La chica de la gorra roja

Prologo

25 de abril del 2019

La mire con recelo sin poder creer ninguna de sus palabras. El corazón me dolía de la peor manera, sentía como un dolor se desprendía por toda esa zona y no sabría cómo hacer que desapareciera. Permanecíamos bajo la lluvia, aunque ambos sabíamos que esto traería como consecuencia un resfriado no le dimos importancia, prefería tener resfriado por el resto de mi vida que saber aquello. Me aterraba la idea de solo saber que algún día ella se iría de mi lado.

Meehan se apiado de mí y por fin se armó de valor para ser sincera conmigo, sin embargo no creí que su confesión fuera tan fuerte. Los dos no dejábamos de llorar, era incontrolable, me ardía la cabeza como el infierno que tuve que cerrar los ojos por unos segundos y respirar detenidamente.

—Isaac... deja explicarte... yo... —habló soltando uno que otro sollozo al momento de hablar, de sus hermosos ojos azules grisáceo descendían lagrima tras lagrima.

No me atrevía a tocarla, porqué por primera vez su tacto acabaría conmigo en un instante.

—No digas nada por favor. —pedí retrocediendo unos pasos. La lluvia cada vez era más fuerte, las gotas mojándonos de pies a cabeza. — ¿Por qué nunca lo dijiste? ¿Por qué me haces esto?

—Es que... —intento defenderse pero mis gritos la asustaron ocasionando que se callara.

 Apretó los labios formando una línea recta, desviando su mirada de mi. 

—¡Es que nada Meehan! —hice una pausa para respirar. — Nunca me lo dijiste, yo te quiero y demasiado, no puedes hacerme esto.

—¡Yo tenía que conocerte! ¡Saber cómo eras realmente y como hubieran sido las cosas si nosotros nos conocíamos! —esta vez fue ella quien grito, su voz se escuchaba rota pero a la misma vez enojada. —Perdóname por hacerte esto, perdón por ser la causante de tu sufrimiento y tus lágrimas, enserio perdón.

Esta vez no dije nada.

Mi mirada permanecía en todo momento en ella, manteniendo una distancia prudente entre nosotros, Meehan no dejaba de llorar, se limitaba a observarme con tristeza, su cabello largo color castaño teñido de rosa en las puntas estaba mojado, al igual que toda su ropa, algunos mechones adheridos en su rostro. 

Y reaccione.

Ella debería estar en casa descansando, no aquí, en la lluvia temblando debido al frió. Discutiendo de algo que pronto tendría solución, porque debería de haberla. 

Observo directamente mis ojos, en los suyos reflejado cansancio, dolor y decepción.

Comencé a sentir culpa. Era un estúpido. 

—Perdóname por querer ser feliz una vez en mi vida. —murmuro en voz baja.  Apenas y logre escucharla. Dejándose caer de rodillas en medio de la calle, como si estuviera rindiéndose.

Sin importarme más, lanzando mi dolor a lo más profundo de mí ser, me acerque a ella, envolviendo mis brazos en su pequeño cuerpo que no dejaba de temblar, atrayendola hacia a mi. La abrace con fuerza, tratando de trasmitir refugio, quería dejarle en claro que no me iba a ir, después de todo jamas lo haría. Ella tardo en responder mi abrazo, aferrándose a mí.

Mentiría si dijera que no estaba asustado por el futuro, de lo que nos esperaría a ambos. 

Tenía que llevarla a su hogar, debíamos de irnos ahora.

—Isaac... —susurro para posteriormente cerrar los ojos y desmayarse en mis brazos. 

 



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Editado: 01.08.2020

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