo hasta mi mentón y las pocas que entraban en mis ojos hacían que estos me escocieran.
Mis manos temblaban creyendo que quién se acercaba podría ser mi padre o quizá mi madre con ganas de revolver el pasado nuevamente. Ante el pensamiento de cualquiera de los dos escenarios mi mente comenzó a trabajar en cientos de excusas del porque estaba allí a esa hora y escondida de ese modo, pero justo cuando mis ojos divisaron un par de mocasines negros muy finos y elegantes, el vibrar de un teléfono detuvo los pasos.
-¿Diga?
Era mi tío. Sonaba un tanto diferente al hombre divertido y despreocupado que yo conocía, pero no siempre discutía con mi padre y generalmente mi padre tenía el talento de sacar lo peor de cada uno. Me acomodé bajo la mesa en una posición en la que pudiera ver a Peter sin que él me viera a mi. De pequeña solía esconderme en el mismo sitio cuando jugaba a las escondidas con mi madre; al menos antes de su cambio radical y que se me prohibiera la entrada al sitio a no ser que fuera a buscar un libro. Por ese motivo sabía que existía una pequeña ranura por la que podía observar hacia la puerta y demás sin ser vista. Mi tío estaba intranquilo y molesto, se le notaba en el rostro.
-¿¡A caso es una maldita broma!? ¡Te dije que solucionarlas el asunto!
Él hizo una pausa esperando a que la persona del otro lado le respondiera y al parecer no le gusto la respuesta que le dio.
-¿¡Es que no puedes hacer nada bien!? ¡Te mandé a realizar una simple tarea! – Peter miró hacia la puerta dándose cuenta de que estaba gritando y resopló antes de volver a hablar, pero con un tono más adecuado. – Solo debías encargarte de una persona y ahora resulta que ¿Fue el equivocado? ¿Qué piensas hacer ahora para resolverlo?
Sus pies inquietos comenzaron a deambular de un lado a otro sin rumbo fijo; iba a todas partes y a ningún sitio, solo tenía la necesidad de gastar la energía de sus pies y transmitir su ansiedad hacia el suelo.
-¿Hablas en serio? Por tu bien espero que lo encuentres a tiempo y más si está en la ciudad. Probablemente ya descubrió para quien trabajas y ahora debe estar cazándonos. ¡Por tu bien espero que lo encuentres antes que él a nosotros! No nos conviene que el pequeño Lobo nos encuentre antes.
Mi tío cortó la llamada y suspiro exasperado mientras se acomodaba el pelo enérgicamente.
-¡Esté imbécil no puede hacer nada bien!
Él camino hacia la puerta y apagó la luz antes de cerrar la puerta con llave. Mi respiración se liberó en un suspiro justo cuando la cerradura hacia “click” dándome a entender que ahora, estaba encerrada en la oficina. Salí de debajo del escritorio con la sensación de que no solo mis padres tenían secretos, sino que mi familia entera los tenía, y algo me decía que Andrew tenía sus propios esqueletos guardados y harta de los secretos estaba más que dispuesta a descubrir los de todos. Sin importar lo que me costará.
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Editado: 20.09.2024