La ciudad magica

Un mundo perdido

El mundo estaba devastado, los países se encontraban en guerras constantes, había guerrillas civiles, todo en nombre de la libertad, todos luchaban bajo la promesa de un mundo mejor, pero todo seguía igual o peor. La avaricia y maldad gobernaban; los asesinatos y robos eran moneda corriente, y la bondad  era inexistente.

Para ser más claros, podías caminar tranquilamente por la calle y encontrar a un muerto o un tiroteo y todos lo veían normal. Fácilmente se podía ver a dementes pidiendo limosna para gastarla en sus vicios; a timadores y corruptos caminando por las calles sin temor alguno con la policía haciéndoles compañía.

Pero también bien se podía encontrar a algún demente que quisiera mejorar la situación descrita,  aun así, en poco tiempo se daba cuenta que cambiar la realidad era imposible y se volvían en uno más del montón, si es que valoraban su vida claro.

En fin, en este mundo devastado y miserable nací yo, en una camada de dos, pero al poco tiempo me separare de mi familia. Las personas con quienes luego conviví me llamaron Bobby y vivía en uno de los países más contaminados y detestables del mundo; lo único bueno que tenía era que las guerrillas eran menos intensas y la pandemia que azotaba al mundo aun no llegaba.

La ciudad en la que habitaba  era oscura sin esperanzas y el lugar en donde vivía no era diferente, era un caserón muy viejo y grande de 2 pisos de alto, con un patio descuidado pero inmenso, lleno de basura y tierra.

Yo, como es de esperar, trabajaba ahí de perro guardián; lo único que hacía  era estar echado todo el día y si aparecía un extraño solo debía morderlo. Mi cuidador y mejor amigo era el señor Jorge, el encargado de mantenimiento, un hombre de pelo grisáceo con algo de sobre peso y  rengo, aunque ya tenía sus años era una de las personas más honestas y trabajadoras que conocí en esa casa antigua.

El señor me daba de comer y me ofrecía su cariño y yo, a cambio, lo acompañaba y escuchaba sus historias; “recuerdo que mientras acariciaba mi lomo relataba  sus vivencias y yo simplemente escuchaba atentamente,  pienso que él sabía que yo le podía entender”.

Entre los integrantes del caserón  más destacados se encontraban; los dueños de casa el señor y la señora Santos era una pareja algo extraña; él  era un apostador y un borracho, casi no se veía por la casa, se dice que tenía más familias por ahí, aunque también decían que era muy trabajador, la señora, en cambio, se pasaba el día sentada en su sillón viendo en la televisión las excelentes noticias de lo bien que le estaba yendo al país y novelas cada vez más estúpidas, también hablaba mucho con los inquilinos. Ambos eran de contextura ancha y de caras risueñas, la señora tenía cabello negro y largo mientras que el señor se estaba quedando calvo.

Les seguía doña Pals el ama de llaves,  una mujer de 40 años aproximadamente, pero aparentaba más, ya que tenía un cuerpo esquelético y decrépito, con algunos mechones de pelo blanco en su cabeza. Ella fue la más odiosa y cruel persona  que tuve el disgusto de conocer, un ser ruin que solo se quejaba de todo lo que los demás hacían y a mí, en especial, me detestaba; cada vez que me veía me golpeaba con lo que tenía a mano.

Luego estaba la pareja de recién casados, Carlos y Celia, pero sus apellidos jamás lo supe, eran jóvenes, tal vez de veintitantos, tenían trabajos estables y no ganaban nada mal, pero discutían por todo, parecía que se odiaban y aun así seguían juntos, por suerte para mis oídos, trabajaban todo el día. También estaba la señora Lilian Brown era maestra o algo así madre de Charlie Y Hugo, dos pequeños torpes, revoltosos, además de mal criados siempre  molestando a su madre y peleándose entre ellos; me agradaba asustarlos con mis ladridos.

Una primavera la señora Lilian murió de causas misteriosas. Al parecer, cuando su madre murió Charlie escapó, su padre (del cual ni siquiera sabía su nombre) junto a Hugo mientras lo buscaban chocaron y murieron, otros dicen que el hombre mató a Hugo, y a su esposa o ex esposa, aunque hubo versiones aún más extrañas de lo sucedido.

En fin, ambos padres dejaron a su hijo  una pequeña fortuna y así es como siguió viviendo en la casa, ya que el gobierno nunca impidió que un niño de aproximadamente 10 años viviera solo y sin la protección y administrara su dinero.

El tiempo paso y empezaron a tratarlo mal, hasta me daba lastima y deje de ladrarlo, sin embargo, el único que lo apreciaba era el señor Jorge quien lo alimentaba y protegía. Hasta que un día llegó una muchacha de nombre Elizabeth, al parecer una  amiga o conocida de la familia fue quien se encargó del pequeño.



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En el texto hay: amor y amistad, un viaje inesperado

Editado: 13.02.2019

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