La clase 10-D

Capítulo 2

 

Intento acomodar mi vestimenta lo mejor posible, pero la mancha de chocolate que abarca por completo mi parte trasera no contribuye a la adecuación de mi imagen personal.

Dios no sé qué se supone que estoy haciendo.

No he completado aún mi primer día de jornada laboral cuando ya tengo una prenda nueva completamente dañada y un pacto de guerra con mis estudiantes.

Muy bien, Eva. Muy bien.

La verdad es que me dejé llevar por el impulso, arriesgar esta plaza no es un lujo que puedo darme ya que me permite costear el tratamiento de la enfermedad de mi abuela, la cual es nada más y nada menos que el despreciable cáncer.

Desde siempre he sido la pequeña consentida de mi abuela, fue ella quien prácticamente me crio, ya que mi madre luego de embarazarse de mí y no abortarme, ya que esos eran los planes que tenía para conmigo, decidió después de nacer dejarme al cuidado de mi abuela Abelaida, no sin antes darme un nombre; Eva.

Uno pensaría que los padres le dan un nombre a sus hijos en el que reflejen el amor que sienten por ellos, pero en mi caso fue lo contrario. Mi madre, Caindelle,  decidió otorgarme uno que me recordara continuamente el desprecio que ella siente por mí. Así que por eso mi nombre es Eva, la pecadora y arruinadora de futuros.

Realmente nunca me importó el paradero de mi madre, todo el amor que me negaba siempre lo recibí de parte de Abelaida; sin embargo, su edad avanzada y el hecho de que no estaba apta para la crianza de una niña que iba creciendo y empezaba a tener ciertas necesidades fue lo que me motivo a empezar a trabajar a temprana edad.

Al principio fue un trabajo de medio tiempo, luego se empezaron a multiplicar. Trabajaba desde temprano en la madrugaba, luego asistía a mis clases, y terminaba mi día trabajando.

Fue una etapa dura y oscura, los niños durante la escuela no entendían el hecho de que no tuviera padres y una anciana vejestoria, como le llamaban, estuviera a mi cuidado. Siempre fui víctima de sus palabras y acciones, nunca me defendí cuando me llamaban huerfanita o me golpeaban por no tener padres, pero en cuanto mencionaban a mami Abelaida mi espíritu de lucha salía a relucir y terminaba golpeándolos… y siendo expulsada.

Desde joven fui consciente de la discriminación de clases sociales, mis victimarios fueron libres de cada golpe y humillación hacia mí porque sus padres poseían títulos y dinero. Yo me encargue de pagar por los crímenes hacia mi persona solo por no tener a alguien que me respaldara.

Llegados a este punto es donde me replanteo realmente la situación, ¿Qué es más importante? ¿Hacer la vista gorda e ignorar la discriminación que acontece en esta institución para pagar los gastos de mi abuela? ¿O luchar junto a mis estudiantes por una igualdad de oportunidades individuales y educativas?

Quisiera que durante mi tiempo de lucha una persona, solo una, hubiese sido capaz de velar por mis derechos. Así, quizás, no me fuese sentido inútil e impotente. Porque la cuestión es que cuando te acostumbras a estar mucho tiempo tirada en el piso, terminas por conformarte y empezar a creer que andar así no es tan malo como parece.

– ¿Eres consciente de que tienes una mancha de lo que aparenta ser popó en tu trasero, cierto? – Pregunta una mujer castaña, de tez pálida y rasgos exageradamente bellos – Lo digo por si aún no te has percatado de ello –  agrega.

– Sí, gracias. Estoy intentando mejorar ese lado, pero no creo que logré conseguirlo. Mis estudiantes aparentemente suelen ser muy bromistas – menciono dándome por resignada. Echo el pañito de toalla húmeda en la caneca de los desperdicios y me dispongo a salir.

Antes de que logre salir de la habitación, la que aparentemente es otra de las profesoras de la institución vuelve a hablar.

– La clase 10-D no es ninguna broma. Ninguno de los profesores se atreve a lidiar con ellos, incluyéndome. Son niños desastrosos, no tienen ningún talento y aun así intentan participar en nuestras actividades. Deberían resignarse a estudiar con lo que se les ofrece y ya, de por si son privilegiados por estudiar aquí,¿No crees? –  pregunta. No sé porque parece que quiere ponerme a prueba a través de mi respuesta, ni mucho menos si la que le doy es de su agrado o no.

La boca abierta y el rostro rojizo me sugieren más la segunda opción, y por alguna razón, una sonrisa involuntaria surge en mi rostro.

Tomé mi decisión. La Eva revolucionaria ha salido a la luz.  



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En el texto hay: amor, humor drama, amistad accion miedos superación

Editado: 24.01.2023

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