Oliver
Terminada la junta de control de daños de la editorial, los ejecutivos procedieron a salir uno a uno, dejándome con mi secretario, Arnoldo, quien después de recibir un asentimiento de mi parte, se marcha a su puesto. Echo mi cabeza hacia atrás para mirar el techo de mi sala de juntas y poder soltar un suspiro cansado por todos los temas agotantes que hemos tocado el día de hoy. No puede ser que estemos tan estancados en cuanto a las publicaciones y con una deuda tan grande con la empresa de las impresiones; esto es un desastre, jamás pensé en toparme con algo así en mis mejores años de carrera. Y jamás se me pasó por la cabeza que todo se genere por falta de publicaciones. Eso podría pasar años atrás, pero no ahora cuando existen plataformas con muchos diamantes en bruto, no cuando por cada piedra que mis dedos levanten puede haber como cinco escritores, hablando metafóricamente. ¿Cómo puede una editorial no publicar escritos nuevos en un largo tiempo?
—Oliver, su amigo Armando está aquí —anuncia Arnoldo. Como si yo no tuviera suficiente por un día. ¿Qué mis horas de atención a Armando se cumplieron en el almuerzo?
Despeino un poco mi cabello y bajo la mirada a Arnoldo.
—Déjalo pasar —acepto. Arnoldo asiente y abre la puerta un poco más.
Un pequeño rato después, Armando se asoma con una cara tonta y serena para después entrar de lleno y cerrar la puerta de la sala. Mientras hace todo eso, yo reúno las fuerzas necesarias para canalizarlas y volver a mi paz interior, tal vez Armando me ayude con eso. Ya he escuchado que las personas tontas jamás pierden el aburrimiento y su contribución con el mundo es proporcionar diversión a los que sí trabajan.
Armando toma asiento en la otra punta de la mesa. Él siempre ha soñado con ser uno de los ejecutivos con una silla asignada en esta prestigiosa mesa, como yo. Pero sus conocimientos no son lo suficiente para ascenderlo de gerente de edición. Igual sigue soñando con que un día llegará su carta de ascenso, si supiera las veces que yo he tenido que interceder para que no le llegue la carta, pero no la que la anhelada. Muchas personas aquí lo quieren fuera (más las féminas) por su conducta inapropiada. Siempre he sido el salvavidas de Armando, aunque lo único que hace es quitarme lo que yo quiero y solo velar por él. Pero bueno, ¿para que son los amigos?
—Así es señor Oliver, se le olvidado su junta conmigo. ¿Qué sanción debería recibir? —pregunta con una ceja enarcada y una mueca (muy mala) de enfado.
Entrecierro mis ojos y quito mis gafas, ya me están mareando; debe ser porque tuve que leer muchos números rojos y nada de grandes ingresos o que todavía no me acostumbro a usarlas para leer grandes escritos. Extraño cuando no debía hacerlo, pero esta es la vida de un escritor y ahora debo vivir con las consecuencias. Después de quitármelas, vuelvo con rapidez mi mirada a Armando.
—Nunca quedamos en nada y ¿Qué tu horario de trabajo termina a las seis? —pregunto y rectifico la hora en mi reloj inteligente —Son las cuatro, Armando. No deberías molestarme mientras se supone estás trabajando menos ahora que...—
Decido callarme porque los temas de los ejecutivos de la editorial se quedan como temas de los ejecutivos de la editorial y contárselo a Armando es como decirle a la vecina chismosa que la hija de la recatada de la comunidad está embarazada, esparciría como pólvora eso. No puedo dejar que siembre el caos en mis oficinas. Así que niego con la cabeza y masajeo mis sienes, necesito dormir. Estoy demasiado cansado, mejor me voy a mi casa a descansar y dejo Armando con lo que sea que venga a pedirme, no estoy de humor y ya he pasado de mi saldo del día con su cuenta en la cafetería. Debo ahorrar, soy su padrino de bodas por ser rico no por mejor amigo, es Armando. La plata va primero.
Me levanto, dispuesto a irme.
—¡Oye! ¿A dónde crees que vas, Oliver? —pregunta, preocupado.
Me detengo en medio de la mesa.
—Estoy cansado. Termina tu turno de trabajo y ve a molestar a tu esposa para que sepa con la clase de fastidio que va tener que soportar por toda la eternidad. Yo me voy a dormir a mi cama fría, suave y para mí solito.
—No te puedes ir a dormir tan temprano, ¡somos jóvenes! Dormimos hasta que el cuerpo aguante y hoy es viernes —festeja Armando y ruedo los ojos. Los jóvenes que duermen hasta que el cuerpo aguante son los que todavía no trabajan a conciencia y no tienen el salario de cientos de trabajadores pendiendo de sus manos.
En otras palabras, los Armando del mundo festejan hasta que el cuerpo aguante, mientras los Oliver duermen en sus camas grandes de solteros y en sueños solo ven números rojos, dinero, y cartas de despido si no resuelven los problemas de oficina.
Pero no está demás saber a donde quiere Armando que invierta mi dinero esta vez.
—¿Qué tienes en mente, Armando? —Pregunté con sarcasmo, sabiendo de que dirección se tiraba la cuerda. Era alguna fiesta, eso es seguro.
Armando y la fiesta, esa era la única relación duradera y eterna que yo creía que Armando era capaz de aceptar y amar. Parece que, de nuevo, mis suposiciones no son acertadas.
—Siempre he querido estar en la lista de uno de los clubes del Hotel Marrion y hoy es nuestra oportunidad. ¡Logré que nos metieran en la lista de IZQUIERDA!
¿La lista de IZQUIERDA? Cualquiera entra esa lista, el problema y las dificultades vienen para entrar a la lista de DERECHA porque es más elegante y está hecho para personas de más calibre que las que entran a IZQUIERDA. No estaba de humor para formar una larga fila y menos para entrar al club de los pobres diablos, como Armando.
—Lleva a Alma, así por lo menos la sacas con tu dinero —bromeo
Armando rueda los ojos y sostiene su barbilla con sus manos.
—Por eso no puedo llevar a Alma, yo no voy a pagar; mi padrino de bodas lo hará.