Dylan estaba sorprendido y fastidiado de la cantidad de asuntos que requerían de su atención, era cierto que sus administradores llevaban alrededor de seis años reclamando su presencia por una cosa u otra y él siempre había pospuesto su visita, pero ahora que había venido y después de seis días atendiéndolos, ya estaba harto de todo aquello. Después de la muerte de Joseph, él había estado en Inglaterra solo una vez más y en oportunidad de la muerte del padre de Kendall, pero en aquella ocasión no se había visto inmerso en tal cantidad de asuntos pendientes.
Dylan no sabía si darles un golpe u olvidarse de ellos dos al tiempo que se preguntaba cómo hacían ellos, porque sabía de cierto que Iyul y Lucien tenían entre ambos muchas más propiedades que él, y, sin embargo, nunca los había visto ocuparse de nada que no fuese divertirse tanto como era posible, al menos en el caso de Lucien, aunque suponía que Iyul hacía lo mismo. Pero luego recordó que aquellos dos individuos eran príncipes, de modo que nadie esperaba que se ocuparan de nada.
Después de un rato más de burlarse y fastidiarlo, Lucien se compadeció de él y decidió darle un buen consejo.
Dylan no sabía por qué, pero no se le había ocurrido en ningún momento utilizar los servicios de un Devrig, de modo que por un lado le alegró que se lo hubiesen hecho ver, pero por el otro sintió de nuevo el deseo de golpearlos, porque llevaban más de una semana viéndolo pasarlo mal por causa de aquello y ninguno de los dos le había dicho nada.
Esa misma tarde llegó a Livingstone Franz Hegel, quien a partir de ese día se ocuparía de todos los asuntos de Lord Danworth, tanto en suelo inglés, como en cualquier otro lugar donde los tuviese. Era un individuo que aparentaba unos treinta años, pero posteriormente Dylan se enteraría que tenía setecientos ochenta años de existencia. Su estatura era promedio, tenía cabello castaño y unos vivaces ojos color caramelo. Hablaba varios idiomas y tenía amplios conocimientos en administración, así como conocía perfectamente todas las leyes que regían las políticas comerciales de la época, y él en sí mismo era un hábil comerciante, lo que a la larga redundaría en beneficio de Dylan.
Aunque Iyul no tenía ninguna duda que le habían enviado a un sujeto adecuado, igual escuchó con paciencia mientras les presentaba sus credenciales, en tanto que Lucien tenía expresión de mortal aburrimiento. Dylan que llevaba varios días enterrado en informes financieros, tenía deseos de decirle que ya estaba contratado, pero que se callase de una vez, aparte de que le estaba costando un enorme trabajo entenderle, porque, aunque Iyul le había pedido que hablase en inglés, la mayor parte del tiempo se había desviado hacia su propio idioma y Dylan pensó que aquello podía constituir una traba, aunque con el tiempo notaría que no sería así. No obstante, y a pesar de su fastidio, su buena educación vino en su ayuda y logró escuchar hasta el final.
Si bien Dylan estaba acostumbrado a dar órdenes y a ser obedecido, en ningún caso solía mostrarse tan desagradable como le parecía que se estaba mostrando Iyul, pero tratándose de quien se trataba, entendió que habría sido absurdo esperar otra conducta.
Hegel se giró con rapidez hacia la voz y de haberse encontrado en otra situación, posiblemente Dylan habría reído al ver la expresión de susto del hombre, mismo que al menos en opinión de Hegel estaba plenamente justificado, ya que no había absolutamente nadie en el mundo Devrig, fuese del clan que fuese, que no supiera que molestar a aquel individuo calificaba en el renglón de crimen.
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Editado: 20.08.2021