La dama de honor & el padrino de bodas

16| Oliver

Por quinta vez, vuelvo apartar la mirada y se le doy completamente a mi ordenador. Se supone que estoy revisando unos estados de cuenta por lo que no tengo el tiempo para atender a mi hermana, Olivia y a sus amigas. Me han caído de sorpresa y realmente, yo pretendía pasar una tarde tranquila en mi piscina, leer un poco y luego, comenzar a arreglarme para salir con Camila.

En mis planes no estaba hacerme cargo de niñas de catorce y quince años. No puedo ni siquiera removerme y ya una de sus amigas mueve la cabeza en mi dirección y me ofrece una sonrisa discreta y coqueta.

Cárcel, cárcel, cárcel, eso lo que les espera a los hombres que sonríen a las niñas de papi y mami.

—¿Podemos tomar algunas de las latas de vodka saborizado, Oli? —Me pregunta Olivia, con su dulce voz de niña inocente.

Ahora todo tiene sentido. Me han visto la cara de alcahuete. Olivia solo quiere beber con sus amigas menores de edad, pobrecita la niña que piensa que su hermano mayor va permitir que uno…dos… ¡Cinco! Menores de edad terminen ebrias.

—Ni se te ocurra, tomen latas de soda —espeto, sin levantar la mirada del ordenador.

—Oliver, por favor —suplica Olivia—. Prácticamente solo son refrescos con un poquito de alcohol.

Elevo mi mirada, junto con una pequeña sonrisa.

—Prácticamente, es ilegal para ti —replico—. Acéptalo, Olivia. Lo más cerca que vas a llegar al alcohol va a ser el que usas para desinfectar.

Da grandes zapatazos y me tengo que morder el labio para no partirme en una buena carcajada. Pretende beber y su manera de expresar el enojo es con un berrinche. En fin, dulce juventud.

—Por eso no eres el hermano divertido —rezonga.

—Soy el hermano con casa propia, lo demás es irrelevante —respondo, luego le hago un ademan— ¿Ya terminaste? Porque soy adulto y tengo trabajo que hacer para pagar cuentas, entre ellas tu escuela.

Solo eso he debido decir para que la líder del escuadrón de niñatas saliera despavorida de mi sala con sus secuaces detrás de ellas. Pero realmente tengo que hablar con ella luego. Por casualidad he estado muy pendiente de su índice académico y casi me caigo de espalda cuando vi tantas barbaries. Su plataforma de notas tiene menstruación eterna.

No es que yo fuera el estudiante ejemplar a su edad, pero no estaba tan crítico como ella y es mejor que me diga si necesita un tutor o algo. Incluso, si el problema es que no tiene a alguien que la ponga en cintura, pues me la traigo conmigo después de todo, la pobre se la pasa encerrada porque nuestra madre siempre está de viaje en viaje y la abuela no tiene la misma fuerza que cuando Donna, mi otra hermana menor y yo éramos de su edad.

Ay mi viejita.

—Las espantaste de la sala y ahora invadieron mi cuarto —comenta Donna, exaltándome.

Se me olvida que ella se ha mudado temporalmente por motivos de su examen para la escuela de medicina. Mi “hermanita la sanguinaria” pronto pasará a mi “hermanita la cirujana”, espero que no tenga que agregar “sanguinaria”.

—No soporto a las adolescentes, además, una de ellas quería comerme vivo —me defiendo.

Donna se ríe levemente.

—Debe ser Cristal. Está flechada por ti desde los cinco años.

¿Desde los cinco años? Nos llevamos diez años, o sea que, yo tenía quince años y no era el encanto hecho persona. Recuerdo que odié mis quince años por todos los cambios que no tuvo mi cuerpo, a excepción de la voz, fui el primero de la generación en madurarla, pero el último en tener siquiera un vellito en el pecho.

¿En serio le gusté así? Diablos, pobre chica con esos gustos que se carga desde pequeña.

Sacudo mi cabeza. Mi celular vibra, ha llegado un mensaje de Arnoldo. En realidad, es una nota de voz un tanto larga. A pesar de que estoy en mi casa, me siento expuesto. Prefiero escucharla en la privacidad de mi cuarto, así que cuando llego doy “reproducir” a la nota.

“No me gusta quedar a cargo. Nadie me está tomando en serio y piensan que son vacaciones. Se están marchando, Oliver. Me dan excusas como: “Mi abuelita necesita que le compre unos medicamentos”, “tengo que recoger a mis hijos” y la más rebuscada “me atacó la influenza”. Y eso no es todo, otros vulgarmente se fueron sin decir nada. Odio esto, mi cerebro super ordenado va a entrar en colapso por tanto desorden. Tal vez, no sobreviva de esta noche así que, recuerda tomar tu pastilla de la cabeza y utilizar sus gafas si debes leer letras pequeñas.”

Luego vino otra nota de voz.

“Armando estuvo buscándote, se miraba desesperado. Pero como dijiste que no le diera tu ubicación a nadie le dije que tomaste un viaje a “nunca jamás” je, je.”

Bien, nada me echará a perder esta noche, menos el descontrol en la editorial. De eso me encargo el lunes, aunque es mejor que Arnoldo logre establecer de nuevo el orden a que yo deba hacerlo, los temas de la editorial me dan jaqueca.

—¿Qué pasó? —inquiere mi hermana menor, Donna, asomándose por la puerta.

—Arnoldo dice que todos parecen querer tomarse el resto de la tarde libre, lo han estado llamado para darle excusas horribles. En otras palabras, no le tienen respeto.




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