A lo lejos de los sentidos racionales se percibía plenamente la colisión estridente que se genera, principalmente, al entrar en contacto de un golpeteo de espadas. Agnis veía grandes destellos laminares de luz que se producían con cada colisión estridente. Agni podía ver a través de ellos: era el ser de la llama del fuego del espíritu, lo que, en otras palabras, quiere decir que es el espíritu ofrendado de la conversión ígnea del espíritu. Por ello, su compromiso adquirido era traer de vuelta a Metatrón a su estado congénito de ser, pero Agni no sabría que su comisión íntima con Michael sería la conversa de su compromiso deontológico.
—Michael, ¡cuidado! —Escudó a Michael de la gran refulgente espada de Metatrón mientras Agnis gritaba con sangre entre la boca. Agnis cayó de espaldas, que se vio sujetado por Michael. Metatrón había desaparecido.
—No lagrimees —dijo Agni con casi nada de fuerzas—. Lo siento, no pude lograrlo una vez más —Agni entrecerraba y entreabría los ojos, cada vez más, cada momento más, cada instante más de tiempo cerraba poco a poco los ojos quizá para nunca más regresar.
—No tienes que… —afirmó Michael mientras sostenía a Agni en sus brazos.
—Mientras no lo haga, no seremos libres.
—¿Acaso eso lo que dices es, en realidad, la libertad? —cuestionó Michael mientras lagrimeaba. Agni soltó una risa satírica.
—Algún día cumpliré el pacto de flujo de sangre: traeré de vuelta a Metatrón con nosotros.
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Editado: 06.12.2020