—¿Dormiste bien?— preguntó Cormac.
—Muy bien— asintió Llewelyn, desperezándose y tomando su lugar en la mesa.
Dana le sirvió una taza de té caliente.
—Entonces, ¿cómo vamos a hacerlo?— preguntó Llewelyn.
—Primero vamos a desayunar, muchacho— trató de calmar su ansiedad Cormac.
Llewelyn trató de tomar su té en silencio y calma, pero Cormac podía ver que estaba demasiado ansioso. A ese paso, su estómago devolvería todo antes siquiera de intentar la teleportación.
—¿Por qué no me explicas un poco cómo hiciste para llegar aquí?— trató de distraerlo Cormac—. Así sabré mejor cómo prepararte.
—Bien— asintió Llewelyn—. Durante la conexión con mi abuelo, comencé a ver este bosque. Sentí que me movía como flotando por los senderos. Luego vi la cabaña con todos sus detalles, me acerqué a la puerta y traté de abrirla, pero mis manos estaban aprisionadas por las de Nuada. Luché para liberarme, y cuando logré soltar las manos, abrí el picaporte. Después de eso, me sentí a salvo, me sentí bien. Luego no sé lo que pasó, hay un blanco en mi memoria. Solo sé que me desperté en mi cama, y era el atardecer. Estuve confundido por un buen rato. No recordaba que había ido a Faberland, que había tenido la conexión con mi abuelo. Era como si siempre hubiese estado aquí, a salvo, en la cabaña del bosque de los Sueños, pero luego la memoria volvió a mí.
—¿Por qué querías abrir la puerta, entrar a la casa?— preguntó Cormac.
—Me sentía atrapado, asustado, y sabía que dentro de la cabaña estaría a salvo.
—En el lugar al que vamos, no va a estar a salvo— le comentó Dana a Cormac—. ¿Crees que igual pueda ir hasta allá?
—La teleportación que realizó fue un escape de emergencia— explicó Cormac—. El despertar de una habilidad es a menudo lo suficientemente traumático como para provocar pánico. Cuando sentimos que estamos en peligro, nuestra mente vuelve automáticamente al sitio en el que siempre nos sentimos seguros. Eso no quiere decir que no pueda controlar el destino e ir hacia donde quiera. Sin embargo, veo aquí dos elementos claves que debemos reproducir: uno es la visualización clara del lugar de destino, y la otra es una emoción lo suficientemente potente para que se produzca el transporte.
—¿Pero cómo va a visualizar Llew un lugar que no conoce? ¿Y cómo puede invocar una emoción tan fuerte con respecto a ese lugar que pueda producir el transporte?— cuestionó Dana.
—Yo puedo encargarme de ambas cosas— sonrió Cormac.
—¿Cómo?— preguntó Llewelyn.
—Combinando mi habilidad con la tuya— respondió Cormac.
—Creí que no querías intentar eso nunca más— dijo Dana—. Creí que habías dicho que…
—No hay necesidad de asustar al muchacho— la cortó Cormac—. Esto es diferente.
—¿Diferente? ¿Cómo?— insistió Dana.
—Puedo mostrarle Colportor a Llewelyn, luego cerrar la visión por un momento y dejar que él haga el resto. De esa manera, las dos habilidades no estarán activas de forma simultánea, no de la forma en que tú y yo lo hicimos— explicó Cormac con paciencia.
Dana no objetó la explicación.
—¿Dónde lo haremos?—preguntó Llewelyn.
—El patio trasero me parece una buena opción— dijo Cormac, poniéndose de pie—. Termina tu té y prepara tus cosas.
—¿Qué haremos con los caballos?— preguntó Dana.
—Nos serían de gran utilidad, pero me temo que no podemos llevarlos. Sería demasiado.
—Iré a sacarles las bridas y a liberarlos en el bosque— dijo Dana.
—Yo puedo hacer eso— dijo Cormac—. Tú encárgate de empacar víveres.
—Bien.
Cuando todo estuvo preparado y listo. Dana buscó papel, pluma y tinta, y se puso a escribir una carta a su padre. La escribió en el idioma de Yarcon para que fuera incomprensible para cualquier intruso que llegara a la cabaña sin ser invitado. La dobló con cuidado y la dejó sobre la mesa, apretada con una roca. Luego comprobó sus armas, se colgó la mochila del hombro y salió al patio trasero. Llewelyn y Cormac ya estaban junto al aljibe, esperándola.
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Editado: 12.10.2019