La Chica del Lazo Rosa

°Capítulo: 24 -«Algo cambia».

— ¿Estás bien? —Es lo único que soy capaz de decir.

Samuel se encuentra sobre la cama completamente bañado en sudor. Tanto su ropa como la cama se encuentra cubierta de su sudoración excesiva.

El ambiente en la habitación es agradable, no hace frío, pero tampoco calor, sin embargo, él se encontraba temblando como si se encontrara en un glaciar.

— ¿Estás bien? —Vuelvo a indagar esta vez más cerca de la cama.

—A-Ayu-Ayúdame a sentarme. —Ruega titiritando.

Tomo sus manos y lo ayudo a sentarse en la cama, una vez lo hace me percato de cómo esté ha dejado su silueta marcada en el colchón. Llevo mi mano izquierda a su frente, mi tacto lo estremece.

—Estás ardiendo. —Declaro tras darme cuenta de lo caliente que está. —Debes ir al hospital. Llamaré a papá. —Anuncio, pero él me detiene sin dejar de temblar en el instante que me dispongo marcharme.

—No-no lo hagas, estoy bien, solo lo preocuparás.

— ¿Acaso no te has visto? Estás pálido y ardes de fiebre. —Señalo a lo que él niega.

—Estoy bien. —Insiste.

—Samuel.

—Es en serio Sebastián solo tengo frío, es todo.

—Debes ser revisado no seas terco. —Gruño soltándose de su agarre.

—No me duele nada, estoy bien, estaba perfecto, pero de la nada empecé a sudar y un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. —Apunta solo suelto un suspiro. —Me daré un baño, tomaré unas pastillas y me acostaré a dormir, te aseguro que estaré como nuevo. —Plantea, pero lo veo dudoso. —No le digas, si mañana sigo mal pues vamos al hospital ¿Te parece? —Propone.

—No me parece, pero está bien. Me inventaré algo y te traeré la cena. —Manifiesto, Samuel asiente y me sonríe. — ¿Quieres que te ayude a llegar al baño? —Pregunto en el momento que este se pone de pie y tambalea, más no se cae, ya que lo agarro a tiempo.

—No, estoy bien. —Sostiene soltándose de mi agarre.

A pesar de su terquedad me las arreglo para ayudarlo a ir. A diferencia de la habitación de mis padres y hermana, el cuarto de mi hermano al igual que el mío no posee baño propio por lo que ambos tenemos que compartir el mismo. Bertha también posee baño propio en su recámara, pero la misma se encuentra en el primer piso al igual que la habitación de invitados.

Tras dejar a Samuel en el baño vuelvo a la mesa, les doy la excusa de que estaba ocupado terminando un trabajo muy importante. Mis padres no preguntaron más y empezaron a cenar. Le dije que cenaría con él para ayudarlo y me creyeron, por lo que en este momento me encuentro subiendo nuevamente las escaleras con una bandeja.

Al entrar en su habitación me lo encuentro a este de pie frente al espejo de cuerpo completo de su armario mirándose fijamente.

— ¡Hombre! —Exclamo tras entrar y verlo completamente desnudo mirándose. — ¡Vístete por Dios! —Chillo desviando la mirada y avanzando hasta la cómoda para dejar la bandeja, la cual estuvo a punto de caérseme en el momento que entre, por la impresión. — ¿No piensas cambiarte? —Inquiero al girar y velo en la misma posición. Es tan extraña su actitud y postura que no puedo evitar fruncir el ceño confundido. —¿Pasa algo? —Curioseó acercándome.

—Creo que me estoy volviendo loco. —Inicia luego de unos segundos de silencio. — ¿Puedes ver lo que yo veo? —Pregunta sin despegar en ningún momento su mirada del espejo. Lo observo ofuscado.

Samuel no deja de mirarse en el espejo sorprendido, mientras al mismo tiempo con su mano derecha acaricia y pellizca el costado derecho de su abdomen. La curiosidad e intriga me hace acercarme más para ver si existe una razón por el cual lo haga, sin embargo, lo veo perfecto más allá de que ha enrojecido ese lado de su abdomen por lo que está haciendo.

—Me estoy pudriendo. —Suelta de la nada mirándose.

— ¡¿Qué?! —Pronuncio confundido.

— ¿No puedes ver lo que yo veo? ¿No parezco un muerto? —Me pregunta finalmente fijando su mirada en mí.

—Puff... Sí, en definitiva, sí. —Respondo riendo.

—No estoy bromeando Sebastián. —Dice en tono serio.

—Ni yo hermano. Está tan pálido que pareces un cadáver. —Señaló.

— ¡Me estoy pudriendo Sebastián! —Grita tan alto que debo indicarle que baje la voz con un gesto. —Obsérvame bien. —Ruega girando hacia mí y abriendo los brazos para que lo contemple.

—Por Dios hermano no me tortures y vístete. —Imploro. —Lo que sea que veas lo más probable es que sea proporcionado por la fiebre que tienes, así que come algo, tomate las pastillas y acuéstate a dormir. —Manifiesto desviando mi mirada y abriendo el armario para buscarle algo que ponerse. Tomó un pijama y se la extiendo. —Vístete. —Ordeno. Sin embargo, Samuel se encuentra de espalda a mi concentrado haciendo algo. Al acercarme frunzo el ceño. — ¿Qué haces?

—Tengo un orificio del tamaño de un cráter en el costado derecho de mi abdomen, el cual se está empeorando. —Señala mostrándome una fotografía que acababa de tomarse, sin embargo, no hay nada de lo que dice.

— ¡Basta! Si no te controlas llamaré a papá. —Amenazo.

—Sebastián tú no entiendes, tengo la sensación de que yo me estoy muriendo. —Dice nervioso.

—Morirás si tengo que bajar a buscar a Ewan y Kassandra. —Sostengo con seriedad. Tras mencionar a nuestros padres Samuel parece reaccionar por un momento. Me acerco a él, tomó sus manos las cuales extrañada mente se encontraban heladas y le dejo el pijama. Llevo mi mano a su frente. Realmente está helado. —Morirás si no te vistes ahora. —Continuo. —Vístete cena y prepárate para acostarte. —Mando. —Iré a buscar el medicamento y cuando regrese espero estés terminando de cenar. —Finalizo para entonces salir de la habitación.

Mientras bajo en busca de los medicamentos me pregunto si realmente es buena idea ocultarles a mis padres su estado. Tras conseguir los medicamentos en el gabinete donde Bertha los guarda me vuelvo a la cocina en busca de una jarra de agua y dos vasos.




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