La Dinastía (libro 12. Milyk et Vörkessel)

Cap. 64 Uno tras otro

 

Posiblemente la única cosa seria en la vida para Istval era su trabajo, o al menos eso pensaban todos, por eso a nadie le extrañó que reaccionase de forma tan poco habitual ante una broma, pero apenas Yves se llevó a Rivi, el aykeri asumió el mando en ausencia de su hermano. Lo primero que hicieron Adrian y él, fue organizar a los levramzyks que estaban menos heridos para que trasladasen a aquellos que habían sido heridos de mayor gravedad y no podían moverse por sus propios medios.

  • ¡Slavik!
  • No está aquí, lavny – dijo Hani, y por su tono, Istval entendió con rapidez
  • ¿Muy mal? – y el chico asintió
  • Le acertaron en la pierna y supongo que no prestó atención, pero por lo que me dijo Niko que fue quien lo vio, debió ser en la femoral, porque casi enseguida cayó y fue cuando le acertaron en el cuello, y de no haber sido por Radek, le habrían quitado la cabeza – explicó y la expresión de Istval era horrible, y aún no lo había escuchado todo – En le caso de Irakli, cuando estaba apartando a Louis que estaba sin sentido, le acribillaron la espalda y recibió dos balazos en la cabeza

A pesar de la ira que estaba sintiendo, tenían que ocuparse de terminar allí.

  • Encárgate tú de los ikedevs que fueron aislados…
  • Axier lo está haciendo – lo interrumpió, pero como Istval conocía a sus hombres como si fuesen sus hermanos, sabía que faltaba algo y ahí estaba
  • Lavny… – por el tono y el obvio malestar, Istval sintió que un frío desagradable recorría su espalda – Ayhyr… – Istval sintió que el piso faltaba bajo sus pies
  • ¿Qué le sucedió a mi madre? – le gritó sacudiéndolo y todos se giraron a verlos – ¡Contesta!
  • No lo sabemos exactamente, porque… no la hemos encontrado

La mente de Istval se volvió un caos, porque por una parte se llenó de las imágenes de los últimos momentos antes de que todo aquello comenzase, y en los que Jovanka estaba riñéndolo por sus desvergonzados comentarios; de allí pasó sin orden ni concierto a muchos otros en diversas épocas, pero lo más importante de todo ello, era que su vida por alocada que hubiese sido, había girado en torno a dos cosas, su madre y su trabajo, de modo que lo que acababa de escuchar estaba abriendo una grieta del tamaño del globo terráqueo en su corazón, no podía respirar y su mundo se apagó.

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Yves había sacado a Rivi del palacio y casi le acomoda un puñetazo, pero notó que el necio aquel estaba sangrando, aunque no podría preguntarle nada de forma inmediata.

  • ¿Qué sucede contigo, Saint-Remy?
  • En realidad, la pregunta es al revés. Cuando los entreno, lo único que me interesa es que resulten efectivos para su trabajo, pero en algunos casos, como el tuyo o el de Casares, les advertí que había sujetos con los que era mejor no meterse en caso de que quisiesen conservar algo que es opinión general que no poseen, pero como yo sé que las tienen, y me resultarían del todo inútiles sin sus cuestionadas cabezas, entonces me esfuerzo en que las conserven
  • Vamos hombre, era Istval – dijo con fastidio

Yves concluyó que perdía el tiempo como casi siempre con aquel sujeto, porque había sido igual casi desde el minuto cero.

Rivi, al igual que Rodrigo y que Vasco, era originario de la península ibérica, pero a diferencia de los dos anteriores que sabían bien quiénes habían sido sus padres, así como dónde habían nacido, no era el caso de Rivi, al menos con relación a lo primero, porque sus recuerdos más antiguos, lo situaban al cuidado de unos sacerdotes, razón por la cual había sido mucho peor en materia de fe, que muchos otros devrigs.

Aunque nunca había tenido nada más allá de lo necesario, al menos no había pasado ni estuvo sometido a un desamparo como el de Irakli, por ejemplo, quien a pesar de haber tenido una madre, la misma no le había durado mucho. Los sacerdotes enseñaron a Rivi a leer y a escribir, y aunque lo que leía, en opinión de seres malignos como los ZD, era tremendamente aburrido, el niño no solo aprendió lo anterior, sino también, latín, griego, francés en su forma antigua, y hablaba con mucha corrección su lengua natal.

Rivi repartía su tiempo entre sus clases y ayudar en la construcción de una iglesia, pero como estaba pequeño, no era mucho lo que podía hacer al principio y se ocupa de repartir el agua entre los trabajadores y hacer chistes para diversión de aquellos hombres que trabajaban de sol a sol, pero a medida que fue creciendo, fue aprendiendo desde cómo hacer los cálculos para levantar edificaciones, como todo lo relativo a materiales y hasta de del arte con el que decoraban aquellos recintos.

No obstante, la tranquilidad en medio de la que había crecido, se vio repentinamente interrumpida por alguno de los muchos conflictos muy comunes por aquellos años, y fue arrastrado a una guerra que no era suya, que no entendía habiendo crecido bajo los conceptos de amor al prójimo y una misericordia que no veía por ninguna parte en aquel enfrentamiento, y que finalmente le quitaría la vida.

Cuando los levramzyks lo encontraron casi lo dieron por muerto, pero Iliar que comandaba a aquel grupo, fue el que notó que aun respiraba.

  • ¡Ey! ¿Puedes escucharme? – le preguntó




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