La frontera era una enorme base militar. Mortis había llegado antes que nosotros, nos topamos con él cuando justo cuando se disponía a buscarnos con un grupo de Mairenses.
Entramos a una de las coloridas carpas y unas damas me atendieron. Tomé un delicioso baño de espuma y me cepillaron el cabello. Luego descansé por unas horas en una esponjosa cama, pero no dormí a pesar de estar exhausta. Me molestaba un poco que nadie me hablara sobre lo que le había pasado a los demás. Necesitaba ese descanso, necesitaba desconectar mi mente y tratar de olvidar todo lo que sucedió en el camino... pero también necesitaba saber sobre mi amiga.
Aún me quedaba grabada la imagen de los hombres muertos, del olor a sangre y la sensación de vacío que quedó en mi pecho. No paraba de repetirme que lo merecían, que no había hecho nada malo, que debía ser más fuerte si quería ser una reina digna.
Ese sentimiento de lo que podía haberme echo ese hombre...
¡Era horrible!
Después de unas horas decidí salir al exterior, necesitaba despejar mi mente y guardaba la esperanza de que Nora estuviera afuera.
"Odioso" estaba diferente, tenía el cabello recogido en una pequeña coleta y hablaba con Mortis mientras sostenía unos mapas en la mano. Lucía tan tranquilo y calculador como siempre. Me les acerqué, pero era notable que no les agradaba mi interrupción.
—¿Saben algo de los demás? —Al escuchar mi pregunta solo continuó analizando los mapas, con la misma cara de tranca de siempre.
No me gustaba el mal genio que tenía y menos la cara de Mortis. Este último era el más fácil de leer de todos y su rostro dejaba claro que algo estaba mal.
Y ahí quedé ignorada ante esos dos hombres como si fuera otro poste de madera.
Me acerqué a Mortis e intenté mirar el mapa que estaban analizando, hasta que "odioso" volteó echo una furia.
Alguien estaba de muy mal humor.
—Usted necesita partir lo antes posible, mi lady —dijo mientras me indicaba el carruaje estacionado a unos metros de distancia.
Si pensaba que me iría así sin más estaba muy equivocado. Además, esa no era la respuesta de mi pregunta.
Si mi destino era morir en guerra co. Este hombre, lo acataría con gusto.
—Usted necesita ponerse en su lugar y responderme. —Mortis me iba a decir algo, pero él le hizo señas para que se callara.
¿Qué le pasaba a este hombre?
Un día me sonreía y al otro me trataba como si fuera tela de mercado, sin ninguna opinión propia o decisión. El abrazo que me dio cuando me rescató se sintió como si le importara.
<< ¿Por qué vas a importarle querida Verónica? >>
—No sabemos nada ni de su amiga, ni de los míos ¿Entendido? —dijo y me volvió a señalar mi transporte.
Sabía más que yo, estaba segura... lo que generó que la Verónica salvaje que vivía en mi interior se olvidara de lo poco de dama que le quedaba.
Le arrebaté rápidamente el mapa de las manos, dejándolo con cara de incrédulo.
Era rápido, pero no se comparaba a una mujer furiosa.
—Mi dama vino conmigo y conmigo se va.
Sus ojos me desafiaron mientras tensaba la mandíbula. En ese momento no sentí miedo, pero mis pies comenzaron a aflojarse por la tensión que se formaba en el ambiente.
—Nosotros trataremos de encontrarlos... yo mismo dirigiré la búsqueda. —Mortis trataba de la situación que había entre nosotros dos. Me extendía la mano para que le alcanzara el mapa... pero yo ya no quería parar.
—¿Y usted qué hará? —Continué desafiando a "idiota".
Cruzó los brazos sobre su pecho haciendo que los músculos se tensaran en la ajustada camisa negra que traía puesta.
—Aparte de velar porque su malcriada persona llegue sana y salva al palacio... tengo que hacer muchas otras cosas que no le incumben. —Arrebató el mapa de mis manos en un hábil movimiento, luego me señaló nuevamente el carruaje.
¿Malcriada yo?
Fui esclava por siete años y crie a mi hermano siendo una niña. No tenía la culpa de tener sentimientos y estar preocupada por mi amiga y menos de que se me haga muy difícil hablar con este hombre. La sangre que pasaba por mis venas era caliente, no podía solo sentarme en un estúpido carruaje como si nada.
—Me alegro de no tener que verlo más, ¡Cara de oso peludo!—A Mortis se le escapó una carcajada y luchó para no reírse más. Pareció que logré ofenderlo bastante porque estaba tenso y continuaba mordiendo su carnoso labio inferior, no se esperó esta reacción... para ser sinceros, yo tampoco.
Me volteé antes de que agregara algo más... Solo podía pensar en Nora, deseaba con todas mis fuerzas verla pronto.
—Mortis —dijo a mis espaldas—, cuento con usted y espero verlo pronto en el palacio.
No esperé a escuchar nada más. Salí con la frente en alta, sin dar a entender ni una pizca de debilidad. ...
Casi llegábamos al castillo, después de tres días en este carruaje el dolor en la espalda me estaba matando. Por lo sucedido anteriormente solo nos deteníamos para ir al baño. Me acompañaban tres damas que habían mandado de la corte de Maire. Solo hablaban de infidelidades, joyas... lo mismo de toda la burguesía.
Me sentía tan perdida y sola.
Tan preocupada.
Mi mente divagaba de vez en cuando pensando en todo lo que cambió mi vida este último mes, pasé de vestir damas a escuchar sus chismes. Extrañaba un montón a Julio, quería ver lo antes posible a Nora y tenía miedo de lo que me esperaba en el palacio.
—¡Genial! —Exclamé en voz alta. La dama que estaba hablando paró y me miró como si fuera con ella—. ¡No!—aclaré rápidamente—Continúe usted, que yo solo pensaba en voz alta.
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Editado: 27.10.2021