Gregory
Con el ceño aun fruncido y embarrado hasta la médula, entro a la pastelería de mi abuela. Va matarme en cuanto vea el desastre en la entrada.
Me quito la campera y las botas, para no ensuciar más, dejo todo sobre el perchero en la entrada.
Me encanta este lugar, pues es pequeño y las paredes tienen rayas rosas y celeste pastel, varias vitrinas que muestran las delicias caseras que preparamos.
—¿Por qué el ceño fruncido?
Brinco en mi lugar al escuchar la voz de mujer, los pelos de mi brazo se erizan.
—Cristo—murmuro—, me has asustado, Tifanny.
Volteo a ver a mi tía, su cabello está recogido y usa una red que lo sujeta, está llena de harina, pero su sonrisa sigue radiante como siempre.
Suavizo mi expresión, regalándole una sonrisa de lado.
—No has respondido mi pregunta, Greg—señala lo obvio.
Dejo escapar una risa.
—Sucedió algo extraño hace un rato—le digo, recordando ese momento— nada de qué preocuparse.
Lo cierto es que el momento me habia dejado con un mal presentimiento.
—Cuéntame—respondió, bajando la voz. Como si alguien pudiese oírnos.
Un escalofrió recorre mi cuerpo, no entiendo muy bien por qué.
Me acerco a mi tía, sus ojos verdes, idénticos a los míos, me observan por un instante ante de tomar una porción de pastel y comenzar a comerla.
No gracias, yo no quería, está bien eh.
Lo pienso, pero no lo digo, pero ella parece notarlo y saca otra cuchara del mueble en donde esta reposada.
Deja todo sobre el mostrador, en lugar de alguna de las mesas, y me hace una seña para que hable.
Paso una mano por mi cabello, tirando de las puntas. A veces odio tener una tía chismosa como Tifanny, luego recuerdo que siempre lo sabe todo y se me pasa.
Tal vez ella sepa sobre esta desconocida que me cruce.
—Venia hacia aquí—relato, dispuesto a alargar la historia para molestarla—, muy cómodo con las botas más viejas que encontré y el teléfono bien guardado para que…
Frunce los labios y me da esa mirada. La que te dan cuando están por regañarte y hace que cierres la boca.
—Gregory…—gruñe en advertencia.
Me rio un poco de ella y vuelvo a mi relato.
—Pues resulta que cuando estaba a tres cuadras de aquí, la lluvia empeoro, no se podía ver casi nada—jugueteo con la cuchara—, y cuando estaba llegando a la segunda cuadra, antes de la esquina, vi a una chica resbalar y caerse, no parecía reaccionar, estaba de rodillas y la lluvia la habia empapado completamente—me encojo de hombros—me acerque a ayudarla, y cuando le hable, parecía horrorizada, salió corriendo y solo pude ver su cabello negro.
Termino mi relato y me meto una gran porción de torta en la boca.
Observo a mi tía, pero ella está mirando un punto fijo detrás de mí. Volteo, pero allí no hay nada, supongo que se ha perdido en su mundo.
Sacudo la mano enfrente de ella, parpadea varias veces y me mira.
—Oí el rumor de que hay alguien nuevo por aquí—me dice, golpeteando su mejilla con el dedo índice—supongo que debemos esperar a saber quién es.
Asiento, aun con esa mala sensación.
Aparto cualquier pensamiento de mi cabeza y me termino la porción del pastel de chocolate, lo que hace que mi tía gruñe. A veces parece de cinco.
Vuelvo a pasar la mano por mi cabello, despeinándolo.
—¿Te ayudo a cerrar? —pregunto.
—Pues claro.
Ambos escuchamos como un trueno se escucha por todo el lugar, seguido de ello el cielo se ilumina a causa de los rayos.
Observo embellecido la belleza que se extiende sobre nosotros, la tormenta es casi perfecta.
La lluvia cesa, por lo que me propongo a apurar a mi tía o no saldremos más de aquí.
Media hora después, todo fue cerrado, la lluvia es solo llovizna.
—¿Qué paso con tu auto? —pregunta Tifanny.
Tan solo faltan cinco cuadras para llegar a casa.
—Se le pincho una goma—respondo, pateando una piedra.
—¿Y el cuatriciclo?
Ruedo los ojos, obvio que no quiere caminar e indaga sobre porque no la busque en vehículo.
Sonrió, mi respuesta no le gustara.
—Está guardado.
Tal y como lo pronostique, comienza a refunfuñar, pero no le prestó atención.
Algo brilla en el suelo, si mal no recuerdo aquí encontré a la joven de cabellera negra. Me agacho y recojo lo que hay en el suelo.
Es una pulsera, que tiene gravada la palabra verano.
¿será de la chica misteriosa?
Tifanny se detiene media cuadra más arriba, cuando nota que no la sigo.
—¿Qué haces? —grita, observándome.
Guardo la pulsera plateada en uno de los bolsillos del pantalón.
—Se me desato el cordón—miento y no sé porque motivo lo hago.
▼▼▼
Despierto sudado, con dolor de cabeza y el corazón a mil.
Tengo lágrimas en el rostro y me cuesta respirar.
Me ordeno a mí mismo controlarme, solo fue una pesadilla.
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Editado: 07.09.2020