La Chica De Los Cafés. | Próximamente. |

| Capítulo 2. |

| Sorpresa. |

Arlette LeBlanc.

— ¡Arlette, trae tu trasero a la mesa! Necesito que me ayudes, urgente. —

Si pudiera matar a mi hermano por levantarme lo haría, estaba en un gran sueño con Tom Holland, soñé que me iba a casar con ese bombón, duele que sea solo un sueño, me levanté y fui descalza a la cocina donde mi hermano estaba con mi madre tratando de abrir una lata.

— ¿Es enserio? — Murmuré en voz baja acercándome a mi hermano que seguía golpeando la lata de chiles, mi hermano era fanático de los chiles para el desayuno y el almuerzo.

— Necesito ayuda hermana, ambos sabemos que eres más fuerte. —

— Tienes razón, pero idiota, olvidas que hay un abrelatas en la encimera. —

Señalé el artefacto haciendo reír a mamá y Marcos, apenado por no notarlo antes, lo tomé y le puse la lata, cuando la abrió se la di y me fui a mi cuarto, hoy tenía escuela y necesitaba estar lista así que fui al baño y abrí la ducha, me quité toda la ropa rápidamente y me metí, el agua estaba tibia así que no tardaría mucho tiempo, después de 10 minutos salí y fui a mi armario. Lo bueno de este instituto era que podía usar ropa normal, así que me decidí por algo caliente, un pantalón y un suéter rosa ya que era la temporada de frío.

Tomé mi mochila y bajé a la cocina, mamá estaba mirando algo en su teléfono mientras mi hermano terminaba de desayunar, me di cuenta de que habían hecho panqueques de Nutella, así que tomé uno y me serví un poco de leche, a mí me encantaban los panqueques de Nutella y aunque podía darme algo de tanta azúcar, no dejaba de comerlos.

— Quiero que vuelvan a casa después de la escuela, nada de voy a ese lugar, tú también Arlette, necesitamos hablar de su padre, ya le dije a la psicóloga que no irás solo por hoy y mañana la verás de nuevo. —

Marcos no dijo nada, se levantó y subió las escaleras, ya sabíamos de qué se trataba la conversación, mamá a veces hablaba de cómo papá había ido a ese lugar o papá había hecho tal cosa para hacernos daño como esconder que él había tenido más de dos hijos y que el menor tenía unos 4 años, papá ya no estaba para tener hijos, ni siquiera se acordaba de nosotros como para poder apoyar a los demás.

Cuando terminé agarre mi mochila y camine hacia mamá dándole un beso en la mejilla a modo de despedida, ella me sonrió, cuando salí el aire frío me golpeó la cara haciéndome temblar por todo el cuerpo. Caminé mirando a cada casa en cada cuadra, la escuela no estaba tan lejos y cada vez que me acercaba podía ver como varios compañeros también caminaban hacia la escuela, en la distancia se veían los autos como estacionaban para que se pudieran bajar varios alumnos. Cuando llegué fui a mi casillero y saqué dos libros de las clases que me enseñaban, me habló una voz familiar, cuando miré era el mismo chico de la cafetería.

— Hola, ¿sabes dónde está la clase del profesor Harrison? — Sonreí y asentí.

— Ahora mismo voy a su clase, vamos. —

Acomodo la mochila en mi hombro y caminamos hacia la sala pero antes de entrar un chico chocó con nosotros provocando que los libros que cargaba se cayeran.

— Lo siento, fue mi culpa. — Ricardo.

Era él, por su voz y por la forma física, lo ayudamos a levantar sus libros y se los entregamos. Ni siquiera se había dado cuenta de que era yo hasta que me miró a los ojos y sonrió, mi mirada era seria.

El chico a mi lado se dio cuenta de que algo estaba pasando así que decidió entrar, yo también lo haría, pero un brazo me detuvo, sabiendo quién era, me solté rápidamente.

— Cálmate Arlette, es bueno verte, dime que te has curado de tu enfermedad. —

Al escucharlo decir eso temí, no solo por qué se iban a enterar sino por la forma en que me compadecían.

—No, no me he curado y es preferible que no le digas a nadie, la escuela no sabe que hay una chica con cáncer, — Mire a los lados para ver si alguien me había escuchado —, así que por favor mantente alejado de mí, no quiero saber nada de mi antiguo instituto, aquí empecé una nueva vida y quiero que siga así, adiós.

Cuando entré al salón el único asiento disponible era el que estaba detrás del chico nuevo, él me sonrió y señaló con la cabeza el asiento, yo solo sonreí y caminé hacia él, dejando mi mochila en el piso saqué el libro de Cálculo, odiaba esta clase, aunque era buena, me aburría.

— Buenos días chicos, hoy estamos de enhorabuena, bueno para algunos, tengo novedades pero antes les presento al nuevo chico Darien Caraveo. —

Mi mirada se fijó rápidamente en el maestro que estaba señalando al chico frente a mí, se levantó y caminó hacia el pizarrón luego miró a todos los chicos hasta que me miró a mí, sus ojos solo estaban fijos en mí, los demás lo hicieron también, el maestro se acercó a mí y se tocó la frente.

— ¿Se siente bien señorita LeBlanc? —

Asentí sorprendida, porque de repente todos se voltearon a verme, y me levanté.

— Bueno, no lo parece, tienes la cara un poco roja y tienes fiebre, tienes que ir con la enfermera, Caraveo, por favor llévala a la enfermería y también para que sepas dónde está. —

Tomé mi mochila y salí acompañada de Darien, ese chico no me dijo nada hasta que le señalé la enfermería, abrió la puerta y me hizo entrar primero y luego él también entró, la enfermera me sonrió.

— Encantada de verte de nuevo Arlette, ¿qué pasa ahora? —

A escondidas señalé a Darien, ella me entendía perfectamente, la enfermera sabía que no quería que nadie lo supiera, así que lo que haría era decirle que esperara afuera o que simplemente volviera al salón de clases.

— Chico, ¿puedes dejarnos solas? Por favor. —

Darien asintió y salió cerrando la puerta, me senté en la silla y miré a la enfermera que me estaba mirando para contarle lo que me pasó, rodé los ojos y asentí.

— El maestro presentó al chico nuevo y me miró como si tuviera algo detrás, los demás incluido el director me miraron, el maestro se acercó y me dijo que estaba roja y tenía fiebre. —




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