El asedio de Damietta no fue tan breve ni tan victorioso como habían esperado. Duró varios meses, y estuvo lleno de dificultades y contratiempos. Los musulmanes se defendieron con fiereza, y resistieron los ataques de los cristianos con ingenio y valor. Los cristianos sufrieron bajas, enfermedades y deserciones, y se vieron obligados a negociar con los musulmanes una tregua.
Raymond luchó con bravura, y se distinguió por su pericia y su liderazgo. Fue herido varias veces, pero se recuperó pronto, y volvió al frente. Pensó muchas veces en Marie, y le escribió cartas donde le contaba sus hazañas y sus penas. Esperaba que Marie le respondiera, pero nunca recibió ninguna carta suya.
Lorraine trabajó con diligencia, y se ocupó de las tareas que le había encomendado el maestre local. Atendió a los heridos que llegaban del frente, y les curó las heridas y les consoló el ánimo. Leyó las cartas que le escribía Raymond, y se alegró de sus triunfos y se entristeció de sus sufrimientos. Quiso escribirle para decirle que le quería y que le echaba de menos, pero no pudo hacerlo.
El maestre local se había enterado de su verdadera identidad y de su relación con Raymond. Lo había descubierto por casualidad, al leer una carta que Raymond le había enviado a Lorraine. El maestre local se había enfurecido al saber que Alphonse Gérard era una mujer, y que había engañado a la orden. El maestre local se había sentido traicionado por Raymond, y que había mancillado el honor de la orden.
El maestre local decidió castigar a Lorraine y a Raymond por su falta. Decidió no enviar las cartas que Lorraine le escribía a Raymond, ni las cartas que Raymond le escribía a Lorraine. Decidió hacerles creer que se habían olvidado el uno del otro, que se habían dejado de querer, que se habían traicionado.
El maestre local decidió esperar a que Raymond volviera de Damietta, para enfrentarlo a Lorraine, y para expulsarlos a los dos de la orden.
Pero Raymond no volvió de Damietta