La dama de honor & el padrino de bodas

21| CAMILA

«—Bienvenidos, hermanos y hermanas a esta dichosa celebración que une a dos hijos de Dios en el sagrado sacramento del matrimonio.

Todos estaban de pie, mirando en nuestra dirección con rostros brillantes y sonriente. Sus miradas desbordaban alegría y buenos deseos, a pesar de ello, no dejaba de sentirme nerviosa y mirar a todos lados menos al frente.

La ceremonia inicial comenzó. El padre con su discurso recurrente sobre el amor y la amistad y yo con ganas de morirme de la pena. Ser parte del centro de atención jamás ha sido mi fuerte, es por eso que uso con tanto esfuerzo mi seudónimo para escribir.

Diablos, quiero orinar, debí orinar cuando me lo dijeron y dudo que con este vestido pueda siquiera agacharme a la altura del inodoro. Vaya, día, ahora quiero estornudar y mis manos sudan como garrafón abierto.

—La unión de dos personas es algo para celebrar y aún más cuando han convivido toda su vida. Así que, me llena de alegría verlos a todos presentes en esta ceremonia de unión de almas.

Y entonces, cuando pasan unos segundos de silencio, lanza la pregunta crucial.

—Antes de comenzar, ¿alguien se opone a la unión de estas personas?

Pánico, pánico, pánico, se escucha entre los murmullos. Nadie dice nada y mis manos tiemblan y mi cuerpo está frio.

De repente, mi mano se alza por si sola. Todos me miran, pero no hay sorpresa en sus miradas.

—¡Ya era hora! —Exclama Milo.

—Concuerdo totalmente —opina mi madre.

¿Quién la invitó? ¿Qué hace aquí?

—No, no, se equivocan. Yo no me opongo, estoy feliz —digo, mostrando mi mejor sonrisa y tratando de bajar mi mano—. No puedo bajarla.

—¿Camila? —Alma me está mirando con los ojos cristalizados—. ¿No quieres que me case? ¿No me deseas la felicidad?

—No… yo… —Sacudo mi cabeza—. Claro que deseo tu felicidad, eres mi mejor amiga, Alma.

Pero ella no parece creerme.

—¿Eso es verdad?

—¡Claro que no! —Jo se levanta de la banca y hace resonar muy fuerte sus tacones hasta llegar al altar—. ¿Qué clase de zorra barata eres? ¿Cómo puedes tenerla aquí y obligarla a verte tomar a su hombre? ¿Quieres un golpe que te arregle esa nariz de tucán que tienes?

Alma cubre su nariz y las primeras lagrimas mezcladas con rímel comienzan a escapar. Aun con la mano levantada, me acerco a confrontar a Jo.

—¡Estás mal! No me opongo, es mi mano que no puede bajarse.

Jo se ríe secamente.

—¿Cuándo lo vas a aceptar, Camila? Tratas de convencerte de que nosotros estamos mal para que tú estés bien, pero eso es solo una realidad de fantasía.

—No… no.

¿Por qué a mí? Porque tengo que hacer sufrir a Alma justo en el día más importante de su vida. Soy una basura de amiga.

—Camila… —La voz que faltaba en la sopa, Armando—. ¿Sigues enamorada de mí?

Quiero negarlo, decirle que se equivoca, pero los fuertes latidos de mi corazón y el vacío en mi estomago no me dejan soltar palabra.

Armando deja atrás a Alma, de repente, todos desaparecen y nos dejan solos. La iglesia ha desaparecido y nosotros estamos en un panorama que reconozco muy bien. Es el patio de mi casa, donde comenzó nuestra historia.

—Supongo que estás cansada de tener eso levantado —dice, refiriéndose a mi mano. Entrelaza sus dedos con los míos y mágicamente, logra bajarla. Me sonríe y aprieta nuestra unión—. ¿Qué sientes por mí? En este lugar donde nos prometimos muchas cosas, quiero la verdad de tus sentimientos.

—Yo…, esto no está bien. —Es mi única respuesta—. Alma es mi mejor amiga y quiero que sea feliz, jamás me interpondría entre ustedes porque traicionar no es de amigos.

Armando dibuja una tierna sonrisa y nos acerca aún más.

—Olvídala, olvida tu enferma amistad que no permite que tus oídos escuchen las confesiones de tu corazón. Piensa en ti por primera vez y di lo que sientes.

—Armando… yo no te quiero más. Tu lugar está con Alma.

Con esa respuesta, Armando comienza a desvanecerse hasta desaparecer y la mano donde teníamos nuestros dedos entrelazados ahora hay una nota que abro inmediatamente.

“Sé que hago mal diciendo esto, pero realmente me gustas mucho.”

Mis ojos arden y derraman lágrimas. Gracias a esta nota, Armando y yo entrelazamos nuestras vidas.

Caigo de rodillas y mientras soy consumida por mis pensamientos, me duermo.»

Despierto bajo las suaves caricias que alguien hace en mi cabello. Me remuevo un poco y abro completamente mis ojos para encontrarme con un Oliver mirándome divertido.

—Buenas tardes —saluda.

Me incorporo rápidamente, consumida por la vergüenza. Me he dormido mientras revisábamos el muestrario de telas que nos trajeron hace dos horas.

—Perdóname.

Ladea su cabeza.




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