Leo corría aferrada de la mano de Killian. Ellos estaban escapando, escondiéndose entre los árboles de aquel bosque frío, tratando de no ser vistos ni cazados. De pronto, Leo suelta abruptamente la mano de Killian y termina cayendo al suelo por culpa de su largo vestido que se enreda en una rama suelta. Killian, al perderla vuelve por ella y quiere levantarla, pero su pie quedó atascado en la raíz que sobresalía en la tierra. Killian mira hacia arriba y puede ver que el dueño de esa raíz era un enorme árbol.
—Corre —exigió Leo, tomándolo del rostro para que le preste atención. Él negó con la cabeza — ¡Corre! —ordenó con dientes apretados.
—No voy a dejarte —sentenció Killian—. Voy a sacarte de aquí —demandó colocando sus manos en la rama para romperla con ellas—; mi vida no tendría sentido sin ti. Mi larga vida sería un infierno si tú no estás —Leo toma las manos de él para detenerlo.
—Debes huir o nos mataran a ambos —le indicó con una dulce sonrisa en los labios.
—No —entonó con rotundidad—. No te dejaré jamás. No podría vivir sin ti.
—Podrás hacerlo —murmuró ella acariciando el rostro del joven. Una lágrima cayó por su mejilla al oírla hablar así.
—Si no dejo de pensar en ti el poco tiempo que no estás conmigo, cómo pretendes que viva sin ti —murmuró con la voz cortada—. No me pidas que te deje porque jamás lo haré —una escopeta se escuchó a lo lejos—. Debemos darnos prisa.
Killian tomó nuevamente la rama entre sus manos y poniendo todo de sí, logró romperla y liberar el pie de Leo, él la tomó entre sus brazos y la alzó para comenzar a correr. Otro escopetazo sonó en la noche y Killian sintió como fue empujado, pero siguió corriendo sin detenerse. Un extraño calor comenzó a recorrer su pecho, al principio no le dio importancia, creyó que era por el escape, pero luego, se sintió más pesado… No era él, era ella. Killian bajó la mirada hacia su amada y pudo ver como ella parecía dormida entre sus brazos y su pecho estaba embardunado por un líquido color escarlata. Killian se detuvo en seco.
— ¿Leo? —la llamó con voz baja— ¡Leo! —repitió. Ella abrió los ojos y mostró una sonrisa. Killian la observó con la frente arrugada y el pecho queriendo explotarle. Con cuidado la colocó en el suelo para verle la herida — ¿Cómo pudo ser?— se lamentó al inspeccionar la herida—. No te mueras —le pidió en una súplica—. No te vas a morir —aseveró y sacó sus colmillos para luego clavarlos en su muñeca y hacer fluir su sangre. Él acercó la muñeca a la boca de Leo, pero ella lo detuvo.
—No haré eso —balbuceó Leo—; soy una bruja, no un vampiro.
—Pero… Pero, no me importa lo que seas o en qué te conviertas. Te necesito a mi lado. Te quiero a mi lado.
—Pensé que esta vez sería diferente —sonrió con tristeza ella.
— ¿De qué hablas? —preguntó Killian confundido.
—Pensé que en esta vida iba a tener tiempo para revertir lo que nos hice —ella tosió escupiendo sangre por la boca—. Pensé que podía redimirme —Killian pensó que estaba delirando por la fiebre que estaba levantando.
—No vas a dejarme, me oyes —escupió apretando los dientes y apretándola más contra su cuerpo—. No podré seguir sin ti —sollozó. Ella sonrió.
—Lo harás —afirmó, antes de cerrar los ojos definitivamente. Killian lloró sobre el cuerpo sin vida de su amada.
Leo se despierta de golpe y rápidamente se incorpora en la cama apretando su pecho con fuerza. Podía sentir una presión dentro de ella, como si la bala todavía estuviera en su cuerpo y le estaba llevando su vida. Su respiración era errática y no podía controlar el ardor en todo su tórax.
— ¿Qué ocurre? —pregunta Killian, preocupado al verla así, mientras se irgue en la cama para estar a su lado. Ella solo niega con la cabeza — ¿Fue un sueño? —tantea. Ella asiente con la cabeza — ¿Sobre nosotros? —ella vuelve a asentir—. Esta vez no fue teniendo sexo, ¿verdad? —entona medio en broma. Ella niega.
—Fue sobre mí, muriendo —murmura Leo con los ojos clavados a las sábanas.
— ¿Qué quieres decir? ¿Cómo muriendo? —Killian la toma del rostro para que lo mire y delicadamente le acaricia la mejilla para poder tranquilizarla un poco. Ella cierra los ojos dejando que la caricia del joven haga su trabajo.
—Corríamos por nuestras vidas, en medio de un bosque, pero una bala me alcanzó sin darnos cuenta —ella agacha la mirada por un segundo—. Poco después había muerto en tus brazos —la voz se le corta al final y Killian la envuelve con sus brazos y deja que ella esconda el rostro en su pecho—. Algo nos hice —dice de repente.