Sin despedirse siquiera de Ariadne y mucho menos sin ducharse, salió apresurado. Sabía que el momento de enfrentar las consecuencias de sus actos había llegado. Alan sabía perfectamente que el bebé que recientemente había nacido era de Dante, aún así, decidió ir al hospital y hacerse cargo de los gastos de hospitalización.
La vanidad de Altaír se hizo presente hasta en ese momento – necesito que nazca por parto normal, no quiero una marca espantosa en mi vientre – gritaba fúrica mienyras que las enfermeras la preparaban – ¡no sé como van a hacerlo pero no quiero esa marca! – estaba inmersa entre la furia y el dolor físico qie ya sentía – Señora, no hay otra alternativa, su hijo no puede nacer por parto normal, si lo intenta, entonces usted o el niño corren riesgo de morir – ella negaba con la caneza mientras soportaba una contracción – ¡no me importa si se muere y yo prefiero estar muerta que quedar con una marca así! – ella estab fuera de sí y el médico, al ver que nadie la acompañaba, decidió sedarla, minutos después ella estaba en el quirófano.
Alan llegó al hospital mientras que Dara y Sharon esperaban noticias junto con Carlo en su departamento – ¿que noticias hay? – dijo acercandose a Dante que ya esperaba desesperado por las noticias que recientemente le habían dado – mi hijo, tiene riesgo de morir y además, ella lo desprecia, el médico dijo que exigia que no le hicieran ningún tipo dencirugía sin importar que el bebé perdiera la vida... – Alan lo interrumpió – ella siempre ha sido así, me duele reconocerlo pero ella sólo piensa en sí misma, espero que el bebé esté bien – le palmeó el hombro justo cuando el médico salía a dar informes – Señor, ya terminó la cirugía pero no tengo buenas noticias – Dante se llevó las manos al rostro temiendo lo peor –¿mi hijo murio? – preguntó con temor y el médico se limitó a negar con la cabeza – es un varon y el niño presenta una condición propia de un desarrollo prenatal sin el cuidado necesario – Dante lo miraba atento – nació con labio leporino – Alan apretó el hombro de Dante – Altaír no lo va a aceptar – pensó sin decir nada – pero eso se puede curar ¿no? – el médico asintió, pero debemos esperar a que se fortalezca, nació muy pequeño y no se puede someter a una cirugía debido a que su peso es menor del que debería tener – Dante miró a Alan y se apartó tratando de recuperar el aliento – ¡todo es culpa de ella! ¡Maldita la hora en que me enredé con ella! ¡Ahora mi hijo está pagando las consecuencias – Alan no sabía que decirle, se limitaba a escucharlo y a tratar de entender el horrendo comportamiento de la mujer de la que alguna vez estuvo enamorado – trata de estar tranquilo porque serás tú quien se haga cargo de ese pequeñito, te necesita más que nunca, ten presente que cuentas conmigo y con Dara, tu y Ariadne se han convertido en nuestros amigos y estamos para ustedes – Dante agradeció las palabras de Alan y se dispuso a seguir al médico que solicitaba que alguien alimentara al bebé en la incubadora – gracias – susurró secando sus ojos mientras se alejaba dispuesto a atender a su hijo recien nacido.
Mientras que Alan caminaba hacia el estacionamiento del hospital, recordaba los momentos vividos con Altaír, no podía creer que esa mujer fuera tan egoísta – ¿cómo fue que me enamoré de tí? – se preguntaba a si mismo pensando en la situación – no puedo permitir que esto nos dañe, Dara es mi presente y lo demás ya no importa – puso en marcha el auto dirigiendose hacia el departamento de Carlo.
Un par de horas más tarde, Altaír despertaba de la anestesia y al primero que vio ahí, esperando a que despertar era Dante quien no dijo nada. Ella lo miraba, en sus ojos se reflejaba un inmenso odio. Dante se levantó del sofá y se dirigió hacia la puerta; cuando abrió, una enfermera enteó a la habitación – es necesario que alimente a su bebé, acompañeme por favor – dijo la enfermera que empujaba una silla de ruedas y un enfermero entraba detrás de ella. Altaír no dijo nada, se recostó sobre la cama dandole la espalda a la enfermera – señora, es nec... – Dante la interrumpió – no, dejeme hacerlo a mí, creo que será necesario comprar algún tipo de leche ¿verdad? – la enfermera se dirigió hacia él – si señor, venga conmigo y le indicaremos lo que hay que hacer – Dante sonrió ilusionado, a pesar de la condición del pequeño, él lo amaba con todo su ser.
Altaír permaneció en la misma posición hasta que los enfermeros y Dante salieron, después, arrancandose la manguerilla del suero caminó trabajosamente hasta lograr cerrar la puerta, entró al baño y ahí se desnudó; sequedó de pie, asustada por pensar en awuella herida que ahora era parte de ella – les dije que no... – las lágrimas empezaron a brotar mie tras que ella se descubría el vientre y un gritó simbraba todo el hospital. Altaír miraba incrédula la herida – ¡¿por qué me hicieron esto?! – reclamó pensando en su embarazo y odiando con todas sus fuerzas al pequeño ser que había albergado. Acarició bruscamente la suturas y llorando llena de rabia se dejó caer sobre sus rodillas; odiba a todo el mundo y fue en ese momento en que co firmó que jamás había logrado ser feliz.