La clave de Sol

5. Notes Inégales

 

Abro los ojos y te veo a vos:

lluvia canela en cada mechón.

Como si no lo supieras dijiste «¿Quién sos?»

Yo soy la poesía de tu corazón.

Rompiste la jaula, mi libre gorrión,

abriste tus alas en busca del sol.

Y aunque crea fielmente que algo nos unió

dejar que hable el tiempo

será lo mejor.

Porque la expectativa es otra reja

de la misma prisión.

La expectativa es la reja, de una prisión…

 

—No… ¡No! no me convence —resumo ante la hoja repleta de garabatos donde descansa el boceto de mi próximo intento de canción—. No sé, es algo que no tiene... No sabría explicarlo.

—¿Con quién hablás? —cuestiona Milán llegando a sentarse a mi lado antes de que despegara el avión.

—Conmigo mismo. Suelo decir muchas boludeces, pero fuera de eso soy un buen conversador.

El tipo refunfuñó de una manera tan exagerada que me hizo sentir ofendido sin decir una palabra. Tenía cierta habilidad para eso.

—Tratá de no parecer tan chapita en frente de los reporteros cuando lleguemos a Buenos Aires, ¿querés? Me dijeron que va a estar lleno de esos.

—No prometo nada.

—Me lo imaginaba. ¿Puedo ver?

Alisé la hoja recién arrugada y se la acerqué tratando de no mirarlo. Me ponía nervioso que la evaluara. Qué se yo, soy un poco susceptible a la opinión de la gente que me importa y todos en la banda son parte de esa categoría.

Creí que no iba a decir nada distintivo tal como suele hacer; que iba a sonreír de manera forzada, a devolverme la hoja antes de llegar al final de las letras y a decir «Está buena» casi como si no le importara conversarlo conmigo o como si la experiencia hubiera sido tan mala que prefiriera ni siquiera mencionarla para no herir mi ego de compositor, pero esta vez no fue así. Desde el ángulo del ojo y lleno de sorpresa, lo vi arrugar la frente.

—¿Se puede saber para quién la escribiste? —planteó al lograr salir de sus cavitaciones.

—Para una mujer.

—Ya sé, boludo, lo que quiero saber es para cuál de todas.

No le quería decir eso, pero justo él no se iba a quedar con una respuesta genérica. Odio mentir, se me da terrible, pero no me queda otra.

—Una yankee que conocí en una de mis saliditas nocturnas y que me dio un número falso. ¿Por qué tanto interés?

—Me estás mintiendo...

Ya empezó. Mierda.

—¿Por qué creés que te miento? además, ¿por qué te interesa tanto la destinataria de otro de los tantos tangos que escribo a la nada?

—A la nada no es, no te hagás el boludo conmigo. Esto es para René, ¿no?

—¡¿Para René?!

Desvié la mirada inconscientemente hacia nuestra compañera que conversaba con Fabián sin sacar la vista a la ventana del avión. Error.

—¡Yo sabía! Todavía pasan cosas entre ustedes.

—No, pará, ¿qué flasheás? Entre nosotros nunca pasó nada.

—¿Y entonces por qué la cancioncita de amor?... ¡La estás mirando!

Era verdad. No sólo la estaba mirando, sino que también era cierto que entre René y yo había quedado algo en el aire, pero nunca se concretó, y eso fue justamente porque yo sabía que antes de que entrara a la banda Milán había estado fascinado por ella por mucho tiempo. Nunca supe cuánto.

Lo que no era verdad era que la canción era para ella.

 

—Vos y yo ya hablamos de esto más de una vez che; hay miles de minas por acá, por Estados Unidos, por Colombia, por todos lados. No tiene sentido confundir las cosas y complicarnos la banda sólo por un caprichito romántico.

—Sí, eso habías dicho, lo que pasa es que empiezo a creer que para vos ella no es sólo un caprichito romántico.

Fue, estaba re pesado.

—Está claro que para quien René no es solo caprichito romántico es para vos, ya fue y nunca pasó; déjalo estar —expresé ofuscado sacando a relucir mi evidente fastidio hacia el tema —Tengo mejores cosas que hacer que estar discutiendo por esto. Si tanto la querés, dejá, sentate con ella no más.

Me levanté de mi asiento para ir a pedirle a René que me cambiara el lugar y así pasarme el viaje con mi mejor amigo, Fabián. Él sabe conversar de todas las boludeces juntas y de ninguna a la vez sin hacerse drama por todo así que íbamos a estar todos bien, pero al llegar junto al sitio donde ambos parloteaban, el tipo me vio y se apuró a decir.

—¡Uy! Ya que viniste vos, ¿me puedo sentar al lado de Milán? Tengo un par de ideas que conversar con él sobre el último tema que usamos para la entrada.



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En el texto hay: romance, drama, musica y romance

Editado: 26.11.2020

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