La Chica De Las Nubes

Capítulo 12: Reencuentro con el diablo.

Reencuentro con el diablo.

 

— ¡Mamá, no encuentro mi falda negra! — exclamé buscando entre el montón de ropa que tenía tirada en el centro de mi habitación.

 

— ¿Cuál falda? —me preguntó apoyándose en el marco de la puerta.

 

—La que tiene un cinturón de perlitas, el bonito.

 

—Debe de estar en tu armario, por la cesta de ropa que nunca te pones.

 

—No, no está —negué sentándome en el borde de la cama.

 

Hace más de diez minutos intento encontrar algo bonito para ponerme, y lo único que se me vino a la mente fue esa falda negra, y ahora no la encuentro por ningún lado.

 

—Está ahí, búscalo bien

 

—Te digo que no, que no está ya lo busque —casi me puse a lloriquear de la desesperación por no encontrarlo.

 

Dios mío, que hormonas que me cargo hoy.

 

—Ahí debe de estar ¿Quién lo va a agarrar Tatiana? Nadie lo usa, ni siquiera tú.

 

—Pero hoy lo quiero usar y no lo encuentro.

 

Mi mamá me lanzo una mirada significativa, antes de abrir la puerta del armario y luego sacar mi falda negra de la cesta que había dentro.

 

— ¿Cómo que no estaba? No buscas bien que es otra cosa —me regaño.

 

— ¡Pero si lo busque bien! —exclame en defensa.

 

—Pero no lo hallaste —negó—. A todo esto, ¿Por qué tan desesperada por la falda? Hace mucho que no usas nada parecido. Ni faldas ni vestidos, ni siquiera jeans bonitos.

 

—Lo use para la fiesta de Kristel —me excuse encogiéndome de hombros.

 

Recordaba el supercumpleaños que le habían hecho a mi prima por sus 15 años. Cumpleaños al que fui obligada a asistir, además que me la pase sentada todo el tiempo, porque Kristel se la paso bailando con sus amiguitos y me ignoro categóricamente. No es que me queje, tampoco, si me hubiera invitado a estar con ella, me hubiera negado.

 

—Sí, porque te obligue a usarlo, además que ni bien regresamos a la casa te lo quitaste.

 

—Bueno pues, es que hoy se me ha dado ganas de usarlo.

 

— ¿Para ir al colegio?

 

—Aja.

 

—En una falda bonita, que te hace ver con un trasero espectacular, además que resalta tus piernas.

 

— ¿En serio? —voltee a verla y esta asintió, puse la falda frente a mí y la admire.

 

A lo mejor era tiempo de darle más uso.

 

— ¿Y vas a usar eso para el colegio?

 

—Eh si, ¿o mejor no? ¿Se ve muy exagerado?

 

—No, para nada cariño, solo me sorprende. Desde que quitaron la norma de los uniformes, te la pasabas yendo prácticamente en pijama, creo que ni te peinabas.

 

—Oye, sí que lo hacía, pero mi pelo nunca me obedece —fruncí el ceño.

 

—A lo que voy es que nunca te ha importado arreglarte, siempre has sido muy tú —hizo un gesto con la mano, frente a mi cara.

 

—Ah bueno, mamá, gracias.

 

—Sabes que no lo digo con mala intención cariño, pero me preguntaba ¿A qué se debe ese cambio?

 

— ¿Acaso no puedo verme linda un día para variar?

 

—Uno, siempre te ves linda, dos, tú no eres de las que hacen las cosas porque sí, hay algo más. ¿Cuéntame que está pasando? ¿Alguien te ha vuelto a molestar Tatiana?

 

—No mamá, nadie me ha dicho nada. Solo…, que bueno, pensé, ya tengo catorce años, y pronto cumpliré quince, a lo mejor debería dejar de verme como muy niña, y empezar a verme un poco más grande.

 

— ¿Más grande? ¿Cómo empezar a usar tacones, y más maquíllate aparte de ese corrector, delineador y brillito de labios? —sonrió feliz.

Mi vista se fue directa a mi tocador, y tal cual mi madre había dicho, solo tenía esas tres cosas, más unos pañitos para la cara.

 

Mi tocador estaba muy vació. Era deprimente.

 

—A lo mejor podría empezar con un poquito más de maquillaje. Pero no tacones, aleja esas cosas mortales de mi vista.

 

—Bueno, entonces tacones no, pero podría ayudar a maquillarte, aunque sea un poco —hizo un mohín—. Además esa falda que tienes, con el suéter de lana que te regalo la abuela, te los puedes poner con las mallas negras y las botas militares que tanto te gustan. Quedaría perfecto —dio palmitas.

 

— ¿Quedaría bien?

 

—Claro que sí, déjate en mis manos

 

Casi veinte minutos después, mi mamá me guio con  los ojos tapados, hasta enfrente del espejo.

 

Retiro sus manos lentamente, y abrí los ojos.

 

¿Esta era yo?, No, esto era un espejismo, Yo no era tan así.

 

—Vale, ¿Por qué me has puesto frente a un espejo de esos que ponen en los centros comerciales para engañarte de que estás bonita?

 

—¿Qué? No, esta eres tu Tatiana, estás hermosa, y solo hizo falta un poco de corrector, algo de rubor y listo.

 

—¡No, rubor no, quítamelo!

 

—¿Por qué no?, ¡Te verás linda así!

 

—Es que… Na… Na… Por..ti…me..son…re..yo…mu..no..

 

—No balbucees que no te entiendo ni papas.

 

—Que ya de por sí me sonrojo mucho, con más rubor parecer tomate.

 

—¿Así que te sonrojas mucho? ¿Y a qué se debe? ¿Se puede saber? —me senté en una banquita frente a ella y empezó a pasarme una esponja por el rostro.

 

—No se puede saber —me miro como solo ella sabe hacerlo, con esos ojos que te obligan a decir la verdad.

 

— ¿Será que es por un chico? —justo en ese momento Koala levanto sus dos patitas, apoyándolas en mi muslo, y puso cara de perrito tierno.

 

Ya sabía lo que quería.

 

La tome cuidadosamente y la eche sobre mi regazo, le gusta mucho dormir en mis piernas, no sé por qué, su cama era mucho más cómoda.



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En el texto hay: bullying, primer amor, amor inocente

Editado: 04.11.2021

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