Nereyda estaba muy entusiasmada por que iba a ir con su madre a disfrutar de la belleza rural, aprovechando que Narsiso López, su padrastro no estaba . Era la primera vez que volvería a ir desde que su padre la llevó a la selva para admirar la variedad de fauna que había en su propiedad. Tenía una lánguida espectativa rural de presenciar una impronta sanación del espíritu inquieto producto del bullicio urbano. Sin embargo un silencio bengativo se apoderó de sí misma, como culpando a su madre y a ella de no volver a transitar los caminos más preciados de su padre. Nereyda con una contorsión monosilaba se limitaba a contestar con un sí, o un no, lo que su madre le preguntaba.
Había cumplido catorce años y al parecer su cintura y demás apariencias físicas de mujer, se empezaban a hacer más notable y con más ímpetu que de las demás hijas de Mandasta. La rebeldía y la belleza estaban unívoca a la adolescente; con una actitud de frustración y de frenesí a la vida, murria y desasosiego a la vez.
El paisaje se iba haciendo más encantador a medida que se aproximaban a la selva por el pastizal. Los cercos pintados con aceite quemado se encontraban deslucido; daban la apariencia de estar quemados por el fuego. Los prados verdes y el río serpentea por toda la travesía; mientras las cacatuas y demás aves emitían sonidos sonoros como dándoles la bienvenida. Miraron hacia atrás y sobre la sima, diez personas subían. Eran los vecinos y amigos de Lorenzo Fuentes que colindaban sus propiedades, pertenecientes ahora a Glady.
-Se le saluda doña Glady-saludó amablemente Teodoro Carrillo.
Todos llegaron y saludaron cordialmente y colocaron sus machetes y en un tronco viejo caído, donde descansaba Glady; que habían preferido rodear el camino inclinado, por la travesía del río hasta llegar al cruce de camino. Como si se tratara de un pelotón de guerra, todos llegaron en fila por orden de edad. Por último llegó un niño tímido, que saludo con afabilidad, al igual que los demás. Era Camilo Carrillo el hijo de Teodoro Carrilo, quien le encantaba ir de caza, los días sábados de todas las semanas.
La conversación de los ahora compañeros de camino se volvió muy amena. Camilo había adoptado una postura erguida frente a Nereyda. Sus ojos recorrían de arriba abajo la silueta de nereyda y esta al notarlo, hacia que sus miradas se encontrarán haciendo que el niño se ruborizarse de repente. Mientras Teodoro conversaba con Glady, Nereyda estaba en silencio, mirando al niño de reojo, con sus grandes ojos de paloma y pestañas encrespado. Los jóvenes que habían llegado también estaban en silencio, poniendo su mirada la mirada fija en Nereyda.
Ya había transcurrido un cuarto de hora y Teodoro hizo un ademán con las manos a su comitiva para seguir la marcha. Glady al ver que iban hacia su misma dirección los siguió simultáneamente. Teodoro y Glady iban adelante conversando sobre los infortunio de la familia Fuentes y de lo cambiado que esta el pueblo, en medio iban, Camilo y Nereyda que ya habían entablado una conversación; entre inocencia y coqueteo de Camilo que actuaba como un adolescente, entre alegría y asombro de Nereyda, que se sentía más cómoda con Camilo, que con los demás jóvenes, que iban atrás observando y hablando de lo hermosa y atractiva que era la jóven. Esa sensación de que hablaban de ella en susurros, hizo que se sintiera un poco incomoda, gracias a las locuras de Camilo, hizo olvidar lo que logró escuchar de uno de ellos.
-Sabes, soy bueno cazando, de hecho a eso vamos hoy-dijo Camilo con un machete desgastado por el mucho trabajo.
El tiempo había transcurrido y se encontraban en la selva de improvisto; el calor había desaparecido al igual que los jóvenes, que saltando como gacelas corrieron por varios senderos, no solo con el fin de cazar a un venado, sino, también para llamar la atención de la adolescente que se encontraba distraída obserbando a Camilo que hacía azañas con el machete viejo, a unos pocos metros de donde ella estaba . A Camilo le habían recomendado ir a ese lugar para orientar el venado hacia la dirección donde se encontraban los jóvenes con un fusil para emboscarlo.
" Si viene por aquí, le hago así y si viene por aquí, le hago así" Camilo batía el machete, cual si fuera un ingrimista profesional, Mientras Nereyda se reía de una forma particular de su inocencia e inherencia.
De improvisto apareció un venado enorme, ante la mirada atónita de Camilo que se enmudeció al ver lo que estaba ante sus ojos. El venado puso sus patas lelanteras despacio y con mucha cautela al ver a Camilo. Sus ojos tenían un brillo difuso y sus cuernos parecían grandes ramas barnizadas y adornadas por cualquier tipo de musgo. Nereyda también estaba paralizada al ver aquella aparición repentina sobre ellos, que no hizo otra cosa que observar detenidamente sus cuernos enormes. De súbito se hecho a correr hacia la dirección donde estaba Camilo, que al mirar al animal venir con enorme velocidad, produjo un grito que hizo que varias aves de distintas especies salieran de los copos de los árboles volando en diferentes dirección; también hizo que el venado cambiará de dirección, hechando a perder la misión por la cual se le había ecomendado. Nereyda al reponerse del susto, comenzó a reírse a carcajada del niño, que está vez ya se encontraba en cuclillas temblando. Un nuevo grupo de aves volvió a salir de los árboles tras la carcajada escandalosa de Nereyda.
Pronto aparecieron los jóvenes y Teodoro, preguntando que había pasado.
¡Se fué por allá!- dijo Camilo respirando profundo y señalando con su mano la dirección.
Pronto se encontraron en la casa abandonada de los Fuentes, donde Glady había hecho café para todos. Se rieron de la anécdota acontecida a Camilo, mientras se tomaban sorbo a sorbo el café.
Editado: 14.01.2023