Viviana McCartney.
Me levanté temprano con intención de alcanzar a agradecerle a mi padre antes de irse, pero en lo que bajé a la cocina supe que ya se había marchado. Comencé a tararear “Señorita”, mientras me acercaba a mi madre y terminaba abrazándola por detrás.
Ella nunca se cansa de estar en la cocina, le apasiona hacer comidas, postres y demás.
—Buen día, cariño—Sonreí. Hoy me levanté muy feliz y ella lo nota enseguida— Así que… Gina ya te contó—Afirmó, divertida.
Moví mi cabeza de un lado a otro, siguiendo el ritmo de mi cabeza, mientras bailaba hasta sentarme en uno de los taburetes, riendo.
—Gracias, se que ha sido papá, pero no he alcanzado a decírselo.
Sonrió.
—Tu padre haría lo que fuera por ti.
Rápidamente comenzamos a hablar sobre lo que cocinaba, dejó mi desayuno frente a mí y lo comí gustosa. Entre charlas sobre mi familia por parte de mi padre que vive a unas horas de la ciudad y el que ahora estudiaré en Bradford ambas logramos distraernos y no notamos a Andrew aparecer en la cocina, sino hasta que se colocó a un lado.
No llevaba camiseta, solo unos shorts deportivos y descalzo. Se pasó una mano por su cabello castaño claro y luego puso sus brazos sobre la isla de la cocina, encarando solo a mi madre.
—Mama, ¿De verdad seguirán con esto? —Vi a mi madre rodar sus ojos y girarse a limpiar la cocina.
—Sí, Andrew.
—¿Por qué no la dejaron en el colegio de monjas? —Preguntó.
Fruncí el ceño y abrí mi boca ofendida.
—¡Oye! Ginger no es un colegio de monjas—Me quejé.
Andrew soltó un resoplido.
—Viviana, te obligaban a usar uniformes, te llevabas tú desayuno como si fueras a un maternal y tenías que llegar a la hora o ibas a “detención” —Hace las comillas con sus dedos— Que seguramente se basaba en mirar a la pared a pensar que hiciste mal. No me jodas —Mi madre lo miro mal y extendió la palma de su mano hacia él, Andrew gruño por lo bajo y dejó diez dólares en su mano.
Me reí.
—Ojalá tú hubieras asistido a ese colegio de “monjas” para que controles tu boca, quedarás en banca rota si continuas así —Me burlé.
Andrew rodó los ojos.
—No puedes transferirla a Bradford, mamá—Se quejó otra vez.
Mi madre le sirvió el desayuno.
—Ya lo hice—Respondió ella, dejando el plato frente a él— Ahora come.
—¿Por qué?
—Dios, Andrew, ya te lo expliqué y solo te pido que nos apoyes a tu padre y a mi— Respondió mamá, perdiendo la paciencia.
—¡Pero es que eso no tiene ningún sentido! — Exclamó Andrew, perdiendo el control— ¡Adam, ven a ayudarme! —Gritó.
Mi madre colocó ambas manos en sus caderas con desaprobación, en cuestión de minutos Adam apareció en la cocina con una toalla alrededor de su cuello y el cabello mojado.
—¿Tú de dónde has salido? —Pregunté divertida, pero mi gemelo me ignoró por completo y se detuvo al lado de Andrew.
—Explícale a mamá, porque Viviana no puede estudiar en Bradford— Le pidió Andrew, masticando una tostada.
Fruncí el ceño, ¿Por qué tanto alboroto?
—Mama, solo mírala; Viviana no parece una chica de diecisiete años— Me señala.
Ambas alzamos las cejas.
—Tengo dieciséis— Digo, mirándolo mal.
Es decir, somos gemelos. ¿Qué le pasa?
—¡Exacto! Te adelantaron un año genio, estarás rodeada de personas un año mayores que tú —Soltó, obvio.
—Eso no tiene ningún sentido del porque no puedo estudiar en Bradford —Me crucé de brazos.
—¿Sabes la cantidad de chicos que la van a mirar? —Preguntó Andrew, tensando la mandíbula. Y allí estaba su problema— ¡Nos hará matar a alguien! —Exclamó, sin dejar que mi madre respondiera.
—Dejen de exagerar, por Dios —Ellos me miraron con los ojos entrecerrados.
—¿Por qué de pronto quieres ir? —Preguntó Adam, sin dejar de entrecerrar los ojos.
Sonreí.
—Gina también se ha cambiado a Bradford, papá hablo con su madre y el está dispuesto a correr con los gastos mientras Marilyn pueda solucionarlo— Expliqué, emocionada.
—Lo ven, Viviana no estará sola —Respondió mi madre, sacando los huevos y metiendo los tocinos.
—¿Gina? —Preguntó Andrew, pude ver el asombro en su mirada.
Asentí, sin quitar mi sonrisa.
—¿Papá se ha vuelto loco? —Preguntó Adam, con el ceño fruncido y la mandíbula apretada.
—¡Adam, respeta a tu padre! —Lo reprendió mi madre.
—¿Cuál es tu problema?
Adam resopló, negando con la cabeza, al segundo de fue molesto de la cocina. Hubo algo en su mirada que no logré comprender.
—Que ahora son dos a las que hay que cuidar, eso es lo que pasa. No serías capaz de soportarlo, Viviana —Esa fue la respuesta de Andrew, para continuar comiendo su desayuno en silencio.
Mamá siguió cocinando y yo tomé eso como fin de la conversación. Recargue mi barbilla sobre mis manos, pensando en lo exagerado de sus reacciones.
Entiendo que quieran cuidarnos, pero no era necesario, Gina y yo sabremos cuidarnos muy bien. No entendía porque tanto alboroto, Adam y Andrew son complicados cuando quieren, además; ¿Por qué dicen que no sería capaz de soportarlo? Se que puedo manejarlo mejor de lo que lo hice en Ginger.
—Vivi, ve a decirle a Adam que su desayuno está listo— Pidió mi madre, distrayéndome de mis pensamientos.
Me encaminé hasta las escaleras y me detuve al oír la voz de Adam viniendo del patio trasero, caminé hasta allí y me detuve de nuevo en el marco de la puerta.
—¿Qué? —Preguntó con brusquedad —No lo sé, tampoco me importa —Fruncí el ceño— ¡Que no me has dicho nada, imbécil! —Alzó su voz.— ¿Ah, sí? Muy tarde, idiota —Salí de mi escondite para averiguar con quién discute y veo su espalda tensarse —No, Liam —Oh, Liam, no tengo idea de quién es— Vete al carajo— Y colgó, justo cuando yo lo rodeaba por detrás.— Puedo sentir tu presencia así te escondas, Viviana— Se dio la vuelta y terminó rodeándome con sus brazos, soltando un suspiro.
Editado: 09.09.2022