Leo sale a toda velocidad de la casa de los hermanos Sparrow, no podía creer lo que había pasado con Killian, no podía creer lo que estaba a punto de pasar con él, sino hubiese llegado Joselyn, ella se hubiera acostado con él, si ella no hubiese llegado de seguro que iba a hacer muchas cosas con ese vampiro. Estaba mal, debía buscar la forma de dejar de cruzarse con él, de dejar de verlo, pero era algo imposible, con la situación de la piedra, el clan de vampiros que la quieren, Caín, los sueños y como él siempre encuentra la forma de encontrarse en su camino, no le iba a hacer nada fácil alejarse del vampiro. Tenía que encontrar la forma de hacer desaparecer esa piedra y así quitarse a todos los vampiros de encima, incluido a él. Especialmente a él. Solo tenía que ocuparse de encontrar al que mató a sus padres, solo necesitaba continuar con su propósito y así poder estar en paz con los demás y con ella misma.
Ella camina por la calle a paso ligero, está ensimismada en lo que pasó con Killian y en todo lo que está pasando, que no ve al chico al que se lleva por delante. El montón de papeles que el chico sostenía en sus manos, caen al suelo.
—Lo siento, lo siento —se disculpa Leo, ayudando al joven a levantar los papeles.
—No te preocupes —le tranquiliza él—. Yo tampoco venía prestando atención al camino —Leo le sonríe al tiempo que le alcanza los papeles.
— ¿Mucho que estudiar? —curiosea ella tratando de ser amable.
—Mucho que repasar —contesta el chico. Leo lo observa, el chico tiene el pelo rubio un poco más largo de lo que debería, su piel es blanca, con apenas unas pocas pecas en su nariz y sus ojos marrones parecían tristes, atormentados. Por un momento Leo siente simpatía por él.
—Me llamo Leo —se presenta tendiéndole la mano. El joven le sonríe.
—Soy Joy. Joy Jasper —Leo le sonríe.
—Mi mejor amiga de seguro te dirá JJ —bromea, provocando que el chico sonría.
—No soy bueno con los pseudónimos —entona el chico forzando una sonrisa.
—No te preocupes, a ella no le importará —continúa la broma Leo, pero se notaba que el chico forzaba en demasía su sonrisa y ella decide parar con eso—. Será mejor que me vaya, es tarde y mañana tengo clases temprano —explica y vuelve a tenderle la mano.
—Sí, yo también tengo clases muy temprano —Joy asiente con la cabeza y se hace a un lado para rodearla y seguir su camino.
Leo lo observa alejarse, el joven era raro, como si algo lo estuviera atormentando, como si le tuviera miedo a alguna cosa. Como si algo estuviera ocultando. Quizás solo eran ideas de ella. Se estaba volviendo paranoica con todo el tema de la piedra y lo que conlleva todo eso. Debía tratar de calmarse un poco y ocuparse de encontrar la manera de despejarse de ella, hacerla desaparecer y así poder dedicarse al estudio, en definitiva, ella está ahí para estudiar… Y encontrar al asesino de sus padres.
Al llegar a la puerta de su casa, Leo se detiene para ver la altura de su hogar, de lo que una vez fue su hogar. Todavía recuerda ese último día en ese lugar, cuando su tía se presentó por primera vez ante sus ojos y decidió por ella que lo mejor era ir a vivir a Nueva Orleans. Dejar todo lo que ella creía atrás. No estaba muy segura de quién fue su madre biológica, Camille nunca le habló de ella más que cosas vagas y Leo nunca tuvo el valor de saber realmente quién fue su madre. Solo sabía que era una bruja, una antigua bruja de Nueva Orleans, unas de las más poderosas, le dijo su tía, y que tuvo que darla en adopción para protegerla, todavía no sabe de qué o de quién, solo que esa mujer la dio a una familia de personas “normales” como caracteriza su tía, para que cuiden de ella. Y lo hicieron, esos cinco años que vivió con ellos, fue la mejor parte de toda su vida, le dieron mucho en tan poco tiempo y es abrumador lo que los extraña. No se queja de su tía, no puede hacerlo, también la cuidó, le enseñó y le dio mucho, pero sus padres eran diferentes, eran “normales” auténticos y transparentes, no tenían secretos, al menos no tanto como los tenía su tía, porque estaba segura que ella ocultaba cosas, cosas de su pasado y el de ella. Leo podía poner las manos en el fuego por eso.
Cuando está por abrir la puerta de su casa, para terminar con la nostalgia y comenzar en trabajar sobre esa piedra para hacerla desaparecer, el vello de su nuca se eriza y su sangre se calienta. Ella se gira para encontrarse a Killian detrás de ella.
—Creo que ya tuve mi cuota de Killian por éste día —argumenta ella volviendo a poner su atención en su puerta.
—Estoy seguro que no tuviste suficiente —se burla él, sin poder evitarlo—. Ni por asomo —Leo se da vuelta y lo mira con los ojos chispeantes.
—Fue un error —asevera ella—. Será mejor que no vuelvas siquiera a sugerirlo —Killian la observa por un segundo y da un paso hacia ella. Ella da otro hacia atrás. El joven le muestra una condescendiente sonrisa y da un paso más — ¿Qué quieres? —le pregunta tratando de hacer que su voz suene fuerte y estable.