La desgraciada semana que me enamoré de ti

Capítulo 2

Cuando Jessica entra para decirme que ya están todos y que no tengo que seguir acá perdiéndome de ''la diversión'', salgo junto a ella y me encuentro con la faena en su máximo esplendor: música, charlas moderadas, gente comiendo, un par de niños siendo niños. Alguien llame a la policía.

Varias personas me hablan un poco: Karina, preguntándome qué quiero estudiar, mi madre, que quiere que busque nosequé en la cocina, Alex, que solo me molesta como siempre lo ha hecho... Lo siento, gente, mi objetivo es claro.

Me dirijo a la mesa para comerme un cupcake. Están deliciosos, y eso es decir poco. Al acabármelo, voy a por otro, que acompaño esta vez con una bebida gaseosa de limón.

Sí, es algo triste que, mientras todos están charlando y conociéndose, como lo deberían hacer los allegados de los futuros esposos, yo estoy tragándome todo lo que se me atraviesa. Pero, ¿qué es mejor? ¿Hablar con gente que no ha hecho mucho para llamar mi atención o probar cada tipo de aperitivo que está a mi disposición? Quien me diga que es la primera opción, miente.

Además, según puedo ver, el grupo más grande está alrededor de Jessica, y entre ellos está Félix, por ende, no me acercaré ni loca. La otra opción es hablar con los amigos de Eddy que ya están congeniando con los de mi hermana, y eso tampoco me fascina. No soy buena hablando con personas que no conozco, no soy buena interesándome en la vida de quienes sí conozco y, para colmo, soy terrible siendo agradable a primera instancia. ¿Para qué esforzarme?

Y ahí se fueron tres cupcakes.

—Los cupcakes no se van a escapar, descuida, no tienes que comerlos todos ya —dice el hermano de Eddy detrás de mí, antes de tomar un cupcake y darle una mordida.

—Gracias, capitán comotellames, de verdad pensaba que le saldrían patas, y sería una desgracia no comerlos —respondo, con una sonrisa falsa—. ¿Qué hubiese sido de mi sin esa fundamental información? —dramatizo, antes de devolver mi cara a su expresión natural.

—Es mi deber ayudar a las almas perdidas de este mundo a conocer la verdad, no lo agradezcas —comenta de la misma forma que yo. Me pregunto si se burlara de mi sarcasmo o si será así siempre—. Y por ser tú, te daré un segundo consejo: tal vez debas dejarle al resto algunos cupcakes.

Miro en mi mano el cuarto cupcake. Me detendré cuando mi estomago me lo pida.

—Mi madre pagó los dulces, no siento culpa alguna —niego con la cabeza—. Ya que tu hermano pagó la decoración y la comida salada, siéntete libre de robarte los centros de mesa y las mini salchichas.

El chico, que está comiendo el mismo tipo de cupcake que yo, suelta una media sonrisa mientras mastica.

—No te pareces a Jessica —menciona de la nada.

—Y tú no te pareces a Eddy —digo mirando a su hermano mayor a lo lejos, y luego a él.

No se parecen en nada. Es como si Eddy fuera la versión beta y este comosellame fuese la versión completa: más alto, más guapo, menos alegre y más estiloso. Supongo que lo que le falta a uno le sobra al otro.

—Oh, ya veo —asiente—. Te parezco atractivo —asegura, formando en su cara una sonrisa maliciosa que me saca de mi lugar por un momento.

Y, por primera vez en mi vida, me tardo en responder.

—Creo que lo primero en lo que pensé fue en tu falta de amabilidad y simpatía, pero si lo que quieres es que piense que eres atractivo, debe ser porque tú piensas que yo lo soy y deseas que la opinión sea reciproca —contraataco, sonriente.

—Creí haber dicho en voz alta que no te pareces a Jessica —es lo último que dice antes de mostrar sus dientes e irse, dejándome con la respuesta en la punta de la lengua.

Es mentira, no tenía nada que responder. Fue bastante ingenioso, arrogante, pero ingenioso.

Retiro lo dicho, ya no me agrada tanto.

Y acaba de llamarme fea... ¡Comparándome con su futura cuñada!

Aunque admito que ha logrado algo que pocos de los que me rodean han alcanzado: llamar mi atención.

La noche continúa con juegos sosos en los que no participo, una ronda de anécdotas graciosas con alguno de los futuros novios, en la que casi todos tienen algo que contar y lo que sobreabunda son las risas, mías incluidas; al final tenemos una cena que representa a Jessica y a Eddy: pizza con sushi, la comida favorita de cada uno respectivamente.

Todos están en grupos revueltos. Jessica y Eddy sentados con los amigos de este, los amigos de Jessica junto a mis primos gemelos, los padres de Eddy con los míos. Al tener mi plato a la mano, decido que la mejor opción es sentarme al lado de Alex, quien tampoco me saca mucha conversación.

Estaba tan concentrada en comerme mi pizza que no note a Eddy y a mi hermana caminando hacia el frente de todas las mesas, a un escenario imaginario. Piden que les prestemos atención un momento, cosa que instintivamente todos hacen.

—Bueno, la verdad solo queríamos darles las gracias por estar con nosotros esta noche —comienza Eddy—. Jess y yo queríamos tener un rato especial con las personas que consideramos más cercanos en nuestras vidas, y esos son ustedes —dicho eso, todos sueltan un alargado ''awww''.

Era de esperarse que fuésemos la elite, o algo así. Al menos por parte de Jess, todas las personas a las que invitó han estado para ella en las buenas y en las malas. Supongo que algo así debe pasar con Eddy.

—Ambos llevamos meses planeando esta reunión, y de todas las personas grandiosas que tenemos en nuestra vida, decidimos que las más importantes tenían que disfrutar un momento así de íntimo, conocerse entre sí y saber lo mucho que los estimamos —continúa mi hermana, quien ya está comenzando a tener los ojos llorosos. Es muy sensible.

—Quedan dos semanas para nuestra boda, y ya todos tienen sus invitaciones —sigue Eddy—. Pero ustedes no solo están invitados a esta, pues tenemos una sorpresa extra que estoy bastante seguro de que les encantará —sonríe Eddy, con una emoción que se incrementa cuando ve la cara de su prometida, quien no puede esperar para soltar la noticia que nos tienen escondida.



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En el texto hay: vacaciones, amor odio, amor de verano

Editado: 12.07.2020

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