Capítulo 3: Encuentro de Destinos
Aleksa corrió por las calles vacías del Distrito Tecno, sus pies apenas tocando el suelo mientras esquivaba las luces de los drones que patrullaban incansablemente. Su corazón latía con fuerza en su pecho, no solo por la adrenalina de la persecución, sino también por la confusión que la situación con Thorin le había dejado. ¿Por qué la había dejado escapar? ¿Por qué había desviado a los drones, cuando claramente tenía la ventaja?
Sus pensamientos eran un torbellino, pero no podía permitirse el lujo de distraerse. Necesitaba encontrar un lugar seguro donde esconderse, al menos hasta que el alboroto se calmara. Conocía un par de escondites en la frontera entre el Distrito Tecno y el Distrito Arcano, lugares olvidados por ambas facciones. Decidió dirigirse hacia allí.
Mientras tanto, Thorin había logrado redirigir a los drones, llevándolos hacia un falso rastro que había creado usando su dispositivo. Sabía que estaba jugando con fuego. Cubrir a Aleksa no solo era un riesgo para su reputación, sino también para la seguridad de la ciudad. Pero había algo en ella, en la determinación y el fervor con que defendía su causa, que lo hizo dudar. No era la primera vez que se encontraba con personas dispuestas a luchar por lo que creían, pero Aleksa era diferente. Su pasión estaba entrelazada con una desesperación que él conocía muy bien, una que alguna vez había sentido él mismo.
Cuando finalmente se aseguró de que los drones no la seguirían, Thorin volvió al edificio abandonado. Las ruinas de aquel lugar le eran familiares; había crecido en este distrito, rodeado de tecnología, pero también de sombras y secretos. Sus ojos grises recorrieron la sala vacía donde había estado el artefacto. Aún podía sentir la presencia de la energía mágica de Aleksa, el residuo de su hechizo, en el aire.
El artefacto estaba escondido en un compartimiento secreto dentro de una pared de cristal resquebrajada. Thorin lo sacó con cuidado y lo examinó bajo la luz tenue que entraba por una grieta en el techo. Era un pequeño orbe, aparentemente simple, pero con un resplandor interno que pulsaba como un corazón latiendo. Sabía que este objeto tenía el potencial de cambiar el destino de la ciudad, pero no estaba seguro si para bien o para mal.
El orbe había sido codiciado tanto por los arcanos como por los tecnomantes desde que se descubrió su existencia, pero hasta ahora, ninguna de las facciones había logrado descifrar completamente su poder. Para los tecnomantes, representaba una fuente inagotable de energía; para los arcanos, un vínculo con una antigua magia olvidada.
Thorin guardó el orbe en una cápsula protectora, sintiendo un peso en su pecho. Aleksa había dicho que el artefacto pertenecía a los arcanos, pero él sabía que la verdad no era tan simple. La historia de La Ciudad de Cristal estaba llena de traiciones y acuerdos rotos, y este artefacto era solo otro símbolo de esas divisiones.
Mientras guardaba el artefacto, una idea comenzó a formarse en su mente. Quizás había una manera de resolver esta situación sin derramamiento de sangre, una forma de usar el artefacto para unir a la ciudad en lugar de dividirla aún más. Pero para eso, necesitaría entender mejor la perspectiva de Aleksa, y posiblemente, ganar su confianza. Lo cual sería más fácil decir que hacer.
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Aleksa finalmente llegó a uno de sus escondites, un pequeño taller abandonado en el límite entre los dos distritos. El lugar había sido utilizado por su familia en tiempos mejores, cuando los arcanos y los tecnomantes trabajaban juntos, antes de que la desconfianza se convirtiera en odio. Encendió una pequeña lámpara mágica, y la luz suave llenó la habitación, revelando herramientas antiguas y libros polvorientos. Allí, rodeada por los recuerdos de un pasado mejor, Aleksa trató de calmarse y pensar en sus próximos pasos.
Mientras intentaba relajar su respiración, no podía dejar de recordar la mirada en los ojos de Thorin cuando se habían enfrentado. Había algo en él que la perturbaba, algo más allá del simple desprecio que había esperado. Parecía que él también estaba luchando contra algo interno, una duda o un conflicto que no había anticipado.
Aleksa sabía que no podía quedarse allí mucho tiempo. El artefacto seguía en posesión de Thorin, y si realmente tenía el poder que se le atribuía, no podía permitir que se quedara en manos de los tecnomantes. Pero enfrentarse a él de nuevo no sería fácil, especialmente ahora que él estaba alerta.
Mientras consideraba sus opciones, la puerta del taller crujió levemente. Aleksa se giró de inmediato, levantando su mano en un gesto defensivo, lista para lanzar un hechizo. Pero cuando la puerta se abrió lentamente, revelando una figura en la penumbra, su respiración se detuvo.
Era Thorin.
Sus ojos se encontraron en un instante cargado de tensión. Thorin levantó las manos en señal de que no tenía intenciones de atacar, pero Aleksa no bajó su guardia.
—¿Cómo me encontraste? —preguntó ella, su voz firme a pesar del creciente nerviosismo.
—No es tan difícil rastrear a alguien que ha dejado un rastro de energía mágica por toda la ciudad —respondió él con calma, dando un paso adelante, pero deteniéndose cuando vio que Aleksa retrocedía.
—¿Viniste a terminar lo que empezaste? —lo desafió, preparándose para el enfrentamiento que creía inevitable.
Thorin negó con la cabeza lentamente.
—No vine a pelear, Aleksa. —Su voz era grave, pero había en ella una nota de sinceridad que la hizo dudar—. Vine porque creo que podemos encontrar una solución. Una que no involucre destruirnos mutuamente.
Aleksa lo miró fijamente, buscando en su expresión algún signo de engaño, pero no encontró ninguno. Aún así, la desconfianza que sentía era demasiado profunda como para ser ignorada.
—¿Por qué debería confiar en ti? —inquirió, manteniendo su distancia.
—Porque ambos queremos lo mismo —respondió Thorin, con una intensidad que la sorprendió—. Queremos proteger esta ciudad. Y aunque no lo admitas, sabes que en el fondo, estamos luchando por lo mismo.