Descendí por la escalera con cuidado de no hacer ruido, no sabía por qué Annize querría evitar que su padre se topara conmigo, pero no era escusa para ser indiscreto, al menos eso pensaba en aquel momento. Como andaba descalzo mis pasos apenas hacían ruido, pero igual bajé con cierta lentitud, asegurándome de que pisaba con las plantas de los pies.
Finalmente bajé el último escalón y ya estaba en el salón de entrada adornado con sus tapices rojos con sus respectivas flores doradas pintadas encima, sabía que además de la escalera había dos puertas…tres contando la de entrada, una se encontraba en la pared del fondo, casi frente a la puerta de entrada, la otra estaba en una pared lateral frente a donde empezaba la escalera por la que acababa de bajar.
En ese momento me pregunté dónde era que estaba Annize, me fijé en las dos puertas y noté que una de ellas estaba entreabierta, además de que junto a ésta había una percha de la que colgaba la ¨casaca¨ azul de Annize, supuse que si se había ido a algún lado sería por allí, así que empecé a caminar hacia la puerta y la abrí por completo.
Tras ella había un pequeño corredor austeramente adornado con empapelados blancos en las paredes, con bordes florales de color azul claro, había una puerta al fondo y otra puerta en la pared lateral derecha, a sólo un metro de donde me encontraba. Avancé por el pasillo con sumo cuidado hasta llegar a la puerta del costado, la puerta estaba entreabierta y, desde dentro, se escuchaban voces que hablaban acaloradamente entre sí, una era femenina y sonaba como la de Annize, la otra era masculina, sonaba bastante grave y potente.
Me acerqué a la puerta entreabierta, sujeté su curioso picaporte y empujé la puerta con suavidad, hasta que fui capaz de asomarme a lo que estaba tras ella, adentro había un salón circular de paredes combadas, adornadas éstas con un empapelado dorado que resaltaba gracias a la luz anaranjada que desprendía una lámpara de cristal carmesí que colgaba del techo.
En el centro, bajo la lámpara, estaban sentados, alrededor de una mesa redonda, dos personas que seguían conversando con clara preocupación, una de ellas estaba de espalda, pero reconocí su cabello azul, ahora recogido con una cola blanca, y el timbre de su voz, melodioso pero siempre cortado por respuestas cortas y a veces terminantes, como si fuesen las cuerdas de un violín sonando con medias-notas. Era Annize, la cual por su voz parecía tensa y preocupada.
Frente a ella estaba un hombre de estatura mediana, el cual aparentaba tener como unos cuarenta años, trataba de mostrar despreocupación, pero que se le notaba una creciente y patente inquietud en sus facciones ligeramente bruscas, inquietud que intentaba no contagiar a su interlocutora. Vestía con un saco marrón viejo prendido con un sello metálico que representaba un búho, el abrigo iba sobre una camisa negra bordada en blanco, tenía el cabello azul marino, más oscuro que el de Annize, pero tenía los mismos ojos color casi-azur. Había algunas características de su rostro que recordaban a las del rostro de Annize, por lo que concluí que él no era otro sino su padre.
-…y así es como marcha la situación en El Archivo – decía el hombre –ahora están dándole vueltas y vueltas a todos los documentos almacenados con tal de que no salga ¨material peligroso¨, pero yo ya sé que es que buscan deshacerse del material que pueda involucrar al nuevo Líder.
-Tú y al parecer todos tus colegas –le contestó Annize – pero al parecer no les molesta o no se atreven a decir algo en contra, y tomando en cuenta lo que se dice de Los Carabineros o de La Milicia, la verdad es que no me sorprendería que todos actuasen así.
-Bah…me parece rebuscado esa creencia de que decir algo sobre el Líder Dariun o sobre su gestión o sobre su ridículo copete te valga una estancia en prisión – dijo el hombre restándole importancia con la mano.
-Pero a lo mejor piensan ¿para qué arriesgarse? – Concluyó ella antes de continuar – así que, la situación dentro del archivo es ahora complicada, pero ¿cómo eso te involucra?
-Pues hay un pequeño problema, hija. Los Agentes de Inspección de Contenidos ahora van a hacer un chequeo de personal a todos los que trabajen en El Archivo…y yo estoy de primero en su lista.
Un sonido tintineante acompañó al silencio de Annize, como si hubiese dejado caer una cuchara sobre un plato de porcelana, que de hecho, pudo haberlo hecho, aunque me era imposible verlo estando ella de espaldas.
-¿Cómo dices? – preguntó ella.
El hombre le restó importancia al asunto con un gesto de la mano.
-No es nada – contestó –sólo con suerte me van a hacer perder tiempo, sabes que no tienen por lo cual me pueden acusar.