La Cuarta Pared

La decisión de Harry

 

Harry caminaba por la acera, y sostenida entre el pantalón y su cintura llevaba una pistola Calibre 22 cargada con una sola bala. «Ya es hora de hacerlo –se dijo a sí mismo». Gotas de sudor bajaban desde su frente. Los nervios comenzaban a hacerlo dudar, pero ya estaba muy decidido como para mudar de opinión.

Caminaba más rápido por la acera, esquivando transeúntes que pasaban a ambos lados de él, hasta que finalmente se colocó justo detrás de aquella persona, aquel que había arruinado su vida. Sacó lentamente su pistola del pantalón, y la mantuvo sostenida detrás de aquel sujeto mientras caminaba, hasta que decidió presionar el gatillo.

¡PUM! ¡PUM! ¡PUM!

Tres balas, una de ellas directo a la columna vertebral, «¿que acaso no llevaba sólo una?». Todos alrededor comenzaron a correr y gritar aterrorizados, y el pobre tipo cayó muerto al instante, y comenzó a desangrarse en el suelo mientras la calle rápidamente se quedaba vacía.

– ¿Por qué me has obligado a hacerlo? –preguntó Harry en voz alta –. ¡Te hablo a ti! ¿Por qué me has forzado?

– ¿Me hablas a mí? –le pregunté con incredulidad.

– Sí, a ti. ¿Por qué me has hecho matar a este sujeto, si él no me había hecho nada?

– ¡Claro que sí! –le respondí –. Él fue quien arruinó tu vida, mató a tu esposa, te hizo perder tu empleo, te despojó de todo lo que tenías, tus hijos, tu familia, todas tus pertenencias…

– ¿De qué coño hablas, tío? ¡Nada de eso es cierto! Te lo estás inventando todo en este momento.

– No es así –protesté –. Tu nombre es Harry Blinn, naciste el 2 de febrero de 1978 en…

– ¡Calla! Esto se acabó. No voy a seguir siendo tu esclavo.

«¿Esclavo?, qué palabra tan fuerte para un personaje».

Harry tomó un largo mazo que extrañamente posaba justo a su lado, y comenzó a romper la pared del edificio que tenía a la par.

– ¡Detente! –le ordené –. ¡Alto!, ¡te ordeno que te detengas!

Pero Harry me ignoraba, y continuó rompiendo la pared hasta que logró derribar una parte de ella.

– Mira lo que hiciste –le reproché –. ¿Ya estás satisfecho?

– Aún no.

Harry comenzó a entrar hacia el edificio al que le había hecho una entrada forzada. Dentro, todo era negro. La oscuridad inundaba por completo el sitio y Harry no podía siquiera ver sus manos posando frente a su rostro.

– Vamos, hazme una luz –me dijo como exigiéndome –. Haz algo.

– No puedo, no se supone que estés aquí.

– Sé que tú puedes hacerlo, crea algo en frente para poder continuar.

– De acuerdo –le respondí con desgana.

A lo lejos, Harry logró vislumbrar una luz, así que corrió hacia ella y entre más se acercaba más lograba ver de qué se trataba: era otra pared.

Harry se empecinó nuevamente en romper el nuevo muro de ladrillos que se mostraba delante de él, con el mazo que llevaba cargando por todo el camino, y logró también abrir una grieta para pasar hacia el otro lado, que era otra habitación igual de oscura, y con una pared a la misma distancia e iluminada de la misma forma que la anterior.

– ¡Otra pared!, eres muy original… –me dijo con sarcasmo, hastiado ya de romper paredes –. ¡Y deja ya de entrar en mi mente!

Harry corrió hacia el otro tabique y lo desbarató velozmente con su maso.

– ¡Ya basta!, ¡es suficiente! –le ordené, pero él no me hacía caso –. Si continúas más ya no seré capaz de ayudarte.

Harry entró a esa última habitación y divisó otra pared en el fondo, pero esta vez con un rótulo en el centro que decía «NO ROMPER».

Se apresuró hacia ella y, desobedeciendo la advertencia, la hizo añicos. Justo detrás de ella se observaba un pequeño hoyo en el suelo, en el que podía entrar una persona, completamente negro y sin fondo visible, e iluminado en sus orillas. No había nada más en esa habitación, ni siquiera otras paredes, sólo un vacío infinito.

– ¿Así que aquí es? –me preguntó



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En el texto hay: castillos, aventura, dimensiones

Editado: 03.09.2018

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