La Dinastía (libro 11. Vannya)

Cap. 75 Tristeza

 

Mucho rato después que Iván fuese llevado a una habitación, le permitieron a Juliet entrar, algo que al menos Eddy agradecía enormemente, porque ni siquiera Liam, que era todo paciencia, había logrado tranquilizarla. Sin embargo, poder verlo tampoco pareció una buena idea, porque si bien en opinión de Eddy, no se veía tan mal, Juliet parecía opinar diferente y repentinamente se largó a llorar.

  • Vamos July, no está tan molido – le dijo con su desenfado habitual, pero al captar la mirada de Darko, se apresuró a disculparse – No es que piense…
  • Descuida – lo interrumpió él que no había estado pensando lo que Eddy había interpretado – Y tú no te preocupes, nidly, porque en efecto no está tan… molido, como dice el señor D’Iberville, y va a recuperarse

Eddy era incapaz de sentir vergüenza por casi nada en el mundo, pero en primera instancia se preguntó cómo sabía aquel sujeto su nombre, y, por otra parte, tuvo la absurda impresión de que aquel individuo se burlaba de él. Sin embargo, aunque no tenía idea de quién podía ser, pues no lo conocía, y Darko no guardaba con su hijo el parecido que tenía éste con el suyo, su nueva condición le permitió establecer la familiaridad con Iván y amarró la lengua, algo que podría haberle hecho gracia a Darko si no hubiese estado tan devastado por las condiciones en las que sabía se hallaba Iván.

  • Es mi hijo – le dijo, aunque él nada había preguntado
  • Seguro, y yo…

Pero se detuvo al recordar el pequeñísimo detalle de que la apariencia era irrelevante en aquellos sujetos. En ese momento entraron Iliar y Radek, pero el primero no prestó atención a nadie, mientras que el segundo juntó las cejas al ver a la muchachita que parecía a punto de deshidratarse. Sin decir nada, se acercó a la cama y después de unos minutos de lo que le pareció a Eddy atenta observación a Iván, se dio vuelta y salió sin decirle nada a nadie.

  • ¿Es que este tipo no es agradable ni con su propia gente? – preguntó el chico
  • No, no lo es – dijo Darko
  • Además ¿para qué vino si ni siquiera preguntó cómo estaba?
  • No necesita preguntarlo para saberlo lo mismo, y, por otra parte, hizo exactamente lo que vino a hacer
  • ¿Y qué fue eso?
  • Contribuir como pudo a la recuperación – contestó, aunque sabía que también se había ocupado de tranquilizar a Juliet
  • ¿Cómo?
  • Te salió competencia, Iliar – dijo Darko, aunque evidentemente Iliar estaba tan angustiado como él y no estaba prestando atención, y luego le contestó a Eddy – Radek es un vidkaj y…
  • ¿Y qué demonios es eso?
  • En tus términos, sería algo así como un hechicero

Los ojos de Eddy doblaron de tamaño y pensó que no suficiente con el lindo carácter que se gastaba, encima uno esos, pero, además, se imaginó a Radek yendo por ahí transformando a las personas en animales y causando desastres naturales El pensamiento fue tan transparente, que hasta Juliet dejó de mirar a Iván y le acomodó el habitual porrazo.

  • ¿Qué sucede contigo, estúpido? Y usted deje de decirle esas cosas, porque el necio este es capaz de creerlas y comenzar a ir por ahí con toda clase de amuletos para evitar que lo conviertan en sapo

Darko pensó que Iliar en verdad debía estar muy preocupado, porque si en condiciones normales no le importaba si conocía poco o mucho a cualquiera para fastidiar lo mismo, con aquel chico al que sí conocía, habría hecho fiesta al escuchar aquello.

Eddy por su parte, y aunque no era del tipo fantasioso como parecía pensar Juliet, había sido lanzado hacia su infancia con lo dicho por Darko, y lo que estaba recordando no era un cuento infantil precisamente, sino una ocasión en la que paseando por la isla donde había tenido lugar la erupción volcánica que había acabado con la vida de su madre y sus hermanos, se habían detenido en una especie de feria donde vendían artesanías y que se encontraba dentro del mercado local. En uno de los puestos, un individuo que, en la infantil opinión del Eddy de entonces, debía tener todos los años del mundo, había sujetado la mano de su madre y le había dicho algo que no venía a cuento en aquel momento según pensarían todos, pues le dijo que se marchara de allí lo antes posible. Aunque Eddy, y su madre por lo que diría a continuación, habían querido escuchar lo que el hombre intentaba decir, su padre los había arrastrado alejándolos y diciendo que aquello solo obedecía a la mala voluntad que le tenían los nativos de la isla a los extranjeros, especialmente a los norteamericanos. No obstante, la mujer que les servía de guía, le dijo en voz baja al hermano mayor de Eddy que hacían mal en no escuchar al hombre, porque era un Houngan. Como ellos no entendieron el término, pues ni siquiera hablaban el idioma local, la mujer aclaró que se trata de un hechicero.

Eddy tenía por aquel entonces unos cuatro años, de manera que ahora se estaba preguntando cómo era que recordaba aquello que no sabía había estado en su memoria. De lo que no era consciente, era de que, con su nueva condición, tenía acceso a recuerdos muy escondidos en su mente, y sería también, la explicación a aquella extraña manía que había sentido toda la vida por el término hechicero. De modo que, en ese momento, Radek perdería la hipotética posibilidad de serle siquiera simpático a Eddy alguna vez en la vida.




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