La Dama del Bosque

El Bosque de la Leyenda

Una noche de luna llena un hombre se hallaba cabalgando, tratando de huir por su vida. Su vestimenta consistía en un pantalón café oscuro, botas negras hasta la rodilla, una camisa blanca y una gabardina verde oscuro. Era un joven de unos veinticinco años, piel blanca, cabello castaño y un poco largo, rostro perfilado, ojos verdes, alto y de cuerpo no muy robusto.

Se encontraba aterrorizado, pensando en qué había hecho para estar en esa situación y en cómo podría librarse de ella. Estaba desorientado, no sabía a dónde se dirigía, ni dónde estaba, solo quería perder al grupo que buscaba su muerte. Su cuerpo sudaba helado y en su hombro izquierdo se situaba una herida profunda hecha por una espada. La sangre ya manchaba gran parte de su camisa y de su gabardina y un dolor agudo recorría todo su brazo. El viento frío lo golpeaba justo en el rostro dificultando su visión, haciendo más difícil la tarea de buscar un lugar para lograr extraviar a sus perseguidores.

Sus seguidores estaban peligrosamente próximos portando espadas, antorchas y flechas, los caballos y sus jinetes usaban armaduras con plumas moradas en sus cascos.

Cada minuto que pasaba, la desesperación y el miedo cobraban fuerzas en el joven al escuchar los gritos en su contra. Sentía la luz de las teas más cerca, pero en medio de su aflicción observó que no muy lejos se hallaba un denso bosque cubierto con niebla.

Reaccionó rápidamente halando las riendas del caballo, quejándose y soportando el dolor que le producía esa acción en su hombro, para guiarlo a la izquierda. Con esa maniobra logró ganar ventaja sobre sus perseguidores. Estando a metros de internarse en el bosque, su preocupación menguó y un rayo de esperanza cruzó por su mente dejando una leve sonrisa en su rostro. Sin embargo, una flecha se enterró en una pata trasera del caballo haciendo que cayera bruscamente y el jinete a su lado.

 El joven se acercó, arrastrándose con su brazo derecho, a su corcel y comenzó a frotarse la cabeza. El animal alzó la cabeza y dejó salir un quejido, en ese instante otra flecha se hundió su cuello quitándole la vida. El horror se plasmó en el rostro del hombre al ver el grupo de soldados que se acercaban a él. Un flujo de adrenalina recorrió su cuerpo obligándolo a levantarse, torpemente, e iniciar a correr.

–¡Arqueros, listos! ¡Apunten! ¡Fuego!

Al escuchar esto, el corazón del joven se detuvo por un momento y antes de que los proyectiles consiguieran alcanzarlo, logró entrar al bosque, impactando las flechas en los troncos de los árboles. El superior del escuadrón se enfureció, El superior del escuadrón se enfureció, se adelantó para ingresar primero en el bosque, pero antes de que lo lograra uno de sus hombres gritó.

–¡Cuidado!

Al oírlo todos tiraron de las riendas para detener a sus caballos.

–No veo nada a nuestro alrededor. ¿De qué nos adviertes? –preguntó el capitán.

–No deberíamos adentrarnos en el bosque de la leyenda; ya podemos darlo por muerto.

–¿A cuál leyenda te refieres?

–La leyenda trata sobre una joven hermosa que habita en este bosque. Dicen que ella es un fantasma que protege al bosque de los humanos, haciendo que los animales ataquen a las personas que osan ingresar.

–No creo en supersticiones. Además, si mi ingenuo y cobarde escudarón cree en esos cuentos para niños, apostaría a que esa dama nos agradecería por eliminar la amenaza por ella.

 –¿Disculpe señor, pero no nos tomaría, también, a nosotros como una amenaza?

El capitán desenvainó su espada y atravesó el pecho del soldado, la retiró y el hombre cayó de su caballo agonizando.

–¿Alguien más tiene miedo de entrar? –dijo el capitán.

Hubo un silencio sepulcral en el grupo.

–Bien, entonces en marcha.

La tropa entró a toda prisa en el bosque tratando de localizar al joven con las luces de las antorchas en la densa niebla. Aquel hombre seguía corriendo y luego de unos minutos se recostó sobre el tronco de un árbol a descansar.

Tomaba grandes bocanadas de aire, tratando de recuperar el aliento. Su cuerpo estaba empapado en sudor helado, pálido como un papel y la herida en su hombro cada vez más teñía de carmesí sus vestiduras.

Cuando su respiración se apaciguó, trató de revisarse su lesión con la intensa luz de la luna entre las copas de árboles, que seguía sangrando leve, pero constante. Sintió alivio al ver que no era muy grave y sabía que con unas horas de descanso se le cerraría. Sin embargo, comenzó a oír el galope de unos corceles. Inició a moverse tratando de alejarse del sonido, moviendo la cabeza en todas las direcciones buscando el grupo.



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En el texto hay: misterio, accion, biblioteca

Editado: 06.03.2019

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