15 de mayo del 2019
8:50 am
- Emma…
Siento una mano grande en mi hombro sacudiéndome ligeramente.
- Emmaly…
Otra mano en mi hombro me sacude.
Mientras más me sacuden, más dolor siento en todo mi cuerpo.
- Señorita…
Me pesan los parpados, no quiero despertar, solo quiero dormir.
- Hermanita…
Solo déjenme dormir por favor.
- Maly…
Y despierto a la realidad. Me duelen mucho los ojos, de seguro de tanto llorar, mi cuerpo está igual, duele ¿Por qué duele? Ah cierto… Me caí de las escaleras, y no recuerdo más, a parte de las voces de Elías, Esteban y Michael preocupados. Mi vista se aclara y al primero que veo es a Esteban.
- Esteban … - apenas puedo pronunciar el nombre de mi hermano.
- Emma… - dijo Esteban, quien me está tomando de la mano - ¿Cómo te sientes? – pregunto preocupado.
- Yo… - miro a mi alrededor y me doy cuenta que Elías está sentado en mi cama, Michael y Sebastián están parados. Me alegra verlos aquí, pero, no me gusta la ropa negra - ¿Por qué la ropa negra?
Todos me miraron con tristeza, es como si no supieran con que palabras decir lo que tienen en mente, es intranquilo este ambiente.
- Hermanita – hablo Elías – vamos al funeral de Ámbar y Natalia ¿Iras con nosotros? – Elías toma mi mano – Si no te sientes bien aún, Michael se quedará aquí a cuidarte. Tú decides que deseas, Recuerda que tienes nuestro apoyo – dijo mientras me acaricia la cabeza.
La verdad yo… no me siento lista, quiero simplemente olvidarme de todo, pero también, quiero decirles un último adiós, aunque sé que no tendré respuestas de ellas.
Sin decir ninguna palabra me levanto de mi cama, pero no duro ni cinco segundos parada cuando siento un dolor repentino en mis piernas, me vuelvo a sentar, los demás se preocupan claramente.
- Señorita, si no se siente bien-
- ¡Estoy bien! – grite – Iré.
Sin más, me levanto con el dolor del alma hacia el baño. Parezco un monstruo frente al espejo, mis ojos hinchados, un rostro horrible, hay moretones en mis brazos y en mis piernas, me siento muerta en vida, no estoy bien. Me duche, pero aun no me veo bien, sigo mal, el vestido y los zapatos son lo único que me ayuda a estar presentable, mi cabello no importa, no tengo a quien me ayude.
Bajo las escaleras despacio para evitar caídas. Cuatro hombres me esperan abajo. El silencio reina completamente porque cuando llego no dicen nada más que mirarme con preocupación.
- Emmaly ¿Estas listas? – pregunta Esteban extendiendo su mano hacia a mí.
Miro la mano de mi hermano pensativa, intento conservar mi calma, levanto mi mano temblorosa para tomar la de mi hermano, pero mi mano nunca llega a la suya, porque me doy cuenta que mis mejillas están mojadas.
- No… No estoy lista – dije sollozando.
Mis piernas pierden su fuerza y caigo arrodillada ante el suelo, lagrimas caen sin parar, cubro mi rostro con mis manos, nudos se crean en mi garganta, me arde, me duele, me duele el alma.
Elías me abraza, mi cara mojada queda inundada en su pecho.
¿A quién engaño? No estoy lista y nunca lo estaré. Nunca en mi vida me hubiera imaginado estar en este escenario, a mis dieciocho años, vestida de negro, para ver por última vez a mis amigas. Nos imaginábamos esta escena, pero nosotras teniendo ochenta y cinco años, no dieciocho, no tan joven, y mucho menos así. Nunca estaré lista para darles un último adiós a mis amigas, nunca podre dejarlas ir, no poder vivir sin ellas, ayer estaban a mi lado apoyándome en un momento importante y hoy… simplemente ya no las volveré a ver nunca más. No quiero aceptarlo. Me siento culpable de todo esto. Todo esto es mi culpa. Es mi culpa.
Estoy a mi limite. No puedo más. Gritos desgarradores salen de mi voz, arrancando el gran dolor que siento en mi ser. Ámbar, Natalia, ustedes no se merecen esto.
- ¡Hermanita…!
Escucho la dolida voz de mi hermano, dando sus caricias en mi cabeza. Permaneciendo en silencio. Hasta que mi voz no da para más y los gritos se detienen, dejando como consecuencia un dolor más grande que ya tenía antes en mi garganta.
- Michael – hablo Esteban – llévate a mi hermana a su habitación y permanece con ella hasta que volvamos. Elías y yo iremos al funeral, si algo pasa, nos llamas a Elías o a mi ¿Entendido? – ordeno mi hermano con voz firme.
- Sí señor.
Siguiendo las órdenes de Esteban, Elías se separa de mí, toma mi rostro con sus manos, con sus pulgares limpia mis lágrimas, aunque es imposible que estas lagrimas tengan fin. Mi querido hermano me besa la frente y una triste sonrisa se dibuja en rostro.
- Cuídate mucho, hermanita.
Michael se arrodilla ante mi ofreciéndome su mano, sin embargo, no quise tomarla. Sin pensarlo estreche mis brazos alrededor su cuello, Michael con sus brazos me levanta del suelo y me carga hacia mi habitación mientras sigo mirando a mis hermanos y a Sebastián. Los ojos del príncipe se ven sin brillo, usualmente tienen ese brillo tan fascinante que lo hace ver como un chico sacado de un cuento de hadas, pero ahora mismo, es un príncipe con ojos de melancolía.
11:56 pm
- Dime - responde Sebastián al instante
- Por favor ven – dije con una voz ronca
- Espérame - cuelga la llamada
Me siento alterada, no sé cómo calmarse, me siento mal conmigo misma, existe un dicho que dice que ahogues las penas ¿no?
Me voy al baño, me siento en el suelo de la ducha y giro la llave, dejando que el agua oculte mis lágrimas.
Pasan los minutos, mis ojos me están cansados, quiero dormir, finalmente escucho la puerta del cuarto abrirse, y en una abrir y cerrar de ojos la puerta del baño se abre, mis ojos se encuentran con los del chico gato, sus ojos se aterrorizan, se acerca a la ducha y la cierra. Un gran silencio entre ambos, me esperaba un regaño o algo, pero se quedó callado, aunque no me molesta, es un silencio cómodo. Sebastián agarra una de las toallas del estante y la coloca alrededor de mi cuerpo, de pronto un gran calor me invade alrededor, los brazos de Sebastián me abrazan, mis ojos arden por el calor de su cuerpo, su calor me ayuda a no sentir este frio infernal, recuesto mi cabeza en su pecho y así nos quedamos, en el hermoso silencio.
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Editado: 18.09.2024