La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

SEXTA PARTE: Usurpadores - CAPÍTULO 98

Overkin levantó la vista de los papeles que estaba revisando cuando escuchó la puerta abrirse. Vio que era un muchacho de unos quince años.

—No puedes estar aquí— le dijo—. ¿No les advirtió Tiresias que esta ala del castillo estaba destinada para mí y mi gente?

—Hola, Avannon, me gustaría pensar que todavía soy parte de “tu gente”— le sonrió el muchacho.

Overkin se puso tenso al escuchar su verdadero nombre. ¿Quién era aquel muchacho? ¿Cómo lo conocía? El consejero de Dresden sacó un puñal de su cinto y lo mantuvo prudentemente oculto bajo el escritorio.

—Entiendo que debe resultarte extraño verme con este cuerpo de muchacho, pero soy yo, Av— dijo el muchacho con una mano en alto, mostrando el anillo con la Perla activa.

—¿Qué…?

—La conciencia que fue separada de su cuerpo, ha vuelto al seno de la carne.

Ante aquellas palabras, Overkin abrió los ojos como platos.

—¿En… en… verdad eres tú?— tartamudeó, emocionado.

—Así es, querido Av— abrió los brazos el muchacho.

Avannon fue hasta él y lo abrazó:

—No sabes cuánto tiempo…

—Lo sé, lo sé.

—Pero este cuerpo… ¿Por qué?

—No te preocupes, no pienso quedarme con él. Vi el cuerpo que me tienes preparado en la cúpula.

—¿Te agradó?

—Mucho. Tu buen gusto no ha menguado. Dime cómo están las cosas, cómo van los planes.

Avannon acercó una silla e invitó al muchacho a sentarse, luego comenzó con su relato:

—Govannon me fabricó el cristal para poder mantener el campo de energía estable. Aun con el cristal, estuve varios años para conseguir reunir, almacenar y sostener tanta cantidad de energía.

—¿Govannon te ayudó? Creí que no estaban en buenos términos.

—Me odia tanto como siempre. Tuve que forzarlo a cooperar.

—Espero que lo hayas dejado vivo, Av. Nos podría ser útil en un futuro.

—No te preocupes, sigue vivo, aunque no sé dónde. Ya sabes que tiene la manía de esconderse en el interior de las montañas. Me dio mucho trabajo encontrarlo para que hiciera el cristal.

—Cuéntame más de la cúpula.

—Sostener tu futuro cuerpo con vida suspendida es solo una de sus funciones. Esa cúpula es un arma de gran poder, con ella seremos invencibles.

—¿Estás seguro? Tus armas han fallado antes…

—No esta vez. Lancé un ataque de prueba sobre Cryma y borré a medio pueblo en menos de un minuto.

—Hubiera sido más impresionante si hubieras borrado a media Faberland.

—No quería atraer la atención de Faberland, solo de Lug.

—¿Y lo conseguiste?

—Sí, pero hubo un error en mis cálculos. He creado un desfasaje temporal que nos permite tener más tiempo de este lado de la cordillera: meses aquí son meras semanas del otro lado. Así que calculé que tenía tiempo de ir por Cathbad al norte y llegar a tiempo para interceptar a Lug. El problema es que, de alguna manera, mientras estuve ausente del sur, Lug se las arregló para llegar hasta Colportor, donde Dresden, el rey de turno, lo atrapó y…

—¿Y qué, Av?

—Por favor, tienes que entender que nunca fue mi intención dejar que…

—Dime lo que ese rey le hizo, Av— exigió el muchacho.

—Yo, lo siento…

—¡DÍMELO!

Avannon tragó saliva, y en un murmullo casi imperceptible, explicó:

—Dresden le arrancó los ojos y le borró la memoria… lo arrojó en una celda…

—¡¿Qué?!— gritó el otro—. ¿Cómo pudiste dejar que le hicieran eso? ¡Sabes bien lo que significa Lug para mí!

—Cuando llegué, el daño ya estaba hecho. Dresden es muy voluble. Tuve muchos problemas para convencerlo de que no lo dejara morir.

—¡No me vengas con esas excusas patéticas, Avannon! ¡No planeé todo esto hasta el más mínimo detalle para que tú vengas a arruinarlo a último momento!




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