Hacía muchísimo calor.
Todo mi cuerpo estaba ardiendo en fiebre mientras gotas de sudor, o de sangre, bajaban por mi frente. La tierra debajo de mi, húmeda también, vibraba al menor paso de quienes estaban a mi alrededor ¿serían doctores, enfermeras, espíritus sedientos de dolor ajeno? No tenía idea, y estaba muy cansada como para averiguarlo.
Aunque, a lo lejos, se escuchaba una conversación que, a pesar de su tono al extremo decente, estaba lejos de ser pacífica.
—...Nos salvo de aquellos montones de raíces, ¡incontables vidas se perdieron durante la sequía, y tu quieres condenar a nuestro salvador!
—Es un participante al igual que todos los demás, y si lo ha hecho no ha sido por nosotros. Salvaba su propio pellejo.
—Sean cuales sean sus razones, moriríamos tu y yo si ella no se hubiera atrevido.
Son molestos, y este bosque es bastante grande ¿no pueden pelear en otro sitio? Preferiblemente a cinco kilómetros de distancia, gracias.
Eran dos; un hombre con voz chillona y hablar rápido, mientras que la mujer era terriblemente familiar. Quizás era ella quien me sostenía la mano, donde el calor era más fuerte, apretando de vez en cuando para enviar descargas de energía que me daban sueño.
Pero no quería volver a dormir, pues en los últimos días esa había sido la opción perdedora; cuando caía en la inconsciencia terminaba en sitios extraños que sólo traían problemas y más preguntas sobre mi situación actual, agregando más quebraderos de cabeza que intentaba ignorar lo más posible o me volvería loca antes de siquiera indagar más profundo en mi árbol genealógico.
Me resistí al delicado llamar de Morfeo y me aferre a la vibración de sus voces, los pasos apresurados y confusos así como el toque de su mano, que con cada segundo se hacía más palpable hasta que pude apretar, muy levemente, su mano.
—...¿Te parece que salvo su pellejo? Si no recibe ayuda en este instante morirá desangrada como todos los árboles del vecindario de Marisa. Te lo suplico, Michael, deben ayudarla.—la mujer sonaba desesperada y le temblaba la voz, apenas conteniéndose de llorar.
—No me interesa, Mareen, sigue siendo una humana, una participante que perdió en la competencia. Sólo déjala por ahí para que muera, ya no es tu asunto.
—¡Es mi campeona, y pienso defenderla! Solo estás nervioso porque tu campeón apenas y salió vivo de su prueba, mientras la mía hizo algo increíble. —el espíritu del bosque que me había metido en este asunto, Mareen, pareció tocar un nervio del susodicho, pues la tierra a nuestro alrededor tembló por momentos.
—¡Ja! ¿Crees que esa...cosa humana es meramente comparable con mi campeón?— se burló el hombre, Michael, pero antes de que Mareen pudiera responder otro espíritu ingresó en la conversación.
Por alguna razón, ella era diferente a ambos; a pesar de sus personalidades, los espíritus de los árboles poseían algún tipo de aura más cálida, como una fogata. Ella, por otro lado, era fría y azulada como el océano.
¿Desde cuándo puedo ver auras? Tampoco tenía la respuesta a esa pregunta.
La poseedora de esta nueva aura se aclaro la garganta antes de hablar con una voz pacifica y melodiosa, aunque incluso con los ojos cerrados podía ver la amenaza en sus palabras.
—Creo que debemos aceptar que, de no ser por las acciones de esta niña humana, el bosque moriría por la sequía; el agua del gran lago hubiera dejado de fluir y pronto se secaría, dando fin al bosque que nos ha protegido por más de quinientos años.— no escuchaba sus pasos, pero su aura se hacía más potente en cuanto se acercaba a mi— Debemos dejarla participar; es una heroína al final del día, y no sería muy inteligente de tu parte con las elecciones de líder a la vuelta de la esquina, mi señor.
La burla en su voz, su tacto acuoso en mi mejilla que me hacía estremecer. No sabía de criaturas mágicas, pero podría decir con facilidad que era algún tipo de espíritu del agua.
No una ninfa o dríade, algo más como una...¿sirena? No tengo idea, y el agarre en mi mano me impedía pensar con claridad las cosas. Mareen soltó un suspiro de alivio mientras Michael se quedó en silencio, pero pude sentir dagas en mi pecho cuando volteó su morada hacia mi.
Me atreví a abrir mis ojos, pero sólo vi estrellas negras bailando en mi visión, así que volví a cerrarlos cuando me entró un mareo.
—Tomare en cuenta tu propuesta, Mónica, y la entregare al Consejo...Pero quiero que recuerdes algo junto a tu ratita humana, Mareen.—se agachó hasta quedar a su altura, y casi pude escuchar el palpitar de su corazón cuando se acercó a su oído para susurrar una amenaza—...Mi campeón dejará en el barro a esa mascota tuya y me hará líder de este bosque. Cuando eso suceda ningún espíritu podrá ayudarte, y tendré a esa escoria humana bailando día y noche como mi bufón hasta el fin de los tiempos y tú la acompañaras, colgada desde la rama más alta que encuentre.
Se levantó de golpe y desapareció en un siseo similar al de un ave al emprender vuelo.
Mareen respiro profundo, y dejó de aplicar presión cuando noto que estaba a punto de desmayarme por una sobredosis de energía.
—...No tengo palabras para atardecer tu ayuda.
—En primer lugar; no lo hice por ti. La niña debe tener sus méritos reconocidos, y si apoye su actuación en las pruebas es únicamente para mi entretenimiento.— escuche el ruido del agua al fluir antes de que el liquido se esparciera por todo mi cuerpo, llenando de frescura las heridas abiertas— Siento algo diferente en ella, pero aún no sé exactamente que es. La energía no está fluyendo adecuadamente, y quiero saber por qué no funciona como cualquier ser viviente.
—Yo también tuve mis dudas al respecto. La primera vez que la vi estaba completamente bloqueada, ni siquiera podía invocar aunque su vida dependiera en ello.
Vale, creo que entendimos. Soy casi inútil en cuanto se habla de magia.
—Entonces, ¿por qué la tomaste como tu campeón? Las probabilidades de que sobreviva son...bueno, tú sólo mira como termino todo esto.
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Editado: 19.11.2021