Abro la cortina y esbozo una media sonrisa cuando el día nublado y frío me da la bienvenida. Después de todo sí podré usar mis suéteres favoritos durante el viaje.
Espabilo y cojo las cajas que contienen mis pertenencias y me dirijo con ellas al garage donde pongo todo de manera ordenada dentro de mi auto. Cuando he acabado, cierro la cajuela y mi celular suena a la distancia. Me tomo mi tiempo y cuando llego a la isleta de la cocina, éste ya ha dejado de sonar para mostrar una notificación de llamada perdida en su lugar.
Hago un puchero al ver quién hizo la llamada y me doy una palmada en la frente por no apurarme. Al instante me llega un mensaje de Jonas y sonrío como boba al recordar que la escapada romántica es con él.
Jonas: Que no se te olvide la comida y las demás cajas con nuestra ropa, amor.
Sophie: Ya he guardado todo.
Jonas: Vale, entonces nos vemos en un rato, te amo.
Sophie: Hasta entonces, yo también te amo.
Hemos quedado que el fin de semana lo pasaríamos alejados del estrés de la ciudad y por supuesto hacer algo diferente con la rutina que hemos creado. Además de que cumpliríamos ocho años de relación, creo que es un excelente lugar para festejarnos.
La cabaña pertenece a mi hermana mayor Paige, sin embargo, ella decidió mudarse cuando perdió a su esposo una noche lluviosa de Marzo, pues él tuvo un accidente automovilístico que le provocó la muerte instantánea. Mi hermana no podía vivir en el sitio en el que había vivido tantos momentos felices ya que ella pensaba que si lo hacía los mancharía de rabia, tristeza y dolor.
Un mes después del accidente se mudó a otro estado dentro del país y desde entonces no he vuelto a tener contacto con ella. A veces me pregunto si todo hubiera sido diferente si la hubiera acompañado durante su duelo. Si tan solo ella me hubiera permitido acercarme. Pero las decisiones una vez tomadas ya no se pueden modificar y las suyas las respeté. Solo espero que viva feliz y plena.
Dejo salir un suspiro y cojo mi teléfono para ir al auto y ponerme en marcha. Recogeré a Jonas en su trabajo y posteriormente nos iremos a la cabaña, la cual queda a cuatro horas de la ciudad.
Saco mi auto del garage y luego de cerrar el portón con el control me pongo en marcha hacia St. Marie Avenue, en dónde se ubica el corporativo más importante de la ciudad y del cual mi novio forma parte. Estaciono el auto frente a la entrada y lo veo salir apurado sosteniendo su maletín negro. El verlo tan pulcro siempre hace que se me acelere el corazón.
Bajo el vidrio y sonríe cuando me ve. Sube al auto y luego de darme un beso, lo arranco. Las calles están transitadas al ser la hora pico y Jonas pone música cuando ve que empiezo a estresarme. Mis músculos se destensan al instante y prefiero escuchar la música en vez de pensar como majadear a los que van frente a mí.
Después de veinte minutos, salgo del centro y me dirijo por la carretera federal, dejando cada vez más atrás los edificios para solo ver árboles y un paisaje totalmente diferente. Con el pasar del tiempo, el clima empieza a disminuir y tengo que prender la calefacción cuando veo que empieza a oscurecer y nos aproximamos a nuestro destino.
Pasamos la tercera curva del tramo restante y una calle estrecha y llena de piedras nos da la bienvenida. Mi novio me pide que prenda las luces y lo hago cuando la oscuridad envuelve el sitio impidiendome ver más allá. Pasamos la primera cabaña y me sorprendo al ver que no hay ninguna otra habitada durante el trayecto a la nuestra.
—Se supone que debería haber más gente aquí—Me muerdo el labio con nerviosismo al ver todo tan solo, pero a la vez me provoca una paz inmensa al saber que no tendré que lidiar con vecinos molestos y ruidosos.
—Quizás es muy caro poder comprar una en este sitio. Tú hermana corrió con suerte.
—Si...
Cuando me adentro más, las luces del auto alumbran la fachada de la cabaña y suelto un suspiro de alivio. Estaciono el auto en la parte frontal de la misma y Jonas es el primero en bajarse.
—Vaya, hace demasiado frío nena. Deberías ponerte algo encima.
Me quito el cinturón de seguridad y giro cogiendo el suéter largo que he dejado en el asiento trasero. Me lo pongo cuidando que no se atore con mi cabello apenas sujeto y salgo del auto. El aire gélido me da la bienvenida e inhalo hondo escuchando a los grillos amenizar la noche.
—Te ayudo con las cajas—Jonas abre el maletero y yo me apresuro a abrir la puerta de la cabaña, la cual se atora un poco pero al final cede chirriando.
Y bueno, definitivamente el escenario que tengo delante podría ser el de una película de terror.