Golpe de Realidad
Verla hizo que mi corazón latiera a toda velocidad en mi cuerpo, mi mente no terminaba de procesar la razón por la cual ella estaba ahí, tirada frente a mí. Mi mente solo puedo procesar una palabra, la cual dije con la voz rota.
—¿Marissa?
—¡Marissa! —exclamo desesperada su abuela acercándose a ella.
—¿Marissa?, ¡¿La misma Marissa de la que me contaste?! —murmuro Rose a mi lado.
Asentí lentamente y clave mis ojos en sus brazos, con los que se intentaba parar, apoyada de su abuela, quien se estaba manchando las manos con la sangre de su nieta.
—¿¡Que paso?! ¡¿Cómo terminaste así, Marissa?!
—Fue él, otra vez, lo volvió a hacer, no puedo más, no quiero vivir más ahí, por favor, deja que me quede contigo, así como hizo Spencer, no seré una molestia, lo juro, pero no me vuelvas a dejar ahí, te lo suplico —sollozo desesperadamente aferrándose de su brazo.
—¿Él? ¿Tu pa…?
—¡No es mi padre! ¡Ese hombre jamás será mi padre! —la interrumpió con un grito de furia.
El tintinear de la campana volvió a resonar por las paredes de la florería.
Spencer entro a la tienda de lo más campante, tenía los ojos cerrados y tarareaba una canción, al mismo tiempo en el que movía la cabeza al ritmo de la música que provenía de los audífonos que aún llevaba puestos. Se quitó la mochila y la lanzo a una esquina, tortuosamente lento retiro los audífonos de sus oídos, y abrió los ojos, encontrándose con una escena para nada agradable.
Se quedó inmóvil en su lugar, su mirada paso de su hermana a mí, de mí a Rose, de Rose a su abuela, de su abuela a su hermana, y de su hermana otra vez a mí. Mantuvo su vista fija en la mía, sus ojos exorbitados no se alejaban de los míos, ninguno dijo nada por lo que pareció una eternidad, formando así un ambiente incómodo y desagradable.
Marissa se sentó una silla, mientras su abuela corría a la cocina por lo que supuse sería un vaso de agua, para calmarla.
—Lo volvió a hacer Spencer, y no pienso regresar esta vez, me quedo. —afirmo con los ojos llorosos.
—Mar…—intento decir su nombre, pero se detuvo—. Tat…
Antes de que pudiera decir algo, lo empuje con todas mis fuerzas, para que así se moviera de mi camino a la puerta, y salí corriendo.
Llevaba corriendo aproximadamente tres minutos, apenas y podía ver. El llanto me nublaba la vista, mi respiración acelerada, apenas y me permitía respirar correctamente, mi corazón retumbaba en mis tímpanos, y no sabía que más hacer que correr.
Mi mente solo penaba en una cosa. Se lo había dicho, había confiado a él, le había abierto mi corazón, y él ya lo sabía, él ya sabía lo de Marissa, estoy segura de ello. Solo basta ver la forma en la que la miro a ella y como me miro a mí, tal vez pensó que nunca me enteraría, pero porque ocultármelo, que le costaba decirlo, solo eran cuatro palabras:
Marissa es mi hermana.
Solo eso le pedí, que fuera sincero, que no me traicionara de la misma manera, otra vez era yo la tonta que no sabía la información completa, otra vez sentía ese vacío horrible dentro mío, cuanto lo detestaba.
Desacelere el paso tratando de tranquilizarme, sentía que todo el aire que había alrededor no llegaba a mis pulmones, la calle se veía más estrechas, más diminuta, eso me causo un mareo.
Me llevé una mano al pecho tratando de alejar la camiseta que tenía puesta, lo más lejos posible, sentía que me ahogaba; de repente unas manos se aferraron a mi cuerpo, apretándome todavía más, es contradictorio decir que: Aun que me tuviera encerrada entre sus brazos, me empecé a sentir liberada, como si el aire volviera a entrar y llenar por completo mis pulmones. Sentí que mi respiración volvía a normalizarse y todo a mi alrededor volvía a su lugar, me di la vuelta y me aferre al cuello de Rose, como si la vida se me fuera en ello.
—Quise tirarle un puñetazo, pero no creo que esté bien visto hacer eso con una malherida, cuando sane, iré y le daré el puñetazo que se merece, te lo juro con el alma —murmuro en mi oído.
Por alguna razón ese comentario me hizo reír, Rose no es de las personas que usan la violencia, es más, está en contra de ello, pero está dispuesta a hacerlo con tal de hacerme sentir bien a mí.
—¿Estoy exagerando, verdad? No debí reaccionar así ¿Qué tal si…?
Me alejó de ella, me tomo por el rostro e hizo que la mirara fijamente.
—Escucha Tatiana, no estás exagerando, tú no has hecho nada malo, así que no te lo plantees ni por un segundo. Lo que ella te hizo está mal, está muy mal, y tú tienes todo el derecho de sentirte cómo te sientes, así que no vuelvas a decir eso —me regaño con una mini sonrisa.
—Gracias, Rose.
—Nada de gracias, tonta, sabes que a pesar de todo seremos tú y yo contra el mundo, así que seca esas lágrimas y vayamos a por un helado, el que quieras, yo pago.
—No, quiero ir a casa, sola.
Lo que dije no era del todo cierto, en este momento no quería estar sola, necesitaba a alguien, pero no quería molestarla con mis dramas innecesarios. No quería que se sintiera mal por mí, prefería pasar por esto sola, al fin al cabo ya había sobrevivido una vez, y esto no es nada comparado.
En serio estoy armando un drama horrible por algo mínimo, Marissa ni siquiera me reconoció, ni siquiera se acuerda de mí, no puedo creerlo, esto es tan frustrante.
—Que ni se te ocurra, te conozco, vas a ir a llorar y a carcomerte la cabeza con ideas que no son verdad, y no lo voy a permitir. Así que ahora mismo vamos a la tienda, compramos el helado más grande que encontremos, y vamos a tu casa, si quieres llorar, llora, pero yo voy a estar ahí, para asegurarme de que salgas de esto, y esta vez si estaré junto a ti.