La carrera del fin del mundo

Jhon ama a Lily

El escuadrón terminaba de descender el edificio derrumbado pero Esteban Soler aún seguía
sobre este, Sousa cesó su caminar y se dirigió al supervisor con una pregunta.
—¿Qué sucede?— Con esto Sousa llamó la atención de Esteban y del escuadrón de una
treintena de hombres con uniformes azules.
—¡Esos autos!— exclamó Soler y siguió expresándose.
—Los podemos usar, tal vez funcionen, para buscar recursos—
Mientras bajaba los escombros, sus botas se ensuciaban y sus calcetines se llenaban de
arena.
—Para buscar a Dos Santos— Con esto concluyó y Sousa presentó su propia moción.
—Será otro día, ya casi son las dieciocho horas, la tormenta llegará pronto— Rodrigo siguió la
ruta de vuelta a la nave junto a los demás, pero en su mente revoloteaban un par de preguntas,
como serafines con incienso.
—Y si estos eran los autos que escuchó en la gran mesa de la nave—
La gran carrera del fin del mundo corría peligro, Sousa estaba al tanto de las pillerías de estos
fanáticos de los autos, el combustible robado, implementos de soldadura, maquinarias y demás
herramientas, todas estas extraídas de la bodega, habían convencido a algunos supervisores
pero no a Esteban Soler, si este supervisor se llegará a enterar de todo esto, el plan sería un
fracaso rotundo, por ahora Sousa tenía una misión en su mente, advertir a Martín y su grupo
sobre los intereses de Soler en los autos.
En la bodega de autos, los ánimos estaban por los cielos, una profunda angustia inundaba los
corazones de estos apasionados por los autos.
—Tranquilos ya se fueron— mencionó Martín dirigiéndose a un montón de nerviosos, y
ansiosos gentiles, ya casi empezaba a oscurecer y debían dirigirse a la nave y llegar antes que
el supervisor Soler. Todos emprendieron el viaje, la ruta, a través del Maracaná para no ser
descubiertos.
En la nave el capitán Kirt Hudson intentaba comunicarse con los superiores en Marte el planeta
rojo, los intentos un fracaso, cuando la guerra sucedió hace tres años, destruyeron antenas por
todo el mundo incluido satélites importantes para la comunicación, ahora debían enlazarse
transmisiones de punto a punto y las grandes distancias, sesenta millones de kilómetros, como
resultado pérdidas de información y un retraso de días enteros en cada mensaje.
Esteban Soler, Rodrigo Sousa y el escuadrón de búsqueda rodeaban el Maracaná con
dirección a la nave, dentro del estadio un grupo de unas doce personas esperaban
pacientemente, eran Jhon, Martín, Lily y los demás alistados a "la carrera del fin del mundo", se
habían resguardados entre los misiles, en el centro del estadio. Peter regresaba con pasos
ligeros, dio un brinco y se escondió detrás de una pila de cohetes bélicos.
—¡Silencio! están afuera— divulgó Peter mientras se llevaba el índice derecho a su boca

tratando de hacer una señal de mutismo. Todos guardaron silencio y las botas de Esteban
Soler y una treintena de fisgones se oían pisar la arena fuera del coliseo, Margaret quien
estaba acuchillada al suelo junto a Martín, a lado de un pirámide de misiles verde—oscuros, se
alzó en sí, estiró sus piernas, se dirigió con cautela al mecánico a junto y rompió el silencio con
unas palabras.
—Yo no tengo miedo de Soler— expresó la mulata frunciendo el ceño y estrujando sus
enormes labios de un lado a otro, cuando terminó de parlotear.
—¡chite!— Y unas cuantas palabras mayores escuchó, cerró su boca pero en su mente no
había terminado de hablar. Del otro lado del estadio se hallaba Peter, era el conejillo de indias,
avisó con señas en sus manos, ¡Soler se alejaba!, ya podían moverse, los ánimos ascendieron
nuevamente, y algunos apresuraron el paso, hacia la nave, Margaret y Martin había
experimentado una especie de lazo momentáneo de amistad, seguían juntos, conversando, y a
los ojos de los demas parecia un agrado mutuo, "es una mujer ameno", pensó.
—Sabes, si es nitrógeno..., mencionó la mujer de enormes pechos y cintura pronunciada, y
siguió.
—Los podemos usar en los autos...
Los ojos de Martín destellaron con fulgor, era una idea fantástica para él, no podía esperar para
usarlo como un potenciador en la aceleración, tenía los conocimientos, ya lo había pensado
antes pero lo descartó de inmediato, Margaret se lo recordó, ya contaba con una complice para
poner en marcha el proyecto "Nitro" pensó. Por un instante se veía a sí mismo sobre las calles
destruidas llenas de arena, corriendo con un Fiat a cientos de kilómetros por hora, e
inyectando dinero al auto, acelerando el pequeño Fiat al límite.
Jhon y Lily se aseguraron que nadie los aceche en el gran portón de acceso a la nave,
observaron con cuidado, metieron sus cabezas primero, echaron un vistazo alrededor de la
entrada, Soler y el escuadrón ya se habían esfumado, ambos entraron y Jhon hizo ademanes,
avisaba, ¡sin novedad!
Martin y Margaret seguían con una charla algo extraña sobre misiles, caballos de fuerza,
combustión y riesgos sobre los tanques de nitrógeno encontrados. Martín intentó cambiar la
conversación e interrumpió a Margaret que intentaba sacar información sobre Jhon a Martín, él
se negó.
—Jhon ama a Lily, entiende— manifestó Martín, y Margaret se hacía la sorda ante las palabras.
Sus ojos se pusieron blancos los había empujado hacia atras, estos volvian, Martin se
sorprendió, y su corazón volvió a palpitar, recordó que de niño retorcía sus párpados para
molestar a sus primos, en Brasil las familias eran numerosas, eran muchos primos, eso de los
párpados eran un juego de niños, Margaret lo aterro por un momento, con sus enormes ojos
tornarse blancos y su cara molesta al escuchar nombrar a la pareja.
—Eso lo veremos— concluyó Margaret alejandose de Martin, vacilando sus posaderas,
rebasando a todos, a pasos firmes, tomó las escaleras desapareció con el último elevador
disponible. Lily y Jhon se dirigieron a la gran mesa allí todos merendaban, coronaban su día
con un plato de carne de soya, arroz in vitro, y un jugo de fruta artificial, ¿que clase de fruta?
era un misterio.
Después de la comida, Jhon despidió a Lily como los amantes se despedían antes del segundo
milenio, un gran abrazo y un beso francés, el día había terminado, no se dijeron mucho solo
un..




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