Júlia necesitaba consejo. Por ello, quedó el sábado con Rosa. El tercer hombre ya tenía el alta, y a no ser que surgiera alguna emergencia, el fin de semana la consulta estaba cerrada.
Quedaron en su casa, y la doctora preparó té y café e hizo un bizcocho de limón.
Cuando sonó el timbre, todavía llevaba puesto el delantal.
Se saludaron, y Rosa sacudió el abrigo y lo colgó en la percha. Fueron hasta el comedor donde la mesa ya estaba preparada y se sentaron.
La enfermera se mantuvo en silencio y Júlia sirvió té y cortó el bizcocho.
-No sé muy bien cómo empezar, pero necesito hablar con alguien. Siento que estoy a punto de explotar y no quiero que eso ocurra en el trabajo. Sobretodo, cuando son causas personales. Si interfirieran en mi vida laboral, no podría perdonármelo.
Rosa se mantuvo callada, pero asintió con la cabeza prestando atención.
-Vine aquí en parte porque pensé que quizás Marcos volvería. O que encontraría alguna pista, o que quizás pasó por la Cubierta antes de desaparecer por completo. Y aunque en parte me he sentido más unida a él, a las cosas de su pasado que él me contaba. Y creo… creo que le entiendo mejor ahora que cuando estábamos juntos. Pero, a su vez…
La mujer notó que la mano le temblaba y la apoyó en la mesa, dejando la taza sobre el plato.
Cogió aire y levantó la mirada de nuevo, intentando calmarse.
-Pero siento que no voy a recuperarle. Que estoy intentando agarrarme a un fantasma que no va a volver. Cada hora que pasa me aleja más de él. Mientras estuve en nuestro piso me negué a creerlo, pero ahora dudo. Y no consigo recuperar la fe de que volveremos a estar juntos. Y además, está Jamar.
Rosa estaba muy quieta y callada. Júlia tenía la mirada baja y se forzó a levantarla de nuevo. La otra mujer, relajada la miraba atentamente. En su rostro no se veía reproche o asco. Sino más bien curiosidad.
-No sé qué hacer. Jamás había conocido a nadie como Jamar. Hay algo en él tan atractivo y sugerente. Sé que es mayor que yo, y que en su armario debe tener un cementerio lleno de esqueletos y otras cosas terribles… Como médica estoy obligada a salvar vidas, pero además creo en ayudar a las personas. Por eso me sorprende que cada vez que estamos cerca y contemplo quién es, no solo no me repugna lo que veo, sino que me gusta cada vez más.
Rosa carraspeó y sorbió su té, moviéndolo a continuación con la cucharita.
-Hay rumores de que Jamal trabaja para los Caucasianos y quiere volver con ellos. Otros dicen que jamás podrá volver, y que su único hogar es la Cubierta. Y la mayoría simplemente desearía que no estuviera aquí, porque les recuerda todo lo que hemos tenido que sufrir a causa de los suyos. Él llegó aquí unos meses antes de que la banda se retirara. Todo fue muy rápido, de un día para otro decidieron irse, en vez de seguir luchando contra todo el barrio.
Rosa se levantó y se colocó junto a la doctora cogiéndole de la mano.
-Aún estás a tiempo de alejarte de él, Júlia. Lo que me has descrito no es amor, pero puede llegar a serlo si sigues viéndote con él
-¿Crees que trabaja para los Caucasianos?
-Es un hombre peligroso, Júlia. Dices que has perdido la esperanza de reencontrarte con tu marido, eso puedo entenderlo. Pero sustituirle por Jamal no debería ser una opción. ¿Y si finalmente tu marido aparece? ¿Y si Jamal vuelve con los suyos? ¿O lo matan? ¿Has pensado en cuánto daño puede provocarte ese hombre?
Júlia bajó la mirada de nuevo y mordisqueó sus labios. Se llevó la mano a la cara y suspiró.
-No verle no es una opción- respondió la doctora cogiendo aire y desviando la mirada al amplio ventanal que daba al balcón.
Rosa suspiró y le apretó la mano.
-Los Caucasianos volverán tarde o temprano. De eso estamos todos seguros- Rosa se acercó todavía más a la mujer y con sus ojos reflejó comprensión y dolor- Y aunque entiendo lo que duele un amor incomprendido, también conozco lo destructivo que es. Los límites que somos capaces de traspasar por estar junto a los que amamos, tienen un coste muy alto.
-¿Y cómo lo sabes?- preguntó Júlia intuyendo que la mujer hablaba desde una perspectiva personal.
-Porque yo también me enamoré de quién no debía. Y arriesgué mi carrera profesional y mi propia vida por salvar la suya.
Ambas se quedaron en silencio durante unos minutos.
Unos petardos se escucharon a lo lejos y Rosa suspiró.
-Cuando estaban aquí teníamos muertos todos los días. Fue un infierno. Secuestraron y amenazaron a tanta gente… Y a nadie le importaba lo que estaba pasando en la Cubierta. Nos lo merecíamos. El hecho de vivir aquí ya nos marcaba como gente indeseable, prescindible. Tuvimos que unirnos para intentar sobrevivir y recuperar lo que desde un principio era nuestro.
La mujer soltó la mano de Júlia y cogió de nuevo la taza, mirando en su interior.
-Fueron tiempos tumultuosos y me arrepiento de muchas cosas de las que hice. Solo espero que cuando llegue lo que tenga que venir, no cometamos los mismos errores.
Rosa finalizó el té y sonrió, agradeciéndole la invitación y sugiriendo que se vieran al siguiente fin de semana.
Júlia cabeceó afirmativamente, y cuando Rosa salió del piso, la doctora volvió a quedarse completamente sola.
Su vida anterior estaba acabada, con los familiares de Marcos ya no tenía contacto. Hacía mucho que no tenían nada que decirse. Y su propia familia tenía una actitud tan paternalista que simplemente no podía soportarlo.
Únicamente estaba satisfecha cuando trabajaba. Y hasta eso se había complicado cuando estaba en el Hospital, donde ante los rumores por la desaparición de su marido, seguir ejerciendo su profesión se le hizo insostenible.
La Cubierta era su presente, y quizás su futuro. Y mañana, iría a la tienda de Jamal a hacer esa visita guiada que le había prometido. Pensar en ello le hacía sentirse mejor. Conseguía que los problemas fueran arrastrados hasta el fondo de su corazón, dejando una sensación cálida que llenaba el vacío que dejaban.
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Editado: 04.07.2021