La dama del Bosque: La Niña De La Mano Marcada

La carta

Era el último día que estaría en la ciudad y había decidido disfrutarlo al máximo, pues sabía que regresaría en un par de años y extrañaría ese lugar, o eso creía. 

Luego de retirar sus diplomas y de la despedida de su trabajo, que tras anunciarles que regresaría a casa en cuanto finalizará la universidad, le habían rogado que se quedase y tras no convencerla decidieron hacer una despedida para desearle buena suerte, Aisha estaba algo conmocionada. Hacía meses que no recibía ninguna carta ni sabía nada del paradero de la Hermana Tereza la monja que la había criado, y eso la preocupaba. Sabía que por el lugar en el que se encontraba y debido a su avanzada edad siempre debía esperar a que el cartero pudiese llevarle las cartas y traer las que ella solía enviarle al correo para que llega en días después a la ciudad. Pero eso era lo que se tardaban días no meses. 

En la última carta Tereza le explicaba que se encontraba bien de salud, pero que no veía la hora en la que su niña regresará a casa pues las cosas estaban algo complicadas y el tiempo estaba en su contra, debía regresar cuanto antes, "antes de que todo lo que el tiempo ha perdonado vuelva a encontrase en su actual estado", había dicho la religiosa. Sabía que a ella siempre le había gustado hablar en código o bueno mejor dicho hablar como si perteneciese a otra época, pero no había comprendido del todo aquella frase. Por supuesto que como siempre había indicado una fecha límite, un día específico con hora y toda la data de que debía estar en casa. 

Adoraba a aquella mujer, siempre tan organizada y puntual cómo un reloj, durante todos los años que la educó, la había enseñado a sentarse, comer, tocar el piano, francés Italiano, Inglés e incluso a caminar como lo debía de hacer una señorita, por supuesto cada actividad con un horario específico y planificado, pero que a pesar de eso debía de seguir siempre a mi corazón y a mi espíritu. Por lo que Aisha había obedecido al pie de la letra ya que desde que pudo andar exploró todos los rincones de aquella capilla y los exteriores haciendo que la pobre monja le diera un ataque cada vez que desaparecía. Hasta el día en que se perdió en el bosque tras una tormenta, bueno perdida no era la planta exacta con la que describiría una "pequeña desviación del camino" según le había dicho a la religiosa. Para su suerte se había encontrado con unos chicos aborígenes que al ver la tormenta corrieron a su hogar y que ella cegada por su curiosidad no dudó en seguir. 

A pesar de los retos y regaños de la monja, cuando estos la devolvieron a la capilla, no cambiaría por nada ese día, pues desde entonces su vida cambió por completo y al fin se sentía en familia, ya que al parecer y para su gran sorpresa la religiosa tenía una gran amistad con ellos. Desde entonces pudo al fin satisfacer a su espíritu y su corazón aventurero y a la monja, pues luego de horas de estudio con ella y el resto del día en los campos, ya no hacía más diabluras que a la pobre la habrían matado de un ataque. Siempre regresaba cansada y desde que la habían enseñado a montar y cazar el bosque de había vuelto más grande y mucho más vivaz.

 Aquellos recuerdos invadieron su mente y al darse cuenta se encontraba frente al mar y apunto de llorar.. solo faltaban tres días para la fecha que Tereza le había dado y recordó que debía terminar de empacar su bolso pues para llegar a su hogar debía de viajar en tren y este partía esa misma madrugada.

Tomo la carta y sus cosas observó el que sería su último atardecer frente al mar y se dirigió al auto bus que la llevaría hasta dos cuadras cerca de su casa. Ya en su apartamento, se baño y acomodó las últimas prendas en su bolso. Extrañaría aquel lugar tenía muchos recuerdos de él, miro el reloj y supo que tenía el tiempo justo para una última mirada. Le parecía increíble que a pesar de los años solamente tuviera una maleta de cosas para llevarse. El resto de las cosas de su apartamento quedarían para su amiga Linehi quien se encontraba pasando una mala racha y ya que ella se iría decidió dejarle el apartamento a ella para que pudiera comenzar de cero.

Faltaban unos minutos para que el tren partiera y como siempre ella corriendo para no perderlo. Corrió a toda prisa por los andenes con su bolso y una mochila de cuero en la que llevaba sus cosas personales entre ellas un diario antiguo que había encontrado en un viejo baúl enterrado bajo una roca del piso de la capilla en lo que parecía ser un cuarto secreto. Subió a toda velocidad y fue al que sería su asiento por los próximos dos días. Tomo el diario entre sus manos y antes siquiera de abrirlo los recuerdos volvieron a aparecer. Recordaba que había hecho de que la baúl su tesoro y de aquella pieza su guarida secreta, cómo imaginaba que había sido de alguien más alguna vez en algún remoto tiempo, era muy extraño estar en aquel lugar todo aquello le parecía tan familiar. Cómo si ella de algún modo perteneciera a aquella época tan remota en la que quizá algún apuesto caballero misterioso ocultara sus cosas para no ser descubierto, también recordaba haber  encontrado algunos vestidos viejos, lo que la había hecho pensar que quizá fuera el refugio de un par de enamorados con un amor imposible. Aquellas cosas la hacían volar en la imaginación y solía vestirse con aquellas prendas y ser una pobre damisela en peligro, para luego ponerse la oscura capa y tomar el arco y la espada y ser el valeroso caballero que iría en su rescate. Se había sumido tanto en aquellos bellos recuerdos de cuando era pequeña que sin darse cuenta se había quedado dormida sin siquiera leer el diario.

Se despertó espantada, sintiendo una mano que le daba golpecitos en el hombro para tratar de despertarla. Al mirar sé dio cuenta de que era el  Avisador quien le decía que está era su parada, creyó que se había equivocado puede si eso era verdad debía de haber dormido casi por 36 horas lo que era una locura pues sabía que llevaba días sin dormir, ya le había pasado antes y con algunas horas de sueño se recuperaba enseguida pero nunca 36. Miro para afuera por la ventanilla y definitivamente se encontraba en su parada, una vieja caseta arrumbada a la que según el Avisador nadie había bajado en un largo tiempo. 




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