La corona de la esclava

Capítulo 2: El idiota

 

Llevábamos toda la noche y la mañana viajando, en algún momento pensé que sería solo de día y que por la noche podría acampar.
 

No podía estar más equivocada.

 

Aparentemente todo el apuro por mi traslado a Maire y que el príncipe enviara a su propia guardia, se debía a que los Rebeldes estaban al tanto de la unión. Actualmente estábamos pasando por una zona muy hostil, donde vivían los nobles más recios a Theodor. Eso suponían dos problemas, por lo que no viajábamos por el camino oficial.

 

—¿Puedo ir al baño? —Necesitaba más que nada ponerme cómoda, aún faltan varios días de viaje así que este estúpido corsé podía esperar. El robusto muchacho me observó sin saber que decir, hacía unas horas que intercambió lugar con el León cascarrabias. Este era muy joven también, su cabello rubio le llegaba a los hombros en numerosos rizos... pero no era nada afeminado, era por mucho uno de los hombres más varoniles que conocía.

 

—¿Es necesario?—me lo preguntó de una manera tan ocurrente que casi me distrajo de la actuación.

 

—Sí... Muyyyy—empleé mis mejores técnicas de actuación para convencerlo de lo importante que era bajarme de ese carruaje, había soportado hasta latigazos cuando era una esclava, pero nada se comparaba a este estúpido corsé.
 

Nora me miraba con diversión, me conocía demasiado la condenada.

 

—Bien —emitió el mismo sonido que Mortis y el carruaje se detuvo. Se bajó rápidamente y luego levantó las mantas que estaban tapando las ventanas. El mayor de ellos se asomó y me hizo señas para ayudarme a bajar.

 

—¡Mi lady!—gritó Nora sobresaltada al  ver que tomé un par de maletas. —Ese es mi trabajoooo —susurró— ¿Quieres que me corten la cabeza? —Sonreí ante el tono en que lo dijo.
 

—Te la arrancaré yo misma si me vuelves a contradecir —bromeé mientras bajaba del carruaje.

No tenía mucho tiempo antes de que estos salvajes me hicieran montar nuevamente, así que debía buscar algo fresco que ponerme.

 

—Ayúdame con esto —Le hice señas para que me acompañara, luego abrí la maleta en el césped y elegí lo más cómodo que encontré. —¡Ahora regresamos! —grité a los cuatro hombres para que a ninguno se le ocurriera seguirnos, pero para mi sorpresa el odioso se dirigía en nuestra dirección.

 

—¡Te he dicho que...!
 

—Ya escuché y le aseguro que no miraré, mi Lady.

—Leee aseguurooo que no miraré mi leiiidyyy —la jarana surgió de una forma tan natural que hasta Mortis se rió.

 

Pensé en refutarle algo, pero al final no dije más nada y continué caminando entre los árboles hasta llegar a un enorme arbusto de bayas. No pude evitar recordar a Julio porque le encantaban las de este tipo.

 

—Espera aquí —le señalé mientras me escondía detrás del árbol. Él simplemente se volteó e inspecciona la zona con la vista. No podía entender lo que le incomodaba tanto.
 

Nora pasó demasiado trabajo para quitarme el corset y cuando lo hizo, por fin logré respirar con normalidad. Apostaba que seguro se me habían quedado las marcas rojas de las varillas.
 

—Pensé que moriría con esta cosa. —Lo arrojé bien lejos de nosotras.

 

—Son los que suelen llevar las damas de Maire. —Advirtió Nora mientras me abrochaba la parte de arriba del vestido.

 

  —De todas maneras nunca seré como ellas así que el príncipe Jhon tendrá que conformarse como soy  —Hizo señas para que me callara, no me acordé del "odioso".

 

—Cierto... el odioso está aquí. —Después de todo no sabía su nombre—. ¿Cómo te llamas? —grité al hombre que estaba aún de espaldas, tenía dudas por saber su nombre después de todo. Al ver que no me respondía y seguía mirando en la misma dirección, me le paré delante con los brazos cruzados... Ni siquiera se inmutaba a mirarme.

 

—¿Eres sordo acaso? —estaba algo tenso, miraba hacia un lado del camino.
 

Quizás el calor había afectado mi mente porque solo quería discutir con él.

 

—He dicho que...

—¡Silencio! —interrumpió abruptamente mientras puso la mano en mi boca. Su mano era muy áspera, llena de cayos. Ni siquiera me estaba mirando mientras le hacía ceñas a Nora para que se acercara. —Escúchame, avísale a los demás que a partir de ahora acataremos el plan B.

Nora salió corriendo tan confundida como yo.

—Ahora escúchame tú... —dijo mientras continuaba con su mano en mi boca.—tomaremos uno de esos caballos y nos marcharemos. —Estaba tan asustada, no entendía esta paranoia de su parte, pero lo seguí sin resistirme.
 

Los otros tres hombres estaban cada uno en un caballo y Nora estaba detrás de fortachón.
 

—Nos veremos donde acordamos, el primero que llegue le avisará al rey ¿Entendido? —Se escuchó un"entendido Sr."colectivo.
 

El enorme hombre me sujetó desprevenida por la cintura y me puso encima de su caballo, como si no pesara nada.

 

Sentí como el rubor crecía en mis mejillas.

 

Los demás se pusieron  una capa y nos alcanzaron  otra a nosotros. Después se subió detrás de mí y arreó el caballo en otra dirección. Miré hacia atrás buscando a Nora, ya habían partido tomando distintos caminos. Solo esperaba volverla a ver.

 

—¡¿Pero qué hace?! —protesté nerviosa al ver que intentaba atraerme hasta su pecho.

—¡Voltéate o te caerás! —No pude evitar pensar en lo cómodo y fuerte que era su pecho. El caballo corría a toda marcha, no podía ver a nadie siguiéndonos así que no entendía por qué tanto alboroto.

 

Estábamos corriendo muy rápido, sentí los nervios de punta y tener a este hombre tan cerca no ayudaba. Realizó otro movimiento brusco para atraerme hasta él y a pesar de sentir que podía irme por la cabeza del caballo... me resistí.
 

—¡Que me sueltes cavernícola! —grité mientras intentaba desdesperadamente retirar sus brazos de mi cintura.
 




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