La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

SÉPTIMA PARTE: Bifurcados - CAPÍTULO 130

—Lug— lo llamó Randall—, Zenir entró en la cúpula con Avannon hace unas horas y luego solo Avannon emergió con una muchacha, lo que significa que Zenir sigue aun allí dentro.

—¿Muchacha?— inquirió Lug.

—Marga— explicó Humberto desde atrás, sentado contra una roca—, en el cuerpo de Madeleine.

—¿Estás seguro?

—Sí— respondió Humberto—. La vi huyendo por el bosque, hacia el suroeste.

—¿Y en vez de seguirla, decidiste enfrentarte a Avannon por tu cuenta para salvar a mis amigos? Me impresionas, Humberto— manifestó Lug.

Humberto solo se encogió de hombros.

—¿Y Llewelyn?— quiso saber Lug.

Nadie contestó.

—¿Randall? ¿Entró mi hijo junto con Zenir y Avannon a la cúpula?

—No, Lug.

—¿Alguien lo vio?— insistió Lug, paseando su mirada expectante entre todos los presentes.

—Lo siento, Lug, no vimos a Llewelyn en ningún momento— expresó Juliana.

—¿No entró en la cúpula? ¿Entonces, dónde está?— preguntó Lug a nadie en particular.

—Tal vez Llew se teleportó directamente dentro de la cúpula— ofreció Dana—. Eso explicaría por qué nadie lo vio entrar.

—Si es así, debe estar adentro con Zenir— razonó Randall.

Juliana desató el cordón de cuero con el cristal del puñal de Ana y se lo ofreció a Lug. Él se lo colgó del cuello, enfundó su espada y se dirigió sin dudar hacia la cúpula.

—Lug— lo llamó Dana—, ¿Puede un solo cristal proteger a tres personas para atravesar el campo de energía?

—No lo sé— contestó Lug—, pero quiero ver primero si no están heridos. En todo caso, podemos pedir a Gov que haga más cristales.

Dana asintió su acuerdo.

—Ten cuidado— le aconsejó a Lug.

—Siempre— respondió él, y se internó en el campo de energía, desapareciendo de la vista de todos.

Humberto, aun sentado en el suelo, con la espalda apoyada en una roca mientras se recuperaba de su mortal encuentro con Avannon,  observó muy interesado todo el proceso. Conque así era como Lug había logrado entrar a la cúpula sin ser pulverizado: Govannon lo había provisto con un cristal especial para entrar. Solo ese conocimiento hacía que hubiera valido la pena haber decidido quedarse y arriesgar su vida para salvar a todos.

—¿Qué vamos a hacer con estos?— preguntó Randall, señalando a los soldados, que seguían de rodillas bajo la atenta mirada de Augusto y Akir.

—Tal vez sea mejor que nos ejecuten de una vez— dijo uno de los soldados.

—¿Por qué piensan que merecen la muerte?— le preguntó Ana.

—Porque cuando Overkin despierte, los matará a todos ustedes, y luego vendrá por nosotros por haberle fallado y nos meterá en las mazmorras de Colportor, torturándonos horriblemente hasta nuestra muerte. Una muerte rápida ahora, a manos de sus espadas, sería un acto de misericordia.

—Suéltalos, Randall— dijo Ana—. Deja que corran a esconderse de su amo y vivan con miedo el resto de su vida.

—No— dijo Juliana—. Si los sueltas, irán corriendo a congraciarse con Dresden, delatándonos y trayendo más soldados a husmear por la cúpula.

—Juliana tiene razón— opinó Randall.

—De acuerdo— asintió Ana—. Entonces, átenlos y le pediremos a Gov que les haga unas lindas celdas para ponerlos hasta que decidamos qué hacer con ellos.

—¡No!— gritó el soldado que había hablado, poniéndose de pie y echando a correr hacia la cúpula.

Augusto trató de detenerlo, pero no pudo. El soldado se arrojó al campo de energía de la cúpula, que lo pulverizó al instante, dejando apenas una pila de polvo gris en el suelo como único vestigio de su cuerpo. Los demás soldados abrieron los ojos, aterrorizados ante la muerte súbita de su compañero.

—Idiota— murmuró Ana entre dientes, y luego a los otros soldados: —¿Alguno de ustedes tres tiene también deseos de suicidarse?

Los tres guardaron silencio y se dejaron atar sin oponer resistencia.

Lug emergió de la cúpula con el rostro preocupado. Dana fue la primera en acercársele:

—¿Y bien?

—No hay rastros de Zenir ni de Llew en el interior— anunció Lug.

—¿Entonces?— preguntó Akir.

—Tal vez se teleportaron a algún otro lugar— opinó Dana, esperanzada.

—Es posible— respondió Lug, sin dar voz a la alternativa: que Avannon los hubiera pulverizado antes de salir de la cúpula.

—Abriré un canal con Llew para que nos diga dónde están y qué pasó— propuso Dana.

—Buena idea— concedió Lug—, pero, Dana, mejor contacta con Zenir primero: no sabemos en qué estado está la mente de Llew en este momento, tal vez el esfuerzo de someterlo a un canal no sea conveniente…




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