En los últimos años el clima se ha vuelto un tanto caprichoso. Los veranos se han tornado más fríos y los inviernos más cálidos.
Y en Puerto del Cabo, la ciudad que nunca duerme, un hombre perseveraba en su caminar en el abrazador pavimento como un guerrero jaguar en una sangrienta contienda.
Los años le pesaban en su marchitado cuerpo, pero, los pocos placeres que la vida podía ofrecer reconfortaban a su ya experimentado corazón.
Muchos cuestionarían su cordura si supieran el contenido exacto del paquete que abrazaba con sumo cuidado, el cual yacía envuelto con el papel que normalmente era usado en los alimentos. Las personas de buen gusto no escatimarían en gastar unas cuantas monedas más en una mejor envoltura para regalo. Por desgracia, él no era una persona que cayera en esa categoría.
Dicho eso, era cuestionable que no estuviera dispuesto a derrochar un poco más, considerando la pomposa suma que había gastado en su preciado artículo.
The Bloody Crown: Limited Edition Collection. Una novela visual clasificada para mayores de edad, por su contenido erótico. El titulo había sido un rotundo éxito en su país de origen, y no era de extrañar que el público occidental exigiera una versión oficial subtitulada al español.
Pero a los ojos de aquel hombre, el juego no era mejor que la basura.
Entonces, ¿para qué tomarse la molestia de adquirirlo? Todo se debía al fandisc que venía junto al juego original.
The Bloody Crown: The Rhapsody of the Stars. Una novela cinética narrada desde el punto de vista del antagonista, así como de los personajes secundarios que tuvieron relación con él.
Fue de esta forma que la historia que había sido considerada conmovedora, se había tornado grotesca. Gracias a este contenido extra, el propio antagonista gozo de una popularidad mayor a la del protagonista.
—Este debe ser el lugar —dijo él con voz agitada.
Tenía la esperanza de que la persona que recibiría esto, también viera lo mismo que él en su momento.
No tenía la menor idea de quién era la persona que vivía en aquel domicilio. Pero algo le decía que era la indicada.
—Ojalá se te acabe la mirada constante… —tarareo el hombre de repente con buen humor—. La palabra precisa, la sonrisa perfecta…
Su trabajo estaba hecho.
—Ojalá pase algo que te borre de pronto…
La gente suele pensar que dios no juega a los dados.
—Una luz cegadora, un disparo de nieve…
No podrían estar más equivocados.
—Ojalá por lo menos que me lleve la muerte…
Si tan solo supieran que dios es el mayor apostador de todos.
—Para no verte tanto, para no verte siempre…