En las cercanías de las ruinas que una vez fue el gran fortín de Gold Lake, se encontraban dos soldados del reino de Fith, patrullaban cerca al campamento instalado en el claro de aquel sitio, controlado por los Colmillos Salvajes, ambos se frotaban los brazos de vez en cuando, pues aún cubiertos con sus abrigos de piel hechos a base de animales que pudieron cazar, no era suficiente para aguantar aquel clima tan frio que ya estando cerca del Monte del Origen ejercía su fuerza sobre todos por igual.
–Maldita sea, ¿Cuánto tiempo estaremos aquí? –Decía uno de aquellos soldados, un hombre grande, pelinegro, con ojos oscuros y una barba frondosa, el otro se notaba más viejo y cansado, sin embargo, parecía ser alguien saludable, tenía el rostro afeitado, el cabello grisáceo y sus ojos eran de color café claro.
–No lo sé, hasta que nos mate el frio, o el ejercito de Adam, lo que pase primero.
–¿Conoces a ese hombre? –Decía el hombre de la barba al anciano quien paraba cerca de una de las rocas que antes formaba parte de las murallas del fortín, se apoyaba un momento en ella y se acomodaba el abrigo de zorro que llevaba en el cuello.
–Adam Fallcie… El único hombre que puede entender la guerra, el no es como tu o yo, es una especie de demonio… Debe estar feliz…
–¿Feliz? Debes estar borracho viejo, ¿Quién estaría feliz cuando una guerra acontece?
El hombre corpulento se mantenía de pie observando al anciano que se apoyaba sobre la pared sacando de entre su alforja una cantimplora, la agitaba frente al joven para mostrarle que estaba llena y se la lanzaba, el hombre de barba sonreía y la destapaba para beber entusiasta de la misma, acto seguido escupía su contenido a un costado y fruncía el ceño.
–¡Esto es agua, maldito anciano! –El hombre mayor se tiraba una carcajada mientras recuperaba el paso dejando de apoyarse en la pared, el joven le seguía desde atrás escuchando también lo que estaba a punto de contar aquel anciano.
–Adam era el capitán de los siete, el grupo que protege a Velad Rider, antes de unirse a la Legión de Justicia.
–¿Qué mierda es la Legión de Justicia?
–Soldados pagados por el gobierno de Sarah que van a pequeñas guerrillas a lo largo del continente, disputas territoriales, batallas contra bandidos, conflictos de intereses, podría decirse que hace años diferentes duques y gente con dinero en Sarah busca resolver sus conflictos de esa manera.
–¿Contratando mercenarios? Escucha anciano, se que por tu edad debe ser difícil pelear y has de tener mucho miedo de los rumores, pero nosotros somos mejores que simples mercenarios, ¿No te lo contaron? Nosotros capturamos al rey Velad, a los siete y a la Hoja Carmesí, además vencimos a su hijo y el ejercito de norteños que lo acompañaba.
–Si, tienes razón, y también dejaron que se escapara.
El anciano miraba hacia el frente con una mirada sombría y un rostro inexpresivo, el guerrero joven se adelantaba hasta caminar a su lado, poco a poco se acercaban de nuevo al campamento, a cada paso que daban podían notar el olor madera y carne quemándose, junto con ceniza cayendo del cielo cada vez mas frecuentemente; aquello no parecía importarle a ninguno de los dos, pues asumían que sería alguna fogata del campamento y un jabalí rostizándose.
–Velad y los suyos están capturados, así que ¿Qué más da? –Respondía al comentario anterior aquel guerrero barbado.
–¿Qué más da no? –Le preguntaba el anciano a su acompañante dándole aprobación a su comentario.
Tras cruzar entre los árboles, llegaban a una torre en ruinas cerca del campamento, en el mismo los Colmillos Salvajes trataban de hacer una gran fogata y cocinar diferentes animales que habían cazado, cerca de la entrada a la torre había otro par de soldados que tras bajar de la misma saludaban al anciano y a su corpulento acompañante para luego retirarse, los dos hombres subían en la torre para poder cumplir su turno de vigilancia.
Al estar en la cima, el barbado entrecerraba los ojos mientras apoyaba su mano en el ladrillo que recubría la punta de la torre y observaba a la distancia sin presenciar nada raro, su barba se agitaba al viento frio de aquel sitio.
–¿Y cómo conoces tanto a ese sujeto? –Mencionaba sin quitar la vista del horizonte y el anciano se acercaba hasta quedar a su lado y vigilar de igual forma.
–¿Adam?... Bueno, es porque yo soy Adam Fallcie…
En ese instante, el hombre joven volteó a ver al anciano y desenfundó rápidamente su arma a la vez que buscaba su cuerno para dar aviso de lo que sucedía, sin embargo apenas situó su mano derecha en el agarre del cuerno, Adam se movió de forma ágil y le rajo la garganta con una cuchilla que sacó con rapidez desde su manga; el hombre de frondosa barba se desangraba desbalanceándose y cayendo al suelo mientras hacía sonidos ahogados, se retorcía y sujetaba su propio cuello asustado y llorando, Adam le ponía el pie derecho en el pecho para dejarlo quieto y le observaba con un rostro inexpresivo.
–¿Qué mas da no?... –Vociferaba Adam observando aquel sujeto que dejaba de moverse de poco en poco, su rostro se apagaba en una expresión de terror y sorpresa, con sus ojos llenos de lágrimas y sus manos manchadas de sangre junto al suelo.
Después de eso, aquel hombre quitaba el pie del cadáver desangrado de su víctima y hacía una seña con la mano en el aire, del otro lado del bosque, se encontraba Joseph Hitley, quién tenía un radio comunicador en la mano derecha y con sus binoculares podía ver la cima de la torre con claridad desde muy lejos; tras ver la seña daba la orden de ataque con su comunicador y de entre los bosques, sus soldados empezaban a abrir fuego contra los Colmillos Salvajes, quienes buscaban de cualquier forma protegerse y huir del fusilamiento, cuando el ataque empezó trataron de contra atacar buscando sus armas pero las ráfagas de los fusiles de asalto no dieron tiempo de hacer nada, pronto el campamento había sido eliminado y Adam bajaba de la torre para poder encontrarse con algunos de los soldados de Joseph.
Editado: 30.03.2021