En un lugar apartado dentro de los bosques de Gales caía una ligera llovizna, en la cima de una colina había entre dos hileras de árboles sus ramas se estiraban en lo alto una sobre otra para formar una especie de cúpula que protegía de la lluvia a un sector rectangular escavado hace muchos años ya sobre la tierra; la hierba cubría todo como un tapete.
En el centro de extraña estructura se encontraba una figura encapuchada, era un hombre ya mayor de piel morena y barbas blancas y cabello cano. Estaba tranquilo se podía decir que disfrutaba de tal situación; el frio y el ruido de la lluvia parecía alivianar su alma. Solo abrió los ojos cuando en el centro del prado se hizo un aro de luz avanzo lentamente hacia el mientras este se hacía mucho más grande, era un portal que dejo ver a dos hombres vistiendo túnicas como la de él; uno ya en sus cuarenta y tantos de origen británico a su lado derecho un joven en sus veintes, su hijo.
Los tres pertenecían a una orden fundaba hacía más de cuatrocientos años dicha orden se encargaba de mantener el equilibrio entre el bien, lo humano y el mal. Este equilibrio se centraba en una identidad tan poderosa que tan solo que decidiera usar sus poderes de manera equivoca acabaría con dicho equilibrio. En cada equinoccio de otoño debía despertar y buscar a una portadora que fuera recinto de su poder y llevara a cabo su malvado propósito.
El hombre mayor procedió a abrazar al padre y ante el disgusto del hijo luego a él.
–La marca ya ha aparecido señor– procedió a decir el hombre recién llegado.
–Supongo que como siempre nadie ocupara el lugar – se apremió a decir el aciano con una sonrisa que trasmita serenidad y seguridad.
–De hecho, no, señor –aseguro el hombre, tras tal afirmación la sonrisa del anciano desapareció para dar paso al desconcierto. En ese momento la lluvia areció mucho más cualquiera habría no le había dado importancia, pero los recién llegados no.
–Señor creo que no demos preocuparnos tanto han pasado más de 300 años desde la última, y además tenemos los seres más poderos de nuestra parte.
–Esto no es juego muchacho el orden de las cosas está en peligro no habíamos tenidos hermanos medios ese día en ese lugar –respondió el aciano.
–Siempre es lo mismo en cada equinoccio, ¿Cuánto más va a seguir esto? si mi madre …
–Hijo basta ya –dando una mirada dolorosa a su hijo prosiguió– será un grupo de estudiantes de maestría del Colegio británico de música, pidieron un permiso espacial para una sesión de fotos. Se lo adelantaron una semana.
– ¿Cuantas mujeres ahí?
–Tres.
–Debemos alejarlas de – pero el anciano no pudo seguir su frase; el ruido de una rama cayendo al suelo los alerto de había alguien escuchando, los tres hombreas descubrieron sus manos de las mangas de las capas. En el dorso de sus manos se veían levemente como cicatrices la runa vikinga del mago, eran magos y no cualquier clase mago eran druidas y pertenecían a la orden de la Espada y la Pluma.
El más joven estirando sus brazos emitió de las palmas de sus manos un aura verde como las esmeraldas que recorrió todo a su alrededor, el chico sintió una presencia no agradable al bosque.
–Son Amantes del caos.
Ante las palabras del chico, ellos tres dieron tal salto que solo era digno de los superhéroes de comics, aterrizaron en distintos puntos del bosque donde el anciano se encontró con una pareja de amantes del caos o magos oscuros, el hombre se encontró un hombre tan robusto que parecía un troll y finalmente el joven se enfrentó a una hermosa joven talvez hasta menor que él.
Los magos de la orden sabían que no podían dejarlos huir porque hablarían de lo que acaban de oír, nadie se ira sin luchar. El joven lanzo el primer hechizo y unas raíces salieron de la tierra para atrapar a la escurridiza mujer, pero no contaba que lograría zafarse y al hacerlo le lanzo un hechizo que ágilmente logra esquivar pero que le rozo la mejilla y le causo un sangrando, al sentir su sangre bajar por el costado arremete contra la dama de tal manera que no pude esquivar ningunos de sus hechizos y finalmente ella callo como una pila de tierra que se mojaba con la lluvia. Como lo ordenan las antiguas tradiciones invoco al viento para que dispersara la tierra y regresara a ser una Hermana menor.
Cuando respiraba para recuperarse apareció el anciano con su túnica rasgada por los hombros y los pies encharcados y llenos de lodo.
–¿Cuánto tiempo paso? –preguntó el anciano sacudiéndose la túnica.
–Talvez unos veinte minutos, es el tercer ataque en una semana, ¡en serio! se desesperan cada vez más.
Ante esto el anciano hizo un gesto de cansancio de tal situación, el mes de septiembre era el más ajetreado para ellos, debían cuidar de que nadie tocara la marca y de los ataques de los Amantes del Caos.
–Mi padre está tardando demasiado –dijo el joven preocupado.
–Tienes razón vamos a buscarlo –respondió con calma el anciano.
Ambos recorrieron el bosque con tal velocidad y agilidad que parecían que en vez de ser humanos fueran ciervos criados en aquel perdido lugar. Al pasar de los minutos se dieron cuenta que se había alejado mucho de su punto original de combate. Al llegar el ocaso le encontraron inconsciente casi al borde de una carrera junto a una enorme pila de tierra se notaba que había dado una gran pelea y su energía se había agotado hasta tal punto que el anciano le recomendó al joven que llevara a su padre a la fuente sanadora porque este yacía bajo un hechizo de mortalidad lenta mientras él se encargaba de hacer el ritual.